relato por Luis Amézaga

S

e gana la vida limpiando trasteros, camarotes, casas de campo, aleros y chimeneas. Ofrece tarifas baratas. Su principal fuente de ingreso no es el trabajo en sí, sino los hallazgos, la suerte que a veces llega escondida entre la basura y los objetos irrelevantes. Se dejó barba para tener algo que mesar cuando calcula el valor de sus descubrimientos. Armando ha adiestrado sus instintos de cara al público porque son contraproducentes para llevar una existencia discreta, tan necesaria en su trabajo. Él es fornicador compulsivo y bebedor de vocación. Pero no se deja ver en situaciones comprometidas por el barrio. A veces se topa en su trabajo con secretos de otras personas y ha de hacerse el despistado como el buen profesional que es. Los vicios se suelen convertir en los activos más valiosos en el mercado de la habladuría, porque en realidad no sabemos que son muy comunes. Armando, en sus días libres, paga por sus cópulas una tarifa fija o variable, según vaya con putas o de ligue por la vía tradicional. Pero pagar paga. Todos acabamos pagando.

No le falta trabajo a Armando. Sus clientes quedan muy contentos cuando ven que el trastero que resultaba inaccesible ha sido vaciado de tropiezos inútiles y aparece otra vez limpio, sobrio y ordenado. Sí, pero esa alegría les dura poco. El personal se pone muy nervioso con los espacios vacíos. Pronto vuelven a acumular trastos. Antes de transcurrido un año vuelven a llamarlo.

Al rico no se le acumula la cochambre. Sabe que la riqueza necesita brillo. Los trastos viejos del rico son antigüedades, las ropas viejas son moda vintage. Armando sabe que tanto al rico como al pobre no se les escapa nada de valor por desidia. Prefiere clientes de clase media, que aspiran a las cosas nuevas y desprecian el valor de algunas que parecen deslucidas. La clase media está dispuesta a hacer concesiones, a mirar hacia otro lado cuando él sustrae objetos que no son atractivos a la vista, aunque tengan una larga vida en las manos apropiadas. Dar con esas manos también forma parte del trabajo de Armando. La clase media quiere estar siempre a la moda y corre el riesgo de permanecer siempre obsoleta. La sociedad actual se preocupa por el número, por el excesivo número de personas; de las otras personas, para ser exacto. A Armando le gustan las personas, pero más las cosas. Y nunca sobran cosas.

Armando admira a muchos, no envidia a nadie. La trayectoria vital de cada cual es un asunto tan sagrado como inescrutable. Un cliente que había sido nombrado hijo predilecto de la ciudad contrató sus servicios. Mantuvieron una conversación sobre las aspiraciones sociales de cada fulano, con y sin sentido, que nos asaltan en las noches en vela. Armando confesó que en su opinión, entre alguien que haya descubierto la vacuna contra el cáncer y se vea a sí mismo como un salvador, y otra que es un asesino en serie pero que conoce su lugar, se quedaría con la segunda.

—Los científicos tienden a valorar demasiado su cerebro para comprender que ellos no son su cerebro. No lo ven como una herramienta, sino como una identidad. El otro tipo, a pesar de sus deplorables tendencias y acciones, al menos anda más cerca de la verdad, la cual no persigue apariencias ni tampoco las rechaza, sean agradables o desagradables.

Estas palabras de Armando tendrían más adelante respuesta en forma de destino.

Su último hallazgo es una daga «Merlín». Merlín era hijo del gran druida Hafgán y de la Dama del Lago. De ellos aprendió toda su magia. La daga posee una empuñadura magníficamente labrada. La hoja parece algo roma, pero nada que no se pueda solucionar. Seguro que en la armería de antiguo pueden ofrecerle una cantidad sustanciosa por este objeto rescatado de la basura. Y si no, en alguna subasta por Internet. Ya verá. La magia está de capa caída por carecer de pruebas. Hoy sin pruebas, solo hablamos de ilusión. Y la ilusión está mal vista.

Armando tiene dinero en el bolsillo, pero no sabe hacer planes. La vida es un proyecto que no ha contado con su consentimiento. No carga con el equipaje de la memoria del mundo y limpia su trastero con rapidez. Pero no sabe resolver el samsara cíclico. Es algo que se le escapa de las entendederas. Armando bebe acompañado hasta que el ruido exterior se desvanece y se escucha a sí mismo remover la caja mágica y recóndita. Armando se amanceba esperando que su amante emule a la mantis religiosa y le arranque la cabeza de un mordisco en el momento de la eyaculación. «Eso es una muerte digna y no las bobadas que se oyen por ahí». Armando procura también comer acompañado para no tener la impresión de necesidad triste y sí de deleite culinario. Pero Armando duerme solo. Eso es innegociable. Los sueños ya son demasiada compañía.

Ha decidido aceptar la generosa oferta de Arquímedes74 por su daga «Merlín». Arquímedes74 se declara en la página de compra-venta como aficionado a ese tipo sinuoso de armas medievales. Arquímedes74 vive en una ciudad próxima a la suya. Ahí es donde le ha enviado el paquete postal. Han seguido intercambiando mensajes y parece que han hecho buenas migas. Arquímedes74 es funcionario, trabaja como agente forestal. Es buen conocedor de los campos y montes de la región. Un domingo de agosto, ambos han quedado para hacer senderismo por la zona y aprovechar para conocerse personalmente. En cuanto se vieron (ataviados con ropas apropiadas para el paseo por monte) Armando tuvo un mal augurio; parecía un tipo más oscuro de lo que aparentaba por los chats o hablando por teléfono. Arquímedes74, durante el paseo, buscó cualquier excusa para polemizar. Daba igual si hablaban de setas, del tiempo, de mujeres, de trabajo o de fútbol. Hasta que Armando se cansó y le dijo que hasta ahí llegaba, que se daba media vuelta en busca de su furgoneta aparcada en una aldea cercana y que se volvía a casa. Arquímedes74 sacó de su pequeña mochila la daga «Merlín».

—¿Te acuerdas de esta amiga nuestra?

—Claro, la que te he vendido.

—Y tus dineros has sacado.

—Lo que tú quisiste ofrecer.

—Sí, pero quiero probar su eficacia en carne resistente antes de que se me acabe el período de garantía, por si necesito ejercer mi derecho a la devolución.

Armando intentó salir corriendo, pero sus piernas no le respondieron a tiempo. Arquímedes74 lo apuñaló incontables veces dejándole el abdomen como un colador. Después ocultó el cuerpo entre la maleza. Regresaría más tarde con una empacadora de forraje para hacer picadillo esa carne. Cogió el móvil de Armando y borró toda su mensajería y sus contactos. Extrajo la tarjeta Sim. La quemó.

Arquímedes74 resultó ser un agente forestal aficionado a las armas medievales y psicópata de manual. Internet nos trae lo mejor y lo peor con el único filtro de nuestros temores. Lo malo de los asesinos es que no están matando todo el tiempo, también hacen bromas, trabajan, estudian, salen de paseo de la mano de sus novias. Y claro, te despistan.

Con el cuerpo agujereado y empacado, Armando no echó de menos el bebercio y el fornicio. Pasó de ver la luz al final del túnel a ser la luz del final del túnel. Poco tiempo, si es que se puede hablar de tiempo cuando estás en un estado donde nadie cuenta las horas. Aunque no tiene prisa por recobrar la sustanciación, ya se encuentra listo para volver a otro cuerpo. Pero no le sirve cualquier cuerpo. Necesita uno que pueda cruzarse en la biografía de Arquimedes74, alguno de sus descendientes o algo parecido para ajustar las cuentas en el universo físico. La venganza es un motor de búsqueda de la justicia primaria. La daga «Merlin» no es un objeto inerme, es un objeto que causa muerte, un objeto activo, tan real como la mano que la empuña. Armando sabe que cuando entre en el nuevo cuerpo, la memoria individual anterior se borrará. Pero no importa. El inconsciente general tiene una fuerza de ejecución que no precisa que los personajes se sepan el papel de antemano. El guión mece la cuna. Y la daga «Merlín» aún tendrá que salir de nuevo a escena.

 


 

Luis Amézaga

Luis Amézaga. Nacido en el año 1965 en la ciudad de Vitoria (España) donde vive actualmente. Entre lecturas y escritos concibe la medida del tiempo. Mantiene habitualmente el blog El búnker travestido: http://bunkertravestido.blogspot.com.

Ha escrito artículos y colaborado en diferentes revistas literarias: Bolsa de Pipas, Letralia, Ariadna, Narrativas, Almiar-Margen Cero, Groenlandia, Agitadoras… Ha participado en antologías de relatos y poesías como La Casa del Poeta (Noche Polar), Doble en las Rocas y Escribir en Crisis (Editorial Letralia), o Antología de poesía Viejoven (Versátiles Editorial). Es autor de varios libros de poemas: El Caos de la  Impresión, A Pesar de Todo… Adelante, o Los Alrededores del Idiota. Con el poemario Bolsa de Canicas obtuvo el premio en el certamen convocado por la revista literaria Katharsis y se publicó revisado en segunda edición en el año 2012. Ofreció a los lectores el libro de máximas y aforismos El Gotero en la revista Groenlandia. Con el poeta Adolfo Marchena publica el libro de crónica poética La Mitad de los Cristales. También compartió proyecto en su libro dietario El Reloj de Arena junto al escritor hondureño David Morán. Destacar la publicación del libro de sentencias, crítica y pensamiento, que ha recogido bajo el título Una semana de arresto domiciliario. Cuenta con un librito de relatos titulado Tarde de Moscas, y su flamante trabajo publicado con la editorial Amarante bajo el título: Vuelos rasantes, un ejercicio narrativo que cuenta con nueve historias perturbadoras. Su última entrega a los lectores es Los ladrones de ideas, que obtuvo el segundo premio del IV Concurso Literario de Relatos «Letras Cascabeleras». El relato aquí publicado está incluido en el libro inédito La silueta interior.

📩 Contactar con el autor: luisamezaga43 [at] gmail [dot] com

🖼️ Ilustración relato: Fotografía por Mikita Yo (en Pexels)

TRES RELATOS SORPRESA (traídos aquí desde nuestra biblioteca)

Hilo de oro (en relato Luis Amézaga) Hilo de oro, por Pedro M. Martínez Corada. En Margen Cero (Magazine – 2000)
Impresiones del frente (en relato Luis Amézaga)Impresiones del frente, por Miguel Vaquero. En Margen Cero (Cuentalia – 2002)
Absenta (en Valiente cobarde)Absenta, por María Dubón. En Margen Cero (Biblioteca de relatos – 2003)
Relato Luis Amézaga

Biblioteca de Margen Cero

Revista Almiar · n.º 129 · julio-agosto de 2023 · 👨‍💻 PmmC · MARGEN CERO™

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