«Se lo puedo asegurar, yo lo vi… ¡o casi! Entre las cuatro paredes de mi celda, en medio de aquel silencio espectral, lo único que pude adivinar de su rostro en la penumbra fue el brillo mortecino de su siniestro ojo». Un relato por Gretchen Kerr Anderson).
Cuando Marquitos era pequeño todo era diferente. Se respiraba amor en esa casa. Su marido y ella estaban criando un niño de lo más cariñoso. Se disfrazaba de superhéroe y brincaba feliz por todos lados… (Relato por Xavier Alejandro Llusá Borges).
«Recuerda que los hombres dejan hijos sin advertir obligaciones en el lance, pero cuando quieren tenerles no hay cómo quitárselos de encima…». (Relato por Gabriel José Vale).
Se acercaba su parada, oprimió el botón de aviso para salir corriendo y olvidar la horrible pesadilla… Mas no pudo dar un paso, puesto que bloquearon las salidas… (Relato por Kim Bertran Canut).
«Me acuerdo del cielo azul, de la otra vida compresiva, de las risas y los olores. Del primer sol, de la soberbia del calor galopante, de las comidas fuera de horarios, de los manteles, del amor, del abrazo contigo…». (Relato por Alejo Tomás Ambrini).
Sin las tortillas del moro enchufado en la cocina del batallón todo habría sido más cuesta arriba, eso hay que reconocerlo, porque fue así. Pero eso era una cosa, y otra que aliñara la comida con aquellas plantas… (relato por Francisco García Marcos).
«¡Eres una pagana, Hipatia! ¡Lo que haces no es más que propagar tus malas influencias por esta ciudad! ¡Tú y tus seguidores no encontrarán la salvación! ¡Pagana, pagana! ¡El diablo habla a través de tu boca!». (Relato por Víctor Parra Avellaneda).
Solo una imagen, resultado de la ficción en la que se ha convertido mi vida, conseguía pensar al despertar. Luego se sentaba ante el escritorio y observaba cómo la pantalla de luz que se colaba por la ventana cambiaba de ruta hasta perderse de nuevo en las sombras… Un relato por Diego Vale Couso.
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