… El lugar se hallaba en la cima de una de las barrancas que miraban al río. Así que aflojó la marcha, giró hacia la izquierda y encontró un sitio para el coche muy cerca de una pequeña alameda en la que una joven mestiza lavaba la ropa y la tendía sobre las ramas de un ibirapitá. (Relato por Mariano Ruiz Montani).
Adán Echeverría es el autor de esta compilación de historias narradas por estudiantes de Mantenimiento Industrial de la Universidad Tecnológica de Matamoros (México), historias que siempre se cuentan en la sobremesa, y en ocasiones para intentar causar una sensación de miedo en los pequeños de cada familia.
No me agradaba la idea de golpear a una mujer. Cuando mi patada impactó su rostro, la pobre chica cayó al suelo con la melena alborotada… (relato por José Rodolfo Espinosa Silva).
[…] Cristales de rocas para las sanguijuelas; vuelos dobles para los pichones rechazados. Nadie proponía eliminar los trazos borroneados sobre el suelo. Dar muerte a los mosquitos redundaba en aumento de la virtud. A veces, el alba semejaba una biblioteca ambulante con libros de bolsillo… (Quince textos breves y un ensamblaje por Wilfredo Carrizales).
Siete estilos diferentes para un único libro que bien pudiese ser el retrato actual de la narrativa breve en España. Una especie de cóctel literario en donde los ingredientes, seleccionados con acierto, nos ofrecen una representación global del cuento contemporáneo. (Entrevista a los autores de Archipiélago 988).
[…] Narciso se puso su sombrero y nos dijo que lo lamentaba mucho porque tenía que emprender viaje precisamente en ese momento. Salió al patio, echó una ojeada, se despidió con un gesto de las manos y se puso a caminar alrededor de la casa… (relato por Wilfredo Carrizales).
[…] Las agujas del reloj ahogaron su mecánico tictac exactamente a las doce de la noche, quedando rígidas y mirando hacia el techo como si hubieran expirado el último aliento. Los instrumentos de música enmudecieron… (relato por Lucía Oliván Santaliestra)
Cada vez que llegaba la hora de almorzar, Myriam no podía lograr que el pequeño Tobías comiera. Alguien, algún consejero de esos que nunca faltan, le dijo:
—Dile que si no come vas a tener que llamar al «Hombre de la bolsa»…
(Relato por Norberto Pannone)
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