Llegar a la isla de las islas: Una lectura feminista del
poemario de
Laura Morgenthaler
.
Reseña por Ana Luengo Palomino

E

scribir y publicar poesía no deja de ser una forma de resistencia contra la velocidad en que vivimos, y que parece contraer tiempos y espacios, sin dejarnos palabras ni para lo onírico, ni para la espera, ni para el placer, ni para el autodescubrimiento. Usar una voz feminista, reivindicando la vulnerabilidad, los afectos, los cuidados y la corporalidad del deseo femenino, también lo es. La esfera intacta podría leerse, entonces, como un campo fértil de resistencia antineoliberal y feminista, y asimismo como una exploración de la intimidad y de la conquista de la plenitud de una misma y su propio centro.

Si pensamos en el Hombre de Vitruvio del italiano Leonardo de Vinci (1492), podemos observar cómo el hombre, desde el Renacimiento, ha sido el centro y la medida de todas las cosas a partir de un cuadrado y de un círculo perfectos. En el poemario de Laura Morgenthaler, el círculo que crean las extremidades de ese hombre se multiplica por la complejidad de una esfera que es, en sí, infinita, pues sus límites son siempre inalcanzables, como lo son las formas que puede tener una mujer creadora, recreadora, reproductora y portadora de mensajes. El límite de una esfera siempre es un horizonte, una posibilidad de ir más allá, de encontrar más, de seguir imaginando, indagando y explorando. La medida, entonces, de esa figura sintiente que propone la autora, es la de una yo lírica que sueña, desea, goza, recuerda y proyecta a un ritmo que ocupa cada espacio de su propia existencia, de su humanidad, de su relación con los demás y, sobre todo, con ese otro que estaría destinado a completarla. Pero no somos formas geométricas, parece decirnos entre versos la autora, somos seres que palpitamos, gozamos, anhelamos y, a veces, nos desorientamos perdidas en un mundo vasto, y también esférico, que nos hace movernos entre islas y tierras frías para encontrar —o creer encontrar— aquello que Platón definió como «alma gemela» en El banquete (385-370 a.C.). Usando la voz del comediógrafo griego Aristófanes, se nos dice que la figura de dos seres humanos incrustados en una esfera y dándose la espalda sería el origen de nuestra existencia. Nos pasamos la vida intentando encontrar esa plenitud en otro cuerpo que nos dé equilibrio y nos vuelva a convertir en el ser esférico que creemos poder ser, para ser de nuevo completos. Sin embargo, en este mito que ha forjado la educación sentimental de la mayoría, hay un hecho que se pasa por alto y que es definitivo: ambos seres en el mito platónico no se miran a la cara, no coinciden, no pueden compartir sus centros. Creemos que sí, pero es físicamente imposible conocer a la otra mitad, porque para ello necesitaríamos poder darnos la cara, mirarnos a los ojos como ventanas del alma, sea lo que sea el alma. Lo que realmente tenemos son cuerpos que podemos amasar, penetrar, lamer y hacer temblar, porque lo que sí podemos compartir, como nos muestra la sensorialidad lúbrica de los poemas de Morgenthaler, es ese lenguaje primigenio del deseo y el placer que nos devuelve a la naturaleza. La unidad con el otro cuerpo siempre es efímera, aunque pueda ser intensa, orgásmica y devolvernos a la conciencia de nuestro ser primigenio; sin embargo, lo que queda, al final, es una misma vibrante, y sus propios recuerdos.

Laura Morgenthaler construye, a lo largo de 40 poemas, una historia de enamoramiento por un hombre al que soñar, presagiar, follar, recordar, despedir, pero que ha dejado huellas en la piel y la memoria de la yo lírica.  Los versos se acomodan en un lenguaje cuidado y construido dentro y fuera de su tierra caliente, en un norte lluvioso, también entre islas y encuentros. Sus versos pasan por diferentes etapas como un viaje en búsqueda de algo que, al final, estará en lo más hondo de una misma. El famoso viaje a Itaca de Constantino Kavafis (1911) aquí parece ser el intento de llegar a Alejandría, como comienza el segundo poema del libro:

En lo oscuro oscuro de la noche
mientras las galaxias engendran presagios
y los niños duermen en aspiración de barca acompasada
yo soñaba con la ciudad de Alejandría,
con la morena esfera de Alejandría

Sin embargo, Alejandría aquí es el hombre, el cuerpo al que llegar, no el impulso del camino. En La esfera intacta, tal como muestra la preciosa ilustración de la cubierta de Paloma Rodríguez Trilla, el destino parece unido a un amor en concreto. Dividido en tres partes, La esfera presagiada, La esfera salinosa y La esfera intacta, el libro está construido sobre diferentes círculos o isotopías en bucle que crean diferentes olas, referencias, ecos y reflexiones sobre el placer y el amor, y también sobre la textura de una misma como ser deseante.

En la primera parte, La esfera presagiada, ese amor onírico llega y ocupa el universo de océanos y cielos, de orillas y de hogares, de volcanes y de astros, de islas africanas a islas caribeñas que configuran la identidad de una yo lírica que transita sola espacios, momentos, rutinas, musicalidades y cuerpos, anhelando otro encuentro con ese tú lírico que ha reinventado a la yo lírica con un placer que acaba enajenándola de sí misma:

Ay, este cuerpo que creía mío
en una oda repetida de tacones y pintalabios
así sin más
sin muros contenidos
se licuó mientras sudabas tu fiebre en mi espalda
¿y ahora?
¿dónde volverme mientras esta ausencia me late los días?

Este trabajo es el de la exploración lírica y sensorial de las necesidades emocionales y físicas que impulsa el encuentro con un amante y la llegada de la ansiada plenitud sexual. Desde el sueño del primer poema, cuando el hombre es una imagen onírica que se repite y persigue al yo lírico de forma melódica como esa promesa de encuentro del alma gemela, hasta las despedidas de ese amante evocado que, como el mar o el compañero de baile, se acerca y se aleja:

Me he despedido de ti tantas veces,
                                                            tantas
                                                                         tantas

El poemario de Laura Morgenthaler nos empuja hacia lo más profundo del autodescubrimiento y deconstruye nuestro propio andamiaje sentimental de búsqueda de esa otra mitad que nos aleja de nosotras mismas y hasta de nuestros caminos. Con un esfuerzo, la yo lírica busca convertirse en el amante, ocuparlo para detener ese vaivén que la desorienta y enajena:

Me meto, respiro en ti
soy tú en ese instante telepático
y no sé si me gusta o no me gusta ser yo y tú al mismo tiempo.
me despido rápido
intento con fuerza salirme de ti

Porque, al entrar en él, la yo lírica entiende que ese no puede ser ni el sentido ni el objetivo de su existencia: fundirse en otro ser, como se describe el amor más elevado en el poema de Rumi que antecede al poemario: «En verdad somos una sola alma tú y yo». Pero ese impulso poético se rompe en el poema de Morgenthaler cuando siente la experiencia de compartir el espacio más íntimo de él —¿su alma?— y necesita dejarlo justificándose:

Disculpa, no fui yo, yo no vine
me trajeron, me hicieron tú
donde tú estás
ahí mismito 

Crecer como mujer en búsqueda de esa otra mitad que debe completarnos es una de las bases de la mayor insatisfacción y también motor de violencias machistas. ¿Cómo dejar de ser una misma para convertirse en parte de un otro que va y viene?, ¿cómo renunciar a una misma y nuestros sueños?, ¿lo hacemos por el éxtasis que buscamos y tan difícil puede ser de encontrar para tantas mujeres?, ¿lo hacemos por una suerte de comunión que imaginamos posible y perpetua para darle sentido a nuestra vida?

El último poema de la segunda parte, «La esfera salinosa», es una décima rítmica que propone la posibilidad de un momento cotidiano y alegre, bailar un bolero, compartir un guiso en una cocina mirándose a los ojos, animar el deseo cara a cara. Aunque la segunda parte es una exploración más densa a la pérdida y a la insatisfacción de la espera, este último poema muestra un deseo más festivo y, en parte, esperanzador. No porque el amante dé señales, sino porque la yo lírica «al sol entera» se concede. Del mito amoroso de El banquete, parecemos estar presenciando la salida de la cueva de Platón.

Esta unidad consigo misma da paso a la tercera y última parte del libro, y que lleva el mismo título: La esfera intacta. Esta parte se abre con un poema de Josefina de la Torre a la celebración de ser mujer en el baile, el canto y la fiesta compartida. Aunque el camino hacia la sanación se va trazando en los diferentes poemas, el dolor de comprender la asimetría en ese amor rememorado y anhelado por la yo lírica es intenso:

En ese estar tuyo en mi adentro
que quizás, solo quizás y ¿cómo saberlo?
te fueron luego minutos de olvido práctico
y para mí siglos echados de existencia 

Pero la comprensión de esa imposibilidad de unión total, «aún no anticipa principio/ pero sí campos espléndidos,/ mareas/ parajes hechos de álgebra y soles». Porque el recuerdo de «Los orgasmos extendidos entre abril y agosto/ se quedaron flotando vivos». Y ese camino hacia la certeza de que tanto tener como no tener no tiene que ver con el otro cuerpo deseado, sino con el centro deseante de una misma, acaba llevando a la yo lírica a un conocimiento de su propio ser. Esto se describe en la «Décima de la completitud» que da forma narrativa a toda la historia poética que acabamos de leer:

Después que te fuiste lejos
me volví a mi interior
y vi la estrella mayor
brillando con mis espejos.

El último poema es el encuentro físico con una misma, en los espacios transitados durante el poemario, que se aúnan y reúnen dentro de la yo lírica que ha atravesado los diferentes estados de la búsqueda de ese amor que une dos cuerpos en una sola esfera. El amor platónico o el del poeta persa Rumi del siglo XIII nos han llevado a construir una estructura sentimental desde donde soñar, esperar, desear, gozar y anhelar. Gran parte de la cultura de masas actual tampoco ayuda a alejarnos de ello. Sin embargo, en el poemario, esta unidad de las almas se muestra como un imposible que, además, nos empuja a olvidar nuestro propio ser, nuestro propio centro creador y es cómo las mujeres parecemos haber vivido por los siglos de los siglos. En el cuento El recado (1979), de Elena Poniatowska, una mujer le escribe una carta a su supuesto amado, al que apenas conoce, mientras le espera:

Sé que todas las mujeres aguardan. Aguardan la vida futura, todas esas imágenes forjadas en la soledad, todo ese bosque que camina hacia ellas; toda esa inmensa promesa que es el hombre; una granada que de pronto se abre y muestra sus granos rojos, lustrosos; una granada como una boca pulposa de mil gajos.

Así han vivido generaciones de mujeres, en esa espera.  La búsqueda del alma gemela como mito fundacional de nuestra educación sentimental, y la frustración en esa búsqueda que nos aliena en todo sentido de la palabra: nos hace olvidarnos de nosotras, nos convierte en quienes tampoco somos ni queremos ser y nos aleja de la realidad.

El poemario de Laura Morgenthaler recorre, entonces, todos esos pasos del enamoramiento fallido que para la mayoría podrán ser reconocibles, y les da una musicalidad, una textura y un color únicos que nos atrapa como si fuera, de alguna forma, un cuento misterioso que no podemos dejar de lado para hacer otras cosas como cumplir con las obligaciones de nuestras atribuladas vidas. Los hilos entre las palabras, las palabras que ocultan otras palabras de más poetas, los ritmos con los que bailan los versos y su puntuación traviesa, encabalgándonos entre capas ontológícas, montándonos también los sentidos, es una muestra más de que, a veces, sí es necesario hacer una pausa para sentarnos simplemente a leer poesía. Este libro nos dice que la poesía sigue viva, propone reflexiones y genera pensamiento. Que el amor, desde un enfoque feminista, debería servirnos para ser aún más libres, aún más creativas, aún más «esferas intactas» con todas sus complejidades e innumerables horizontes, desde los que desear y gozar con otras personas que puedan estar cara a cara, mirarnos a los ojos, escucharnos, que puedan acompañarnos a explorar islas y bosques y, a veces, nos hagan tocar las estrellas, aunque no sea para toda la eternidad.

 


 

🖥️​ Web de la autora https://mll.sfsu.edu/people/ana-luengo-palomino

📘 La esfera intacta (ISBN: 978-84-19136-21-3 / Ediciones Carena; 2022) ▫ edicionescarena.com/producto/la-esfera-intacta/

🖼️Ilustración: Fotografía por Josh Sorenson, en Pexels

Índice reseña poemario La esfera intacta

Reseñas en Margen Cero

Revista Almiar · n.º 128 / mayo-junio de 2023 · 👨‍💻 PmmC · MARGEN CERO™

Lecturas de esta página: 163

Siguiente publicación
Por un rato, me olvido de la escuela y mi…