novela de Eva García Sáenz de Urturi
reseña por
Javier Úbeda Ibáñez y Jorge Cervera Rebullida
E
va García es una autora que ha publicado con diferentes editoriales, como La Esfera de los Libros (La vieja familia, 2012), Espasa (Pasaje a Tahití, 2014) y, finalmente, Planeta (El silencio de la ciudad blanca, 2016; Los ritos del agua, 2017; Los señores del tiempo, 2018; Aquitania, 2020, que recibió el premio que lleva el nombre de la editorial; El libro negro de las horas, 2022; El ángel de la ciudad, 2023). De la misma manera, también cuenta con una incursión en la autopublicación en 2014 con Los hijos de Adán.
Para situarnos, es necesario indicar que el título que nos ocupa toma prestado como personaje principal al inspector Unai «Kraken» López de Ayala, protagonista de la Trilogía de la ciudad blanca, compuesta por El silencio de la ciudad blanca, Los ritos del agua y Los señores del tiempo. Sáenz rescata, así, cinco años después, a un policía muy querido por sus lectores. Este dato es relevante para evaluar más tarde si ha sido algo oportuno u oportunista.
Con esta experiencia y un premio de tal calibre a sus espaldas, El libro negro de las horas podría ser un ejemplar que tener en cuenta como lectura o como escucha, pues también existe en formato audiolibro. Con un total desconocimiento de la valía de todos los títulos precedentes de la autora, con la mente abierta y dispuestos a juzgar sin condicionamientos previos, abordamos la lectura.
La acción se desarrolla en Vitoria. Un hombre desconocido contacta con «Kraken» por teléfono para conminarlo a que localice el libro negro de las horas de Constanza de Navarra, un ejemplar que otro personaje definirá como «el unicornio». De lo contrario, su madre morirá, algo que se antoja imposible, debido a que ya falleció hace años. En colaboración con su antigua compañera, «Kraken» se involucrará en una carrera contrarreloj jalonada de asesinatos, libros únicos, editoriales, confidentes y viajes entre Vitoria y Madrid.
«Muertes a distancia, un notable conocimiento en química, gremios que trabajaban con libros antiguos, el mismo perfil de víctima, un escenario similar […]. El mismo mundo, en todo caso: el de la bibliofilia».
El saber hacer de su autora queda patente en el planteamiento estructural de la novela, pues para Unai se abrirán tres frentes: la investigación de los crímenes, el conocimiento acelerado de bibliofilia de alto nivel y, por último, el más doloroso, el de sus orígenes familiares. «Siempre pensé que cada familia tenía un tabú, una línea roja, un nombre maldito que después de pronunciar tenía el poder de conseguir que todos los miembros callasen y miraran incómodos hacia la pared».
También se aprecian dos líneas temporales. La primera tiene lugar en el presente y a Unai como centro de atención y se narra en tercera persona. La segunda se sitúa en el pasado, el peso recae sobre otro personaje y se emplea la segunda persona, un recurso muy útil para acercar la lente a la acción y al mundo emocional. Personalmente, consideramos que está mejor lograda esta segunda línea que la primera, que es más atropellada porque, si bien no es imprescindible haber leído la trilogía para leer este libro, sí es verdad que queda bastante desdibujado, lo que hace sospechar que esta novela se concibió para un público que ya lo conociera. La autora, además, introduce rápidamente en la primera línea elementos de acción y los acontecimientos se suceden con premura y sin detenerse.
El armazón, pues, lo tiene claro, y se nota el oficio. Sabe que hay dos cestas que ir llenando, pero no siempre acierta con qué elementos son los que debe introducir y, sobre todo, en qué orden. Hay una cuestión al respecto que es crucial abordar, y es que pretende que algo que es obvio para cualquiera que tenga el libro en sus manos conste como un secreto… Aunque la suspensión de incredulidad forma parte del contrato, hay un momento en el que no se puede fingir que no se sabe lo que es evidente. Para nosotros, falla estrepitosamente en ese cuándo.
Igualmente, hay algún sinsentido en la trama en cuanto a ese cruce de líneas temporales, como lo hay también en algunas apariciones y andanzas de los protagonistas, que, de nuevo, nos vemos forzados a pensar que han sucedido o tenido lugar porque sí, sin razón aparente ni justificación argumental. Esto nos lleva a opinar como el poeta cuando exclama «Qué buen vasallo sería si tuviera buen señor», lo que aquí se transformaría en «Qué buen libro habría sido si hubiera tenido buen editor», o si ese editor no se hubiera visto obligado a trabajar con prisas y plazos, como podemos imaginar que ha sucedido.
Ambas líneas, por tratar de ser justos, se ven trufadas de datos atrayentes sobre bibliofilia, técnicas de conservación y el arte de la falsificación, que se ven complementadas por una bibliografía final para interesados en el asunto. Se nota la labor de investigación, algo que siempre es de agradecer, y que a muchos amantes de los libros les va a gustar, lo mismo que las historias de libros viejos, incunables, princeps, unicum, subastas, editoriales dedicadas a este sector, etc. Por supuesto, un libro de horas encaja a la perfección con la trama, ya que eran libros de rezos confeccionados de manera personalizada para alguna persona de la nobleza, auténticas maravillas.
Siguiendo con esa temática, visitaremos la cuesta de Moyano, famoso lugar para cualquier madrileño o visitante que desee pasar un agradable rato al aire libre revisando la extensa variedad de ejemplares que se exhiben en sus casetas, el Barrio de las Letras o la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Más madera, en fin, para el aficionado a la lectura.
Cuentan estas páginas con referencias al patriarcado que ya aburren, aunque traten de hacerse con sutileza, con algún «chicos y chicas» usado en la misma sintonía pontifical del cansino lenguaje inclusivo y con la presentación de las egerias, un grupo de mujeres que vela, desde el anonimato y el escondite, por los libros antiguos. Es comprensible, aunque triste, que hoy muchos autores consideren que deben entrar por esa puerta, pero en esas estamos.
Los personajes, sin llegar a ser manifiestamente planos, no llegan a cuajar, a excepción, bajo nuestro criterio, de dos, el que conocemos del pasado, que es más redondo y memorable, y del abuelo de Unai, tesorero de los recuerdos familiares del pasado. Se puede excusar este punto débil con el hecho de que es una obra del género policial con bastantes viajes y movimiento, lo cual hace que el desfile de personajes se quede tan sólo en figuras que se difuminan, como en un barrido fotográfico.
El estilo se apoya en una prosa rápida y práctica, con diálogos concisos. No es, por tanto, preciosista ni se entretiene en embellecer nada, a excepción, quizá, de los libros de horas, aunque tampoco incide en ello especialmente. Es dinámico, por definirlo de alguna manera, pues lo que cuenta es la acción. Sus setenta capítulos de no mucha extensión así lo atestiguan.
¿Es un mal libro, en resumen? Es una novela correcta para la función que quiere desempeñar, que es entretener. Se lee con facilidad, pero se olvida con la misma presteza. Preguntando otras opiniones a conocedores de la trilogía, ni siquiera a los que añoraban al ya exinspector les ha causado la misma emoción que las obras anteriores.
Entonces, ¿qué es lo que ocurre? Mucho nos tememos que se trate de una obra de encargo con unos plazos ajustados, cuya escritura se abordó con profesionalidad y oficio, como ya señalamos, pero que carece de alma por estar azuzada por el compromiso y no por el impulso natural e irrefrenable de tener algo que contar. Naturalmente, es la impresión que se desprende para nosotros, nada que podamos certificar.
Esto abre un camino de reflexión sobre si es negativo solicitar libros de encargo a un autor. A nuestro juicio, cuando se trata de un experto sobre un ámbito en concreto de no ficción, es correcto y positivo, puesto que su manera de abordar el pedido estará inmersa en un proceso lógico y podrá ajustarse a lo que pacte con el autor.
Lo que hasta aquí parece evidente no funciona igual para obras de ficción, ya que inventar una historia solicitada ex profeso, pero también ex novo, no es sencillo si no acuden las musas al auxilio. También se pueden plantear preguntas como si hay una fuerte influencia de las expectativas de venta, no nos engañemos en esto, porque las editoriales son un negocio y están enfocadas a hacer dinero si quieren sobrevivir e invertir en nuevos títulos y autores, nutrir, en definitiva, al mercado. Apelar a la nostalgia y dar pie al revival también es un ejercicio que suele dar pingües beneficios, y se observa en otros negocios, como en la música, por ejemplo.
La conclusión es que estamos ante un título que no habría visto la luz si se hubiera tratado de un manuscrito de un desconocido que hubiera llegado a una editorial sin el respaldo del nombre de la autora, a quien se le puede achacar una cierta prisa y a la que se le adivinan las ganas de terminarlo y ponerse con otra cosa, y sospechamos que ello puede ser, por fechas.
Si a usted le han regalado este libro, léalo sin complejos, porque es sencillo y ameno, pero no espere encontrarse ante una obra de renombre, de esas que uno lee con un lápiz al lado para ir subrayando frases épicas. Sencillamente, léalo sin grandes expectativas mientras reserva una tarde para acercarse a visitar su librería favorita y comprar algo más estimulante.
Contactar con los autores: jubedaibanez [at] gmail [ dot ] com
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🖼️ Ilustración: Imagen realizada mediante IA
📓 El libro negro de las horas, Eva García Sáenz de Urturi, Editorial Planeta, Barcelona, 2022, ISBN: 9788408252856, 384 páginas.
Revista Almiar – n.º 134 / mayo-junio de 2024 – MARGEN CERO™
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