la poesía de Carlos Tejero
entrevista al autor por María Luz Arroyo Viz

 

E

l poeta Juan Carlos Tejero acaba de publicar su nueva obra El eco de las voces (Editorial Cuadernos del Laberinto.  Madrid, 2019) en donde el lector puede encontrar un gran homenaje a la literatura y al arte, pero también al paisaje, a la cotidianidad o a la amistad.

Tejero vuelve a retomar los temas ya plasmados en su anterior poemario Anónimos y logra un resultado limpio, en lucha contra la injusticia y cargado de pasión.

Su nuevo poemario El eco de las voces es un homenaje a todas aquellas influencias que nos configuran, a todo aquello que nos ha convertido en creadores. ¿Retoma el tema de su anterior poemario Anónimos en donde también agradecía a todos aquellos transmisores de literatura?

—En cierto modo, El eco de las voces tiene mucho del poemario anterior, pero creo que va más allá en cuanto a mi relación con la literatura y con el contexto histórico y social en que vivimos. Muchos de los poemas son agradecimientos a determinadas personas que de una u otra manera me han influido en mi creación poética, al igual que sucedía en Anónimos.

Con este nivel de agradecimiento, incluso a la literatura popular y anónima, ¿qué opinión le merecen aquellos que plagian?

—Considero el plagio como una intención deliberada en la copia de textos de otros creadores. En ese sentido, todo mi rechazo al plagio. Sin embargo, el escritor no surge de la nada, sino que se instruye, lee e inevitablemente se ve influido por todas esas referencias que van conformando su obra. Como apunto en el epílogo, para Osip Mandelstam «El poeta es el maestro del eco», es decir, el reflejo de todas sus influencias. Por tanto, es posible encontrar en todas las obras reminiscencias de obras anteriores, sean clásicas o no. La estrategia del escritor estriba en ofrecer esas semejanzas con originalidad.

Para explicar estos datos baste un ejemplo de mi propia poesía: en Anónimos apareció este corto poema sin título: A veces llega el miedo / de improviso, sin espera, / se sienta a tu lado, / se aloja en tu espalda / y, con rodeos, se burla / de tu inocencia. Al poco tiempo de aparecer este libro releí Las personas del verbo de Jaime Gil de Biedma y me encontré con su poema “El miedo sobreviene” que rápidamente me recordó mi poema. No sé hasta qué punto tuvo su influencia en él.

Sabemos que es una pregunta complicada, pero ¿cómo definiría usted la poesía?

—Muy complicada, diría yo; pues en la literatura moderna los géneros literarios clásicos se confunden considerablemente.

No sirve señalar que el verso, en el plano formal, es el germen de la poesía, ya que existe la prosa poética; tampoco podemos decir que el recurso de las figuras literarias es lo que la identifica, porque eso mismo lo encontramos en la novela, en el artículo periodístico o en cualquier otro género.

Desde mi punto de vista, poesía es el grado de intensidad con que utilizamos las palabras hasta el punto de provocar en el lector el llamado extrañamiento o la evocación de sugerencias que no tienen por qué coincidir con los motivos que originaron el poema.

A esa definición, un tanto aséptica, se une mi relación con el mundo que nos rodea y mis evidentes demostraciones de inconformismo ante la injusticia, la falta de solidaridad o el abuso de poder y mi gratitud a otros escritores y amigos.

¿Qué le mueve a escribir?

—El deseo de expresar lo que he señalado en la pregunta anterior: ese inconformismo y gratitud, y compartirlo con el lector.

Por un lado, retomo la idea de Larra pero a la inversa: se escribe porque se lee y se lee porque se escribe, no hay otra. Además, no puedo ser insensible a nuestra realidad y la reflexión que hago de las acciones propias o ajenas me permiten crear mis poemas.

El deseo de libertad es otro los temas patentes en su obra. ¿Cómo siente la falta de la misma en pleno siglo XXI?

—Stefan Zweig señala en El mundo de ayer que no eran necesarios visados ni pasaportes para viajar por el mundo antes de la Primera Guerra Mundial. Ahora este mundo se hace cada vez más insolidario y falto de libertades. La depredación de los países desarrollados hacía el resto es alarmante y origina la destrucción constante y no solo de las libertades de movimiento, lo estamos viendo hoy mismo en declaraciones de los grandes países para evitar el cambio climático. La evolución de la tecnología 5 G augura un constante bienestar para todos los ciudadanos, pero cada vez nos acercamos más a las distopías de Orwell y de otros aventajados ilustradores de una supuesta ficción. Basta observar cómo llega a los medios de comunicación información falsa para condicionar nuestra opinión o cómo debemos aceptar condiciones, normas y publicidad si deseamos continuar utilizando nuestro móvil, convertido por las circunstancias de relación interpersonal en una necesidad.

En ambos casos estamos condicionados a un uso de esos medios con actitud crítica y a no dejarnos embaucar con supuestos parabienes.

Dedica un poema a los heterónimos, un interesantísimo recurso creativo. ¿Es la poesía un baile de máscaras?

—“Heterónimos” es un homenaje a Fernando Pessoa y su poesía camuflada en otros supuestos escritores que no dejan de ser él mismo, pero también surgió tras leer las cartas que el autor le dedicó a su amada Ofelia. Pessoa decía que «el poeta es un fingidor», hasta tal punto que finge el dolor, aunque este sea real.

El poeta no deja de ser él mismo en todas sus creaciones, sean mera impostura o no y ello dice mucho de él mismo.

En mis poemas plasmo mis emociones y mi visión del mundo a cara descubierta y con libertad, como digo en un poema «con absoluta integridad».

El lector agradece su epílogo en donde explica la esencia del poemario y resuelve dudas. ¿Cómo surgió el incluirlo?

—Siempre digo que añado ese epílogo por mi relación con mi tarea docente y ofrecer así una explicación de los motivos que han dado origen a los poemas; si bien la intención de aclarar el contenido de los poemas fue inicialmente una idea de mi amigo Juan Carlos Mestre, pues cuando leyó Anónimos me sugirió que sería necesario aclarar el sentido de algunos poemas antes de su publicación. Esa idea la he repetido ahora para El eco de las voces.

Por deferencia al lector de poesía lo he incluido como epílogo y sugiero que se lea o no dependiendo de su elección.

¿Es cierto que la poesía es un género minoritario?

—Respecto de otros géneros como la novela o el ensayo, creo que sí; aunque hay evidentes muestras de lo contrario al comprobar los catálogos de algunas editoriales que se dedican a la poesía: Cuadernos del Laberinto, Valparaíso, Vaso roto, Visor, Pre-textos, Bartleby, o las autoediciones de jóvenes que buscan un hueco en el mundo literario.

¿Ya no se estila la rima y el metro?

—Efectivamente, no es imprescindible para esa definición de poesía que señalo más arriba.

Eso no impide que leamos con interés y devoción a los autores clásicos o modernos que la utilizan.

En mi caso solo he recurrido al verso blanco —métrica regular sin rima— en el largo poema “Blancura”, por homenaje a Piedra de sol de Octavio Paz, y por la evocación a algunas imágenes de los cuentos de Jack London.

Tengo amigos que sí utilizan la métrica clásica y sus poemas son realmente bellos. Como mi querido nonagenario Antonio Muñoz Frías, que hace poco ha publicado Sonetos que al alma sanan en la editorial Alfasur, o mi amiga Noemí Andrés, aún inédita y que es partidaria del uso del metro clásico por obligarse —torturarse dice— a ello.

¿Con quién le gustaría irse de cañas?

—Con mis amigos, por supuesto.

Recomiéndenos un libro de un poeta actual.

—Basilio Sánchez es el último premio Loewe y ha escrito un libro muy interesante donde mezcla la naturaleza y el amor: He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, publicado por Visor.

 

Identidad

 

Soy el bebé que estruja el pezón escoriado, penetrado de azumbre ensarnecido.

Soy el niño que chapotea en el charco, el que rompe los cristales de las ruinas, el que lanza piedras sobre ese animal dolorido y hambriento.

Soy la vieja que esconde en el delantal una pequeña nuez para sus escasos dientes.

Soy el pasajero que desconfía del guía que patrulla una nave miserable y que me obliga a desembarcar en alta mar.

Soy la persona que habitó en su huida el Hotel Francia de Portbou, aunque su amigo le esperaba en Estados Unidos.

Soy la joven que resiste silenciosamente la penetración oscura.

Soy la mujer cuyo marido bebe las risas desenfrenadas del alcohol, el que babosamente irrumpe en la alcoba.

Soy el muchacho que busca consuelo en el pecho de su amigo y le acerca suavemente los labios.

Soy la pensadora alemana que predijo que la maldad era la verdad de las mentiras.

Soy el anciano que lucha desesperado para quebrar la senda, el resplandor unánime del final.

 


 

Carlos Tejero

El autor: Carlos Tejero.

(Madrid, 1958)

Profesor de secundaria de Lengua castellana y Literatura en un instituto público de Pinto hasta el curso pasado. Colabora en trabajos de investigación para la Sociedad Española de Estudios Literarios de Cultura Popular (SELICUP) recopilando junto a Isabel Gutiérrez materiales de literatura oral de la Axarquía malagueña y coordina una tertulia literaria en el Ayuntamiento de Pinto.

Gracias a la iniciativa de su amigo y poeta Jesús Urceloy se editó su primer libro de poemas, El disfraz de los paisajes (Amargord, 2012), y publicó así algunos textos que solo conocían unos pocos amigos. En 2016 apareció Anónimos en Cuadernos del Laberinto, homenaje a aquellas personas capaces de ofrecer a los demás todo cuanto pueden de forma desinteresada.

 

Portada El eco de las voces

El eco de las voces
Colección Berbiquí de poesía, n.º 23 (Cuadernos del Laberinto, 2019) • I.S.B.N.: 978-84-120563-3-4 • 82 págs. • Fotografía de cubierta: Manuel J. Fernández  • Ilustraciones artículo: Portada del libro y fotografía, con autorización para su uso y publicación en esta reseña; © de sus autores.

Más información:
http://www.cuadernosdelaberinto.com/Berbiqui/ carlos_tejero_eco_voces.html

 

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Reseñas en Margen Cero

Revista Almiar · n.º 108 / enero-febrero de 2020 · PmmC · MARGEN CERO™
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