relato por 
Adrián Néstor Escudero

 

¡Oh dificultades que soportar! clama el cobarde, el veleta, el que carece de ánimo, aquel que tiene la cabeza llena de pájaros. La tarea no es imposible, aunque sí difícil. El pusilánime debe hacerse a un lado. Las tareas fáciles son para el rebaño y las personas vulgares. Los hombres excepcionales, heroicos y divinos superan las dificultades del camino y arrancan una palma inmortal de la necesidad.
Tal vez no llegues a alcanzar tu meta, pero aun así corre la carrera. Invierte tus fuerzas en tal alta empresa. Sigue luchando con tu último aliento.

GIORDANO BRUNO, La cena del Miércoles de Ceniza (editado en 1584).

 

 Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes.
Permanezcan en mi amor – (Jn. 15-9,11).

 

E

l anciano Ilusionista alisó con suavidad su barba eterna y tomando posesión del ambón, que se alzaba a la derecha del estrado del Último Teatro de la Ciudad, hizo un ademán elegante para que la música de los coros —¿celestiales?— envolviera de luz y cálidos sonidos el gigantesco polo escenográfico; y luego, con experimentada destreza, destrabó su lengua de siglos, milenios y eones, y leyó como un susurro el Introito a la Obra que, en este preciso instante, acababa de dar comienzo pero aún sin actores en escena. Susurró…

 

Ya Madre con Juan. Ahora Nazareno con niña.

Está colgado. Y duele mucho.

Una gota de agua abre su costado, y cae sobre la piedra maciza del monte. A sus pies, de entre las rocas, nace una niña. Golpea sobre su frente pequeña, inmaculada, el último espesor de sangre brotado de la herida abierta. Y llora. La niña llora ferozmente, y lo mira. El pecho abierto duele mucho.

La niña llora aún más fuertemente. No sabe que si baja a socorrerla, morirá. Que si baja del madero, todo Pecado, la matará. Deja que llore. El pecho herido, duele mucho. La cabeza horadada, duele mucho. Y los brazos y las piernas y el cuerpo todo, duelen mucho.

No puede bajarse de la cruz. Por su bien, no puede hacerlo ahora.  Cuando crezca, fuerte y bella, anchos sus pulmones, comprenderá en Espíritu a su Padre, y a su Hijo, un Nazareno con niña…

 

Después el emérito Demiurgo agregó, con una sentencia por muchos de los espectadores conocida: El que pueda entender que entienda. Y se esfumó en una cortina de humo como de incienso, que difuminó su augusta figura y la trasfiguró en una de las tantas volutas con que la niebla del Primer Viernes envolvió al Mundo de lo Creado…

 

Ahora, los actores en escena. Ahora, finalmente, el ocaso mesiánico tan temido como esperado había llegado… (Y un clamor, como de un millón de voces de ángeles ahogados, partió de las Gradas y Plateas de la sala demiúrgica. Rugió y estalló, aquel Viernes, como los relámpagos y truenos que provoca una tormenta otoñal, florecidos en la corona de nubes oscuras que envolvía el patíbulo, como a las tres de la tarde…).

 

«Se está muriendo», dijeron ellos.

«Me estoy muriendo», dijo él. Y, después de un suspiro prolongado, alguien o algo lo despeñó hasta el fondo de un pozo negro y vítreo, que solo tuvo fin en los incandescentes campos encarnados de un cielo rojo y febril. Una profunda marea de sangre y luto se mezclaba en los ocultos alaridos de aquellas manos que intentaron, de pronto, salvajemente, asirse de las suyas cuando todavía no habían tocado la superficie de aquel océano de sangre. Un súbito pavor le devoró las entrañas, pero pasó rápido. Y supo lo que debía hacer, y cómo hacerlo. Pendido como un títere hacia los sin limites subterráneos de aquel pozo negro, hizo crecer en ramas y ramitas y sarmientos a cada una de las espinas que formaban la corona sujeta a su cabeza hasta los huesos del cráneo atribulado. Creció así de esa corona de espinas un inmenso árbol, donde una por una, aquellas manos se clavaron, espina con espina, suplicando ser asidas para escapar, de ese modo, con él, hacia lo alto…

 

Y así fue. Un racimo de manos y de almas en llanto pero gozosas, fue elevada con esfuerzo sobrenatural hacia lo alto, y el que había sido arrebatado hasta sus profundidades, emergió nuevamente hacia las luces del amanecer del tercer día, en las serenas aguas de un cielo, ahora azul celeste… El remanso de aquel cielo limpió y sanó las heridas de aquellas manos, de aquellas almas, dando cumplimiento a la profecía: …descendió a los infiernos y, al tercer día, resucitó de entre los muertos.

Nada de eso vieron las mujeres aquéllas cuando, frente a su esbelta figura resucitada, buscaron entre los muertos al que estaba vivo…

 

Entonces, el inmenso Coliseo estalló en aplausos. El Gran Ilusionista, de pie en el centro del escenario mayor, reclinó levemente su torso, y luego, con ademán educado, condujo esos aplausos hacia la magra figura del Cristo que había encarnado tan durísima experiencia.

 

 

Con  devoción,  a  la  infinita Misericordia  de  Dios, y  a  los  que  asumen  al  dolor,  como  medida  del  Amor. En  especial,  a  Quien  el  séptimo día —cosmogónico— descansó, y al tercer día —real y cosmológico— resucitó…

Escrito hace algún tiempo durante la tensión de una Semana Santa, y pensando en el descenso de Cristo Jesús al lugar de los muertos para salvar a patriarcas, profetas y creyentes del Antiguo Testamento en su Venida anunciada mesiánicamente en dichos libros sagrados, lo dedico ahora particularmente al colega madrileño  y amigo en las letras y hermano en humanidad, Pedro M. Martínez Corada (Director del magazín virtual Almiar Margen Cero, Madrid, España); y, por su digno intermedio, a todos los amantes irrenunciables del Verbo: más allá del tiempo y la distancia, de la tierra y del Cielo, llevados a gachas por el rumor cabalgante de los Sueños, y de sus archipiélagos creativos abiertos como puertos de consuelo y serenidad…  

Unidos todos  por la taumaturgia  de la imaginación deletreada por el Maná de la Palabra, en  húmeda  alianza con esta estación otoñal que embriaga y sofoca, ora luminosa, ora tormentosa, ora angustiada, ora esperanzada, mas siempre rumoreada por gotas de rocío resbaladas al alba y hacia el maduro rostro de estas tierras laguneras entretejidas por murmurantes ríos cerveceros… Sí, desde ésta, mi botica de autor en Santa Fe de la Vera Cruz, ciudad colonial y constitucional argentina…

Muy cordialmente:

Adrián N. Escudero (Santa Fe, Argentina) –  Abril 2019 (Octava de Pascua)

 


 

Adrián Néstor Escudero

Adrián Néstor Escudero. Nacido en Santa Fe, Argentina, el 12 de enero de 1951. Casado, cuatro hijos y seis nietos a la fecha (y a Dios gracias). Como Dr. Contador Público Nacional (1975) y Magíster en Dirección de Empresas (CT – 1998), se desempeñó en la gestión privada y pública. Ejerció la docencia y cargos académicos universitarios en el Área de Administración de Organizaciones y Área de Gestión Educativa (FCE-UNL, 1972-1980 y FCE-UCSF, 1980-2000). Miembro del Consejo Profesional en Ciencias Económicas de la Provincia de Santa Fe, Argentina (1975-1980). Miembro del Colegio de Graduados en Ciencias Económicas de la Provincia de Santa Fe (Argentina) (1975 a la fecha).
Como escritor cultiva la narrativa, el ensayo y la crónica articulista y es prologuista de libros, conferencista, jurado y crítico literario. Autor de tres libros de cuentos editados: Los Últimos Días (Ed. Colmegna SRL, Santa Fe, 1977), Breve Sinfonía (Ed. Colmegna SA, 1990) y Doctor de Mundos I; El Sillón de los Sueños (Ed. Vinciguierra, SRL, Bs. As., 2000); nueve libros inéditos: Piedras (una Fábula Mitológica) (2016); Doctor de Mundos II (Visiones Extrañas) (2016); Doctor de Mundos III (Mystagogia Narrativa o El Legado de Juan) (2016); Apocalipsis Bang (2015); Mundos Paralelos (2014), El Emperador ha muerto (2011); Desde el Umbral… (2011); El Reino de los Sueños I (2011); Nostalgias del Futuro (Antología, 2009); y siete libros de cuentos en desarrollo: Los Espaciales; Perdido en el Templo (En los umbrales de mi Getsemaní); Punciones Mentales; Mixturas Cotidianas; Atila y Otros Cuentos de ABC y El Reino de los Sueños II, y cinco breviarios literarios editados: Septeto (Colección Mesa de Cuentistas ASDE, 1996); Apocalipsis bangLas siete Parábolas de la In-Creación (Ed. Vinciguerrra SRL, Bs. As., 1999); Los Últimos días – Tetralogía (Ed. Mundo Cultural Hispano, España, 2005); El Emperador ha muerto – Tríptico (Colección La Abadía, Vol. 10. Ed. Ciudad Gótica – Rosario, 2006); y Teofanías y otros relatos (Colección 30.º Aniversario SADE-Filial Santa Fe, 2006).
Premiado en sesenta certámenes literarios (locales, regionales, nacionales e internacionales. Su obra forma parte de treinta y nueve antologías (Argentina, Bosnia, España, Colombia, Marruecos, México, Guatemala, USA, etc.), y suplementos culturales, diarios y revistas literarias, de orden local, nacional e internacional. Ha publicado en cuarenta magazines virtuales (Las Américas, Europa, África y Asia). Su perfil biográfico se destaca en: Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe – Edic. Sudamérica – Sta. Fe (Argentina, 1992); Breve Diccionario de Autores Argentinos. Edic. Atril – Bs. As. (Argentina, 1999); Selecciones Biográficas Narradores Santafesinos. Edic. Tauro – Sta. Fe (Argentina), 1994); Un siglo de Literatura Santafesina. Edic. Culturales Santafesinas – Rosario (Argentina, 1999); y Los que hicieron Santa Fe. Cap. 34 – La Creación Literaria – Edic. Diario El Litoral – Sta. Fe (Argentina, 2005). Condujo durante 1979-1987, junto al escritor Edgardo A. Pesante, (1932-1988) el Programa Acontecer Literario (LRA 14-RN-Sta. Fe).
Entidades y foros culturales: (entre otras) A.S.D.E.; SADE-Sta. Fe; ICH-Sta. Fe.; El Puente; ASL; SEPA; ESCRITORES.ORG; Parnassus (Buenos Aires); Mapuche (Buenos Aires); Letras en el andén (La Pampa); Café de escritores (USA); Club literario Cerca de ti (España); REMES (España); UEH (Colombia); UDME (Perú); UNILETRAS (Colombia: Vicepresidente Adjunto); OMT (México-USA: Vicepresidente Argentina), etc.

adrianesc [ at ] hotmail.com

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Ilustración relato: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

biblioteca relato Adrián Néstor Escudero

Relatos en Margen Cero

Revista Almiar (Margen Cero™) · n.º 104 · mayo-junio de 2019

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