
Ruptura
Dominique Gómez Zepf, autor del relato Ruptura, refiere de esta historia que es «una mezcla de terror, surrealismo y existencialismo que quiere invitar, además, a la reflexión del lector».
Dominique Gómez Zepf, autor del relato Ruptura, refiere de esta historia que es «una mezcla de terror, surrealismo y existencialismo que quiere invitar, además, a la reflexión del lector».
Seis versiones del relato breve Antes del fin, en las que el autor, Sergio Borao Llop, sitúa con habilidad al lector ante distintos desenlaces de la historia.
«Mujer activa, no estaba para quedarse en casa haciendo tortas o tejiendo para nietos y bisnietos como con frecuencia ocurre —o mejor, ocurría— entre las buenas abuelas, por lo que desplegaría su saber en el pequeño club de la colectividad, allá por el barrio de Palermo». Un relato por Héctor Zabala.
Un miércoles soleado, que invitaba a ocupar el jardín, fue el momento familiar elegido para compartir el único espacio verde de la casa. Fue el improvisado momento y lugar para el reencuentro con las mascotas de casa… Un relato breve por Carlos Marchena González.
«Nada podía salir mal aquella noche. Arrebatados por el deseo, nos demoramos imprudentemente en el ascensor de su edificio…». Un relato por Gabriel Cocimano.
Pedro me echó la charla de siempre, que soy la boba de la funeraria, que tendría que aprender a decir que no, que lo dejase para mañana, que no se iba a escapar… (Relato por Carmen Sogo).
«Basta ya de tragedias, Mario, por favor, que de eso no se ha muerto nadie. Y sí, Mario, por mucho que tú digas, claro que soy una persona sensible. Lo soy porque todo me jode, o me emociona, o lo quiero desesperadamente». (Relato por Hernán Elvira).
Estaba en medio de la sala del museo, en pie, confuso, mirando a su alrededor. Alto, delgado, la camisa parda que vestía flotaba en torno a su torso, el pantalón negro se desplegaba ancho y vacío como un saco alrededor de sus piernas. Calzaba sus pies sucios con espardeñas deshilachadas. En su rostro flaco y tostado, los ojos castaños muy abiertos miraban perplejos la sala llena de viejos aperos de labranza. Relato por Juan José Sánchez González.
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