entrevista por
Beatriz Celina Gutiérrez

N

adie mejor que él podía atestiguar la entrada al puerto habanero del vapor Manuel Arnús o del Sirius. Precisaba esa validación para el libro que escribía. Esa tarde de domingo transitaba por la calle Obrapía buscando el número 415. Una señora vestida de blanco fumando un tabaco me indica:

—Es allí, en la esquina de Aguacate, en los altos de la shopping —le sonrío y continúo por la estrecha calle echando un vistazo a una fila de casas empolvadas y el ir y venir de todo tipo de vehículos. La señora sigue mi rumbo con mirada curiosa. De pronto, divisé a un hombre, ya me esperaba. Se aproxima a mí y pregunta:

—¿Usted es la compañera de la entrevista…?

—Sí, ¿y usted es Armando Machado, con el que hablé por teléfono? Suba al auto por favor —no dudó en hacerlo y se sentó a mi lado.

Me cuenta Machado que ya tiene noventa y dos años, que está jubilado. Veo en él una mirada limpia y profunda. Muy conversador. Habla de sus cinco nietos y cinco biznietos, de sus dos hijos, uno de ellos, Lázaro, de sesenta y ocho años de edad y con cincuenta años de trabajo en el puerto de La Habana. También ha seguido los pasos de su padre como semaforista del Morro. Además, dos nietos de la familia Machado, Fernando y Armando, continuaron la tradición de su abuelo.

Esa tarde, nos dirigimos hacia El Morro de La Habana.

—Armando, hábleme de cómo llegó a realizar esta labor.

—Te puedo decir que yo me alisté en la Marina en el año 1934, entonces esto pertenecía a la Marina de Guerra. Pasaron los años y me licenciaron en el 1971. La Marina Mercante era atendida por Joel Chaveco, él pidió varias oficinas entre ellas el semáforo y así fue cómo el semáforo pasó a la Marina Mercante, entonces empezamos a navegar para aquí y para allá, por veinte lugares hasta que volvimos a caer ahora en La Coordinadora del puerto de La Habana, que es la autoridad portuaria. El director es el general de brigada retirado Armando Choi Rodríguez, que había sido el jefe de las tropas coheteriles y que ahora está a cargo de la descontaminación de la bahía habanera.

—Lázaro, ¿usted lleva cincuenta años trabajando aquí? —pregunté al hijo de Machado, que ese día trabajaba custodiando la entrada de los barcos a la bahía.

—En junio voy a cumplir cincuenta años, el seis de junio y en esa misma fecha, pero en el año 1964 nace mi hijo Hirán, el que está a mi lado y también es semaforista del Morro.

—Yo tengo setenta años de trabajo aquí —nos dice Armando, el padre de Lázaro.

—Veo que los nietos también están trabajando como semaforistas.

—Sí, dos nietos, uno lleva diez años y el otro ocho, ya es una tradición familiar.

Familia Machado en La Habana

La familia Machado en la entrada de la Estación Semafórica de El Morro. (Fotografía tomada por el nieto de Armando Machado en 2004).

—¡Linda familia la de Armando Machado! Ustedes ya saben que estoy escribiendo un libro sobre el barco Manuel Arnús, ¿qué me pueden aportar con relación a ese barco y los sucesos que ocurrieron alrededor del mismo? Armando, ¿usted recuerda que ese barco estuvo preso un año y medio en la bahía de La Habana?

—Sí, entró y no salió más.

—¿A usted le consta que está registrado en el Libro de Entradas y Salidas y que estuvo año y medio en el puerto de La Habana?

—Exactamente, mírelo aquí usted misma —dice mostrando el libro de registro de aquellos años y fotos  conservadas por él.

—¿Conoció algún tipo de información sobre este barco?

—No, no recuerdo.

—¿Pero sabe que el barco estuvo anclado en el muelle de San Francisco?

—Sí.

—¿Recuerda alguna personalidad que venía en él?

—No, años después me enteré por la televisión en una entrevista que le hicieron a Rosita Fornés que ella venía en ese barco.

—De eso tengo conocimiento y también he entrevistado a Rosita, ella viajaba con su familia en ese barco. Armando, conocemos que el Manuel Arnús cambió su nombre por el de Sirius. ¿Qué nos puede decir sobre esto?

—Lo desconozco, él entra al puerto de La Habana y se registra con el nombre de Manuel Arnús y sale años después con el mismo nombre.

—¿Venía a La Habana con frecuencia?

—Sí, en ese mismo año de 1936 hizo varias entradas y salidas cortas a países cercanos.

—Mire usted… —nos muestra Lázaro con el libro de registro en sus manos—. Entró en enero los días 4 y 15, salió el 7 y el 16 de ese propio mes, en marzo entró el 10 y el 19, salió el 12 y el 19, en mayo entró el 10 y el 19, salió el 12 y el 19 y después entra por última vez al puerto de La Habana el 25 de octubre de 1936 y sale rumbo a México el 27 de marzo de 1938. Más nunca regresó a La Habana.

—Es decir, se confirma que estuvo más de año y medio anclado en el puerto de La Habana.

—Efectivamente, así está registrado en los libros.

—¿Y cómo se explica que la revista Bohemia de esa época publicara la llegada a puerto de La Habana del vapor Sirius, donde aparece una foto y sin embargo no está en los libros de registros de buques?

—Usted puede estar segura que todos los barcos que entran están en el registro. De todas formas vamos a volver a buscar el nombre de Sirius.

—Sería interesante despejar esa incógnita. Según me explicó Rosita, pasajera con su familia en el Manuel Arnús, a ese barco, antes de cruzar el Atlántico lo llevaron a un dique seco y le cambiaron el nombre por Sirius.

—Tendría que ver la foto del Sirius para reconocer el barco —apunta Armando.

—Aquí se la muestro.

—Desde que usted me preguntó el día que hablamos por teléfono yo he buscado en todos los registros de esos años y no aparece nada con el nombre de Sirius  —señala Lázaro.

—Eso que dice ella de cambio del nombre puede ser verdad  —dice Armando, y continua—: Mira, yo recuerdo que había un vapor que se llamaba Presidente Machado, fue el primer vapor de pasaje adquirido por Cuba, no recuerdo a que país. El vapor iba a entrar a puerto en el momento que cae Machado y entonces en alta mar la tripulación le borró el nombre del dictador y lo rebautizaron con el nombre de Cuba y se quedó navegando con ese nombre. Así que, perfectamente le pudo haber ocurrido eso al Manuel Arnús, le cambiaron el nombre y cerca ya del puerto de La Habana se lo volvieron a pintar, eso ha pasado.

—Tengo entendido, que había un cañonero de la Marina de Guerra Cubana también llamado Cuba. ¿Recuerda algo sobre los sucesos del Cuba?

—Sí, era el único cañonero que teníamos. En ese año de 1936, desde enero, el Cuba estuvo todo el tiempo en el puerto hasta el 13 de noviembre que sale y vuelve a entrar ese mismo día —apunta Lázaro.

—¿Y de los sucesos del Cuba qué conocen?

—Recuerdo una sublevación de oficiales y lo del Hotel Nacional, pero el que cañoneó no fue el Cuba, ahí hubo algo… El comandante del Patria, que era otro cañonero, hizo una prueba frente al Hotel Nacional y tiró con todos los cañones y le costó un lío con el presidente. Esa historia nunca quedó muy clara y cada uno la cuenta a su manera. Le puedo asegurar que fue el crucero Patria el que hizo fuego al hotel Nacional haciendo aquellas pruebas. Yo estaba ese día a cargo de la entrada de los buques al puerto y eso fue lo que ocurrió.

—Armando, esa es otra buena historia por contar y aclarar. Volvamos a retomar el Manuel Arnús, después de haberle enseñado la foto de ese barco entrando a la bahía habanera, ¿lo recuerda usted?

—No recuerdo a la vista, nosotros anotamos en los libros de registros de Entradas y Salidas. Aparte de ese libro, comenzamos, hace años, a recoger historias y fotos. Mire a ver si encuentra algo usted.

—Vamos a ver…. ¡Todo esto es un tesoro en información!, ¡aquí está el Manuel Arnús!, y hay una foto. Dice que salió el 27 de marzo de 1938 del puerto de La Habana rumbo a México como cabaret flotante.

—¡Sí, ahora recuerdo! Nosotros pegamos esa foto y escribimos eso, pero habría que averiguar si eso del cabaret flotante era verdad, lo oí decir en aquel entonces, no me consta.

—Parece que mi papá lo oyó en conversación aquí en aquellos años, no tiene una confirmación sobre eso, inclusive yo pensaba que lo habían cogido de cabaret flotante aquí, no en México, después él me aclaró que aquí no, que se dijo cuando partió hacia México —precisa Lázaro.

Armando Machado (Estación semafórica)

Estación Semafórica en lo alto de El Morro (foto por Pablo Bertrán)

—¿Armando, estos datos y fotos usted los registró en aquella época?

—Sí, en esos mismos años de 1936 al 1938.

—El que escribió todo esto, que aparece en la foto, es el jefe de nosotros ahora, fue un compañero que vino procedente de los Jóvenes Rebeldes, tenía quince años y con nosotros aprendió en un curso que se hizo; actualmente es nuestro jefe. Yo le ayudé a recopilar todos estos datos, muchas de estas fotos estaban en los libros de registro antiguos, pegadas con las incidencias de lo sucedido a los barcos y entonces las pusimos en este nuevo libro que hicimos. Mi padre ayudó a reconstruir cada historia y aportó sus vivencias —explica Lázaro.

—Es una pena que esta valiosa información se pierda… —comento.

—¿Por qué usted no hace un libro con todo esto? —apunta Armando.

—Sería muy interesante,  primero quiero terminar con el del Arnús, ya después veremos. Armando, en la investigación que he realizado han salido a la luz otros barcos que se relacionan con el Manuel Arnús, por ejemplo, el Durango, ¿recuerda el Durango?

—Sí, era un cañonero mexicano parecido al Cuba. Entró a La Habana el 28 de octubre de 1936 y salió rumbo a México el 1 de noviembre de ese mismo año —señala Lázaro.

—Es decir, que el Manuel Arnús llega a La Habana el 25 de octubre de 1936 y el Durango entra a puerto tres días después, el 28 de octubre de ese año. Entonces, se verifica, que esa fecha estaban los dos buques en el puerto de La Habana. ¿Recuerda alguna vinculación del Durango con el Manuel Arnús?

—No.

—Aquí yo tengo un dato del turbo eléctrico Oriente que era un barco que daba viajes a los Estados Unidos. ¿Recuerda ese barco?

—Sí, iba a la Florida, era un vapor americano gemelo, el Morro Castle uno venia y cuando se iba, entraba el otro, venían muy seguidos. Yo me recuerdo que el Morro Castle salió una noche en que yo estaba trabajando y frente a las costas se incendió. Hubo un lío del diablo, había una muchacha que estaba nadando y pidió auxilio y desde el Morro, el nadador Debeche, que era uno de los mejores de Cuba, se tiró a buscarla, a él le dio un calambre y se quedó ahí mismo; él era de Guanabacoa, se llamaba Juan Debeche.

—Esa es otra buena historia… Volvamos al turbo eléctrico Oriente de la Word Line, necesito saber si en el mes de marzo de 1938 estuvo en el puerto de La Habana, porque según lo que he podido averiguar, el capitán del Manuel Arnús salió en ese barco rumbo a Estados Unidos de Norteamérica.

—Bueno ese barco tiene varias entradas y salidas en el mes de marzo de 1938, entró 26 de marzo y salió el 27 del propio mes. Hacía viajes rápidos a La Florida.

—Es decir que el mismo día que sale el Manuel Arnús de La Habana, 27 de marzo del 1938 rumbo a México, también sale ese mismo día el turbo eléctrico Oriente hacia Norteamérica.

—Efectivamente.

—Todo concuerda perfectamente. Estoy muy impresionada y complacida ya que he podido corroborar mi investigación y testimonios. Armando, ¿usted tiene alguna otra anécdota que considere de interés para incluir en mi libro; algo que haya sucedido aquí que le llamara la atención en los años que usted llevó como semaforista del Morro de La Habana?

—Algo inolvidable para mí fue un barco que se llamaba Luciano Manara, italiano, entró por la mañana y por donde está la boya se cayó un tripulante al agua; la lancha del práctico viró para recogerlo y tiró un salvavidas. Yo siento un grito y miro para abajo y veo una mancha de sangre, supongo que fue un tiburón quien lo atacó por lo siguiente: Antiguamente los pesqueros tipo viveros venían del Golfo y se fondeaban aquí atrás, en el fondeadero del Morro a esperar poder despachar su carga. Los pescados venían vivos en la cisterna de los barcos, allí lo limpiaban para después mandarlos a las plazas y otros los mantenían en cachucha, que era una cisterna hecha a base de listones para que el agua pudiera entrar y salir y mantener el pescado vivo. En ese lugar tiraban por la borda desperdicios de los pescados que limpiaban, y como es natural, rondaba por el lugar algún que otro tiburón en busca de presa.  Una madrugada —continúa Lázaro—, en el año 1956 o 1957, un vivero de los que acostumbraban a pescar en el Golfo de México venía hacia La Habana, ese día entraba un norte y el barco navegaba solamente a la vela, las marejadas y los fuertes vientos lo lanzaron contra los arrecifes del Malecón, yo me encontraba trabajando en el semáforo del Morro y di la voz de alarma a la Capitanía del Puerto para que fueran en auxilio del vivero. No se podía ir por mar por los fuertes vientos y marejadas. Se utilizó el carro escalera que tenían los bomberos de aquella época y gracias a esto se pudo sacar a la tripulación de los viveros sanos y salvos. El barco quedó destrozado. Lo recuerdo con mucho arraigo por los momentos tan terribles que pasé viendo cómo se destruía aquella embarcación.

Armando Machado

Armando Machado, en la Estación, ya jubilado. (Foto por Pablo Bertrán).

Continué  hojeando el libro de Registro: —¡Miren, el día 19 de diciembre de 1939 salió el buque alemán Columbus!

—Efectivamente, al estallar la Segunda Guerra Mundial, ese buque se encontraba en el puerto de La Habana y para no permitir que el gobierno cubano se incautara del mismo ya que Cuba estaba en guerra con Alemania se hizo a la mar con destino a México; y estando a 400 millas de Virginia fue hundido por su tripulación al verse acosado por los navíos de guerra ingleses —explica Armando.

—¿Fue la última vez que se vio ese barco aquí?

—Sí, ese barco entró en La Habana y estaban los cruceros ingleses cazándolo allá afuera, uno para acá y otro para allá, esperando su salida. Salió rumbo a México y cuando se vieron perseguidos lo anegaron en agua para que el barco se hundiera.

—Lázaro, tengo interés en verificar si existió la entrada del barco Méxique en 1936.

—Sí, mírelo usted, era un vapor francés y tenía entradas de poca estadía aquí y salía después para México. Aquí aparece en el libro que en el año 1936 entró y salió varias veces, entró en octubre el 27 y sale el mismo día 27, en noviembre entra el 3 y sale el 3 y en diciembre entra el 3 y sale el 3 y vuelve a entrar el 11 y sale el 11 de ese año1936. Ya después entra en el 1937 un 28 de abril y no sale hasta el 5 de mayo de ese año.

—Es decir que el Méxique entró el 27 de octubre de 1936 y ya el Manuel Arnús estaba en puerto desde el día 25 de ese mismo mes y año. Por los datos que poseo todo me coincide perfectamente.

—Sí, por los registros que tenemos aquí aparecen en esos años todos esos datos que usted posee de buques que entraron al puerto habanero.

—¿Relacionado con los hechos del Arnús recuerdan algo que pudiera ser de interés?

—No, solamente que estuvo retenido todo ese tiempo en el puerto de La Habana y que después salió para México. Años más tarde, supe que Rosita Fornés venía en ese barco.

—¿Y relacionado a la actividad de ustedes como tal, tiene alguna anécdota que contarnos?

—Los dos buques cubanos que estuvieron unos meses en la lucha de los vietnamitas y fueron atacados en el puerto de Haifong. Cuando llegaron al puerto de La Habana se les puso en el mástil la bandera cubana y la vietnamita para recibirlos. Deseo señalar todo el desarrollo que hubo con la Marina Mercante y de Pesca después del triunfo de la Revolución.  Aquí mismo, no había medios de comunicación nada más que por banderas, ya después hubo equipos de radio —apunta Lázaro.

—¿Desde qué año se brinda este servicio a los buques?

—El Semáforo del puerto de La Habana que está ubicado aquí en el Morro es un servicio que comenzaron los españoles en 1888, por eso es que viene el nombre ese de Semáforo del Puerto porque los españoles, en sus costas, también tenían semáforos o faros que utilizaban para guiar a los barcos. Cuando aquello no había medios de comunicaciones nada más era por banderas. Todavía no existía la telegrafía y entonces los barcos por medio de las banderas se les indicaba que se dirigieran al puerto del Mariel o al de Santiago de Cuba si no podían atracar en el de La Habana. Era el medio de comunicación que existía en esos tiempos.

—Quisiera que me explicara el procedimiento que ustedes utilizan.

—Un buque, cuando llega a las costas nuestras trae izada la bandera del pabellón de su país y nosotros aquí izamos la misma bandera de la nacionalidad del buque que se observan, es decir le damos una respuesta a ese buque. Aquí hay un tipo de señalamiento que se le da al buque de acuerdo a su tamaño, a su eslora o largo. Por ejemplo hasta 130 metros hay una bandera que se llama de pequeña eslora, otra de 130 a 170 que es de mediana eslora y otra que es de más de 170 metros de largo y después cuando está próximo a unas millas de aquí, se le pone la bandera de la nacionalidad como saludo y a la vez para que las embarcaciones que están en el canal sepan que va a entrar un barco y no interfieran el trabajo del práctico en el canal. Hasta hace unos años aquí se utilizaba el proyector de señales, utilizando el código Morse, el telescopio y las banderas y es a partir de 1975 que empiezan a instalar medios técnicos más modernos.

—Esta labor comprende las 24 horas del día, ¿siempre fue así?

—No, antes era el servicio de sol a sol, hasta la puesta de sol. Fue a partir del 1895 en que hubo una colisión entre un buque de guerra español el Sánchez Barcastegui, un crucero, con el mercante Mortera, noruego, que venía entrando, ocurrió de noche y después de eso fue que extendieron el servicio de noche y pusieron dos farolas de color rojo para anunciar de que el canal estaba ocupado, que estaba saliendo un barco para que no fuera a entrar otro. En aquellos tiempos no había otros medios de comunicaciones.

—Armando, tengo entendido que aquí en la bahía de La Habana existió un barco cárcel llamado el Máximo Gómez ¿lo recuerda usted?

—No, no recuerdo ese barco, pero me parece que yo oí en una ocasión algo de eso, de que hubo un barco cárcel aquí, pero no recuerdo el nombre, o una patana barco que construyeron con ese fin, para que estuviera de cárcel ahí, pero nunca salió, la tenían atracada —explica Lázaro.

—¿Y en los libros no aparece registrado ese barco, el Máximo Gómez?

—No, no aparece nada con ese nombre.

—Pues sí, existió, mi tío abuelo estuvo preso en él y recuerdo perfectamente sus historias. A más de ello, mi madre guarda recortes de periódicos de la época. Es posible que tuviese otro nombre y otra nacionalidad y por eso no aparece registrado como el Máximo Gómez. Investigaré sobre el mismo pues deseo incluirlo en mi libro.

—Es probable que sea como usted dice. Lo buscaremos a ver si aparece, quizás con otro nombre.

—Me queda otro barco, el St. Louis, (San Luís), según mi madre, estuvo unos días solamente en puerto y no dejaron desembarcar a los pasajeros que venían en él; ella me comentó que esto sucedió en 1939, un año después de la salida del Manuel Arnús hacia México.

—Efectivamente aquí está, entró el 27 de mayo de 1939 y salió el 2 de junio de ese mismo año. Ya después no entró más.

—También pienso incluirlo en mi libro.  Lázaro, deseo hacerle otra pregunta, tengo curiosidad en saber si en la bahía de La Habana existe un bajo, o un pináculo muy peligroso para la navegación. Me contaba mi abuelo, cuando niña, que en el barco que él llegó de Galicia, el vapor francés La Navarre por poco encalla, eso fue por el año 1910. Pasaron todos un buen susto a bordo.

—Sí, aquí donde están los cañones esos —señala y continua—, le llaman los Doce Apóstoles, donde está el restaurante hoy día, es esa parte de ahí, donde está la boya verde, toda esa zona de ahí es lo que le llaman el Bajo de los Doce Apóstoles y es muy peligrosa.

—¿Y han ocurrido algunos encallamientos?

—Sí, hay barcos que se han varado ahí, se han desviado, han tenido problemas con el motor, el timón o en las máquinas.

—O sea que es un lugar peligroso, hay que estar alerta.

—Sí y en la Punta hay también un lugar muy peligroso, que se llama Los Bajos de La Punta.

—Ya veo que no mentía mi abuelo.

—Yo quisiera, antes de terminar, decirles que recuerdo como algo muy especial el día en que Rosita Fornés, vino al Morro vestida de miliciana a filmar un programa de televisión, no sé si se acordará ella de eso. Fue hace muchos años y desde aquí, desde el Semáforo la vi cantar, esa imagen no la he olvidado y mire usted qué casualidad, ella venía en el barco Manuel Arnús.

—Se lo comentaré en su nombre a Rosita cuando hable con ella. Les estamos muy agradecidos y nos marchamos muy satisfechos con toda la información que hemos podido obtener de ustedes.

—El gusto ha sido nuestro. ¡Ah!, nos hace llegar un libro cuando lo publiquen.

—Ténganlo por seguro y serán invitados a la presentación del mismo.Esta labor de vigías en la estación semafórica del puerto de La Habana que realiza la familia Machado desde hace tantos años, nos resultó fascinante y consideramos oportuno exponer una síntesis de la misma:

Creada desde el 18 de octubre de 1888 por la Real Orden se puso en marcha este servicio del Semáforo del puerto de La Habana. Situado en la fortaleza de El Morro, a una altura de 32 metros sobre el nivel del mar desde donde se puede abarcar un radio de visión de 15 millas. Nos contaron los Machado que, al principio, el servicio radicaba en una caseta de madera pintada con franjas negras y blancas, situada al este del Faro a una distancia de 50 metros del mismo y que al pasar el ciclón de octubre de 1926 por La Habana derribó la caseta original y no fue hasta el año 1944 que la Marina de Guerra se encargó de este servicio y construyó la nueva edificación que se mantiene hasta nuestros días y que a lo largo de todos estos años ha recibido restauraciones. El primer semaforista que tuvo La Habana fue Don Narciso Valdés Mir. Lo sustituyó su hijo Narciso Valdés Barrera hasta su retiro. También el que fue capitán del mercante cubano El Jigue, Cesar Valdés Almansa y su nieto e hijo respectivamente son veteranos de la estación semafórica del Morro prolongándose la tradición a la familia Machado. Día y noche mantienen la vigilancia los técnicos semafóricos utilizando hasta 150 señales combinadas con banderas en la fase diurna con un lenguaje específico e invariable que son sustituidas durante la noche por medio de luces eléctricas. Todas estas señales se efectúan por medio de un mástil de hierro galvanizado, que tiene un mastelero donde se sitúa el pabellón nacional y una verga con cuatro penoles para las señales de atalaya, un pico con un penol para las señales internacionales y un lugar especial para situar las farolas lumínicas que regulan el tránsito de buques durante la noche.

Los servicios que presta la estación son los siguientes:
– Estación de señales internacionales.
– Estación horaria.
– Punto de observación costera para auxilio a la navegación.
– Como atalaya llamando así a las señales que hacen a la Plaza de La Habana.

Vapor Manuel Arnús (Foto archivo de la Estación Semafórica de La Habana)

El vapor Manuel Arnús en su última entrada al Puerto de La Habana. Foto tomada por Pablo Bertrán del libro confeccionado por Armando Machado.

Antes de penetrar un buque de cualquier nacionalidad a las aguas jurisdiccionales de Cuba debe izar la bandera del país a que pertenece y la señal internacional correspondiente a su categoría, a fin de ser reconocido. Cuando se da por entrada del reconocimiento, el semáforo iza la bandera de eslora y después la de la nacionalidad de dicho buque y así pueden salir los prácticos al encuentro de la embarcación señalada. Aquí vemos la labor tan importante que realizan los semaforistas del Morro. Sin ellos los prácticos del puerto no pudieran trabajar pues ocurriría una colisión. Cuando el canal no está libre se aplica el Código Internacional de Señales, que consiste en dos banderas unidas, la L y la Y. De estar cerrado el puerto, se izan también dos banderas, la U y la M.

Existen distintos tipos de señales a través del código internacional para advertir varadura de buques, obstrucción del canal u otras causas. Y con este lenguaje de colores y banderas, el semáforo se mantiene en constante comunicación con el país y las naves que navegan en sus aguas. La estación semafórica cuenta con todas las banderas nacionales de cuantos países tienen las marinas mercantes o de guerra, así como las correspondientes a señales internacionales y de comunicaciones. Gracias a esta forma de avisos se puede saber desde tiempos pretéritos si el que arriba es un buque de guerra o mercante, si es de vapor o de vela, goleta o bergantín, fragata, barcaza o buque de menos importancia. Hay señales nocturnas que consisten en luces combinadas o solas a base de los colores rojos, verde y blanco. Entre los equipos de la estación figuraba un valioso telescopio francés marca Secretan, con el alcance de unas 17 millas era capaz de identificar el nombre y nacionalidad de un buque a seis millas de distancia y estuvo en servicio desde que se fundó el semáforo en 1888, hasta hace pocos años que se donó al museo de La Cabaña. Hoy cuenta la estación con un telescopio japonés más moderno marca Nikon, que puede alcanzar unas cuantas millas más. También en el pabellón de la estación hay un reflector Blinken o de destellos para comunicarse durante la noche con los prácticos y los buques, así como otros reflectores para alumbrar el casco de las naves que enfilen el canal entrando o saliendo e identificándolo. Por iniciativa de Armando Machado, su hijo Lázaro y Félix Blanco, jefe actual de la estación, se lleva un libro historial hace más de medio siglo en el que se anotan las entradas más importantes de buques en el puerto habanero. Además, desde 1910, se conserva un registro de todos los barcos que entran y salen por el puerto de La Habana por meses y años. Consultando este libro historial y el de Registro de buques, pudimos tomar notas, fotos y verificar todo lo relacionado con el barco Manuel Arnús y los demás barcos que se relacionaban con su historia.

Quiero insertar como dato de interés tomado de este libro historial, que el día 10 de febrero de 1962 arribó el primer mercante adquirido por la Revolución, el Sierra Maestra y el 30 de septiembre de ese mismo año llegaba la grúa Pablo Sandoval, la mayor grúa que ha tenido el puerto de La Habana. Además aparece el Jigue, junto a un lote de diez barcos que se mandaron a construir a España, el mismo fue traído a Cuba capitaneado por un nieto de Cesar Valdés Almansa, también fundador de la estación semafórica de La Habana. Asimismo está asentada la entrada al puerto de La Habana del buque Río Damují, después de resistir valientemente el bombardeo de un avión pirata yankee.

De incalculable valor histórico y testimonial es la información registrada en este lugar desde su fundación hasta nuestros días, la cual atesora cada uno de los barcos que han entrado a puerto habanero, así como las incidencias ocurridas. Todas ellas, más el trabajo de estos hombres, son fuentes inagotables para contar historias. Y a diario, desde la fortaleza del Morro, la familia Machado y otros centinelas cuidan la entrada a nuestra hermosa bahía.

La primera edición del libro El Manuel Arnús, Crónicas y Leyendas * emergió en diciembre del año 2014 por la editorial Ruiz de Aloza, en Granada, España. Su presentación se realizó en la biblioteca Rubén Martínez Villena de la Oficina del historiador de La Habana. Armando y Lázaro Machado, al igual que otros entrevistados fallecieron antes que el libro viera la luz. Rosita Fornés estuvo presente.

 


 

Beatriz Celina Gutiérrez Gómez. Escritora y compositora. Tiene diferentes libros publicados en España y otros países. Actualmente vive en La Torre de Esteban Hambrán, Toledo, Castilla la Mancha.

🖥️ Web de la autora: http://www.vozquejo.es

* El libro El Manuel Arnús, Crónicas y Leyendas, se puede adquirir en: https://www.amazon.es/EL-MANUEL-ARN%C3%9AS-CR%C3%93NICAS-LEYENDAS/dp/B08NDV8YJC

👉 Leer otro artículo de esta autora (en Almiar): Breve historia del Diario de la Marina

🖼️ Ilustraciones del artículo: (Portada) Detalle de la fotografía Bahía de la Habana, Mario Leclere, CC BY 3.0, via Wikimedia Commons | (En el texto) Fotografías por Pablo Bertrán y familia Machado (Derechos reservados).

 

artículo semaforista Machado

Reseñas en Margen Cero

Revista Almiar (Margen Cero™ · 👨‍💻 PmmC) · n.º 128 · mayo-junio de 2023

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