exposición de fotografías
Juan Peláez Gómez

 

D

e, no es la preposición correcta. Es, sin duda, en. Mujeres ‘en’ un territorio.

En este caso se llama Irán. Podía ser cualquier otro lugar de nuestra Tierra. Al fin al cabo no somos tan diferentes.

Verás en mis fotos chicas que se divierten, que miran desconfiadas, madres que disfrutan con sus hijos, ojos alertas, trabajos, recorridos por bazares, colores, luces, ropas que cubren…

En todas ellas, está una parte mía hombre y humano.

Me recuerdan la represión hacia lo que en el fondo reprimo con dificultades.

Mantos negros para evitar la provocación ¿de quién? ¿De mulhas,  sacerdotes,  brahmanes, hombres incompletos e insatisfechos? Recuerdo que una vez Antonio Gala afirmó ante una pegunta de un periodista impertinente sobre su homosexualidad, «alguien que tiene clara su sexualidad no se ocupa de la de los demás».

Ahora siento vivir en un país de fundamentalistas, de neoliberalismos y sus expresiones radicales con nombres como Vox, Ciudadanos, Partido Popular… Sus afirmaciones me espantan con respecto a las mujeres. De alguna manera hablan de mí también. Jueces que vociferan sobre minifaldas, vaqueros y provocaciones de chicas antes de ser violadas. Hordas de salvajes que violentan a mujeres. Seres humanos con derecho de ser libres y manifestar su manera de vestir, de bailar, de moverse, de expresar como deseen.

Miedo. Detrás de todos estos personajes está el terror a que las situaciones sean diferentes. Es el pavor por estar inundados de incultura,  intolerancia,  evolución espiritual de un nivel muy particular… Lo que conduce de manera irremediable al fundamentalismo religioso, económico, incultural. A que miles de personas piensen que su rango es mejor que el de otro por la simple cuestión de haber nacido con unos órganos genitales llamados masculinos. Ser más importante por pertenecer a la raza blanca, a familias con fronteras tan finas y firmes como los cantos de las tarjetas de crédito, que viven en los santuarios de Europa o profesan una religión que es la única y por tanto debe dominar a todas las demás.

Tantos y tantos años de historia para seguir, ni siquiera en el mismo punto. Mucho, mucho más atrás. Ahora ya no es justificable. En el Medioevo no sabíamos que éramos iguales, que podía ser impensable la pobreza. Se creía que los reyes eran los enviados de dioses para que nos educasen, dirigiesen y por tanto, explotasen. Ahora sí somos conscientes de que ser miserable es una imposición de unos pocos sobre unos muchos. Que ser mujer es tan digno, igual y poderoso que nacer hombre. Que ser rey es algo desfasado en la historia y no conlleva ningún poder moral sobre la población que ha de soportarlos y además mantenerlos. Que tener una espiritualidad propia es una evolución sobre las creencias impuestas.

Y sin embargo: embargos. Unos países deciden sobre otros lo que pueden comer, exportar, importar y pensar. Unos pocos tocados con los turbantes, con las túnicas color burdeos o negras de la intolerancia, deciden sobre cómo tienen que pensar, vestir, actuar, danzar, hablar, tocar, andar, unos seres llamados mujeres. Unos estipulan que lo que es de todos ahora, va a ser suyo y privatizan de la mano de ultraderechas. Vocean la cultura única del fanatismo del dinero. Otros, nosotros, tal vez por la educación estratégicamente bien planteada para ser sumisos, de poca crítica, y menor análisis y resignación magnificada, votamos a que nos manipulen, despojen, que los jueces sigan en sus lugares dando sentencias contra lo femenino.

Mis fotos traen solo, si lo deseas, consciencia. Míralas. Mira mujeres en Irán, que podrían estar en España. Están en tu interior, incluso si eres hombre. Me traen las partes que yo no deseo mirar. Mis sombras de intolerancia, de creerme superior, de sentirme elegido, de mi rango y de mi abuso del mismo. No solo les subyugan a ellas su manera de vestir. Nos reprimen a los hombres por la manera en que ponemos color a nuestras ideas, a nuestras  creencias, a la creatividad. Nos obligan a llevar jihabs sobre nuestras libertades. Así nos comportamos encogidos sobre nuestras vidas. Renunciamos a no soñar más que bajo los mandatos de dioses que nos dicen que son únicos e infalibles se llamen dinero, mercados o cualquier otro nombre con los que los han bautizado.

Por eso es tan importante viajar. Observar la diversidad fuera para darme cuenta de la que porto dentro. De derrocar a reyes, los que llevo con falsedad para que me den seguridades. De compartir recursos, de sentirme que soy solo un SER, más allá de formas, espiritual con una parte femenina que necesito. Me es imprescindible la tolerancia, el diálogo, la carencia de lucha, el compartir, la coherencia, la paciencia, la compasión, la actitud de servicio hacia todos los seres vivibles o invisibles… algo que a veces se resume en una gran palabra AMOR. Y todas esas fotos me hablan de ese recuerdo. De dulcificarme a través de colores, formas, expresiones que me traen las mujeres en un territorio, mi interior.

Por tanto gracias a que estén en mi corazón en forma de madres, amigas, compañeras, parejas, amantes. Son mi brújula permanente a que mi Hombre se oriente hacia otras tierras en las que pueda ser masculino con todo mi poder femenino.

Sin la colaboración entre las dos partes de mí seguiré siendo un cazador, un guerrero sin escrúpulos, un corrupto, un fanático religioso, un votante de ultraderechas, ultraizquierdas, socialistas o vete tú a saber qué otra denominación el marketing político inventa para ocultar más de lo mismo.

Honro por tanto con mis imágenes a las mujeres en mis terruños para olvidarme de neoliberalismos, mercados, corrupciones y salvajismos. Doy la bienvenida a engendrar formas diferentes en las que la regeneración empiece a nacer en mí. A que el perdón sobre todo lo que observo me embarace y llegue a nacer en el momento adecuado. A dar más de lo que recibo, a poner mucho de lo que he quitado en la naturaleza, en las plantas, en los animales sacrificados, en esta bola maravillosa, madre y mujer llamada Gaia.

Que así sea.

Juan Peláez (diciembre de 2019)

ENTRAR A LA EXPOSICIÓN

 


 

Juan Peláez Gómez. Nació en Madrid en el seno de una familia relacionada con el mundo de la escritura y el periodismo. Periodista, es titulado en la Escuela Diplomática de Madrid; realizó varios máster en Políticas de Cooperación con América Latina y en Periodismo y Educación.

Web del autor: https://juanpelaezescritor.wordpress.com/

👁 Otras obras del autor (en Revista Almiar):
· La fuerza de todos los nombres (relato)
· Montañas de la montaña (fotografías)
· Sinfonía de pájaros (fotografías)
· Reflejos en San Francisco (fotografías)
· Di versos (fotografías)

 Ilustraciones: Fotografías por Juan Peláez ©

 

margencero fotografía Juan Peláez Gómez

Fotografía

Revista Almiarn.º 107 / noviembre-diciembre de 2019MARGEN CERO™

Lecturas de esta página: 588

Siguiente publicación
Los fines de semana los reservábamos para nosotros. Eran islas…