artículo por
Julio Carmona
E
n el libro de Camilo Fernández Cozman (CFC), titulado Raúl Porras Barrenechea y la literatura peruana, se alude, básicamente, a los puntos de vista del autor estudiado (Raúl Porras) en torno a la literatura peruana en general, con algunas incisiones particulares sobre autores específicos, y esto lo aprovecha CFC para, a su vez, acotar sus propias opiniones. Por ejemplo, traigo en referencia la siguiente apreciación suya, concerniente a César Vallejo (CV) y a su libro Trilce. Dice CFC:
Vallejo —… comenzó bajo el influjo del credo de Rubén Darío y Herrera y Reissig— escribió un poemario que significó un cataclismo en la literatura de lengua castellana: Trilce. Publicado en 1922, Trilce es, sin lugar a dudas, un libro vanguardista (2020: 71-72).
Hay tres aspectos a resaltar en esta cita:
Primero. El tópico Herrera y Reissig, como influencia en la poesía de CV.
Segundo. La hipérbole respecto al cataclismo de Trilce en la literatura de lengua castellana.
Tercero. Del anterior punto deriva la proclividad a considerar a Trilce como que «es, sin lugar a dudas, un libro vanguardista». (Es decir, que no se acepta ¡ni la duda del propio CV!).
En el primer caso, aunque se diga que la influencia de Herrera y Reissig fue en ‘sus comienzos’ (y aunque eso respondiera a una certeza —que no la hay: pues lo que sí es evidente es la influencia del modernismo y sus modismos, comunes a todos los modernistas), con esto lo que se busca es restringir la posibilidad de que CV pudiera haber logrado él solo su cosecha, en un terreno ya surcado por otros arados (sin nominación específica). Pregunto: ¿por qué no se dice de Rubén Darío (¡y de Herrera!) que su obra la hicieron bajo el influjo romántico?; si el mismo Darío llegó a decir: «¿Quién que es no es romántico?» Además, ¿por qué no —también— se buscan los posibles autores que influyeron en su trabajo? Y, en todo caso, esta inquisición debería hacerse con la obra de todos los poetas; ¿por qué la aplican solo a CV?
En el segundo caso, que concierne, casi exclusivamente, al uso del lenguaje; es una restricción (también reiterativa) que se hace a los logros de Trilce, es decir, que se eleva al libro a lo más alto de la montaña, para luego dejarlo caer en el predio limitante del formalismo: para esos comentaristas lo más importante de Trilce es lo que este libro innovó en el nivel de la forma lingüística aplicada a la literatura. Pongo el ejemplo de Mario Montalbetti, quien dice que: «Todavía nadie sabe qué fue lo que dijo Vallejo en Trilce, pero sabemos qué le hizo al lenguaje»1. Con lo dicho por este autor se insinúa que lo único que debe buscarse en la poesía de Trilce es ‘lo que CV le hizo al lenguaje’. ¿Y de «… lo que dijo vallejo», que, según Montalbett «Todavía nadie sabe…» ¿nada? Eso no interesa. Además, es imposible de descubrir, porque, hasta ahora, ‘nadie ha sabido descubrir qué fue lo que dijo Vallejo en Trilce’.
Entonces, ya unidas las dos premisas previas, todos los comentaristas que usan esos sambenitos (entre los cuales incluyo a Camilo Fernández Cozman) llegan a la conclusión de que Trilce y su autor «sin lugar a dudas» son vanguardistas. Es este, pues, un silogismo reiterativo y, por demás, abusivo.
Por otro lado, el mismo CFC hace una cita de José Carlos Mariátegui (JCM) en la que el Amauta dice que la nostalgia de CV (vale decir: su recurrencia al pasado original) «es una protesta sentimental o una protesta metafísica. Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia» (1980: 311). Y JCM no se equivoca en lo que respecta a lo metafísico del sentimiento, porque todo sentimiento lo es, aunque acompañe a una protesta contra un hecho físico u objetivo, porque dicha protesta vendría a ser un enfrentamiento subjetivo; como dice JCM: «… la evocación en Vallejo es siempre subjetiva». Por lo tanto, de esa apreciación no se ha de seguir que JCM estuviera a favor de la metafísica o que él mismo fuera un escritor metafísico ni que, por eso, esté calificando así a CV: que este fuera un poeta metafísico (pues no es hacia eso que apunta dicha apreciación).
Del mismo modo, tampoco se ha de decir que JCM haya calificado a CV de ‘ser un escritor pesimista’, que es como lo hace decir CFC en esta breve cita: «Para Mariátegui, Vallejo es un escritor pesimista» (la cursiva es mía, JC). A lo cual acoto lo siguiente: En principio, JCM no aplica la calificación de «pesimista» a CV sino a sus dos primeros libros (que son los que menciona en su ensayo); dice él:
Vallejo tiene en su poesía el pesimismo del indio (…) el pesimismo de Vallejo (en su poesía) como el pesimismo del indio no es un concepto sino un sentimiento. (…) Este pesimismo (en su poesía) se presenta lleno de ternura y caridad (1980: 312-313).
Es totalmente claro que para JCM: el pesimismo está en la poesía de CV, y agrega que no es un pesimismo consustancial a él, sino como parte de su idiosincrasia ancestral, que, además, se ve morigerado por «ternura y caridad». Y ni siquiera es una calificación generalizada (o generalizable) a todos los poemas, pues no lo precisa así JCM, y de esto no debe seguirse que ese pesimismo lo haya atribuido a todo el libro Los heraldos negros ni a todo Trilce y, menos, a CV. Esta opinión de JCM sobre el pesimismo de CV —detectable en parte de su poesía— es equivalente a lo que pasa con el simbolismo. De este dice JCM:
Clasificado dentro de la literatura mundial, este libro, Los heraldos negros, pertenece parcialmente, por su título verbigracia, al ciclo simbolista. Pero el simbolismo es de todos los tiempos (…) Vallejo no es sino en parte simbolista (op. cit.: 310).
Es decir, que, así como del simbolismo, lo mismo se colige del pesimismo y de lo metafísico: que están en parte en la poesía de CV. Por lo tanto, de él no se debe decir que era metafísico ni simbolista ni pesimista. Después de esta breve cita, comentada, de CFC, este agrega lo siguiente:
Si Mariátegui hubiera podido leer Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz, habría cambiado de opinión. En estos poemarios Vallejo es, muchas veces, optimista respecto del futuro de la humanidad. (p. 73).
Lo dicho ahí, por CFC, deviene ucronía (un imposible en el tiempo), porque es un imposible decir que ‘si JCM hubiera podido leer’ los libros de CV que se publicaron años después de la muerte de ambos, «habría cambiado de opinión» sobre el pesimismo de CV; pero si esa suposición condicional es una ucronía, cuestionable, lo que deriva de ella desbarra más, pues ya da por sentado que JCM «habría cambiado de opinión». Y no solo es impertinente este planteamiento, sino que ni siquiera tiene el más mínimo asidero para suponerlo, en tanto dicho supuesto cambio (del pesimismo) habría de ser respecto de los libros que no pudo leer, mas no de los libros que sí leyó porque eso es ya inamovible en el séptimo ensayo; ergo: lo que hubiera podido decir de los otros libros nadie puede saber qué podría haber sido2. El ejemplo clásico de ucronía es: Si mi abuelita no se hubiera muerto… (¿estaría viva?).
En otro momento CFC dice:
Además, Mariátegui no parece comprender la voluntad innovadora de Trilce. Los ejemplos que transcribe en este libro son bastante insuficientes para entender la complejidad del vanguardismo vallejiano. En realidad, centra su análisis en el libro de 1918: Los heraldos negros. (p. 73).
Es decir. Si al final de la cita dice que JCM «centra su análisis» en Los heraldos negros [que, en sentido estricto, se publicó en 1919], ¿cómo puede acusar en él una incomprensión de «la voluntad innovadora de Trilce»? Y, es más, si en ningún momento JCM, en su ensayo, se refiere a un supuesto vanguardismo que habría en Trilce, cómo se le puede acusar de que los ejemplos que transcribió de Trilce sean «bastante insuficientes para entender la complejidad del vanguardismo vallejiano». Si algo hay en lo dicho por JCM sobre el vanguardismo es (sin usar expresamente esta palabra) para confirmar lo que ha dicho de que CV «no es sino en parte simbolista». Por otro lado, es vano especular el por qué JCM no extendió su apreciación a los poemas de Trilce, si de ambos libros solo cita algunos fragmentos, lo cual indica que su apreciación abarca a la poesía de esos dos libros. Y por eso dice:
Se encuentra en su poesía —sobre todo de la primera manera [¿en la manera de Los heraldos negros?]— elementos de simbolismo, tal como se encuentra elementos de expresionismo, de dadaísmo y de suprarrealismo (p. 310).
Sin embargo, CFC desliza ese mismo criterio, inmotivado, sobre el vanguardismo, al comparar los puntos de vista de Raúl Porras Barrenechea y de JCM. Dice:
De la misma manera que Mariátegui, Porras no comprende de manera plena el mensaje ni la experimentación formal de Trilce. (p. 75).
Si ha dicho que JCM se centra en Los heraldos negros y que transcribe pocos ejemplos de Trilce, ¿cómo puede llegar a la conclusión de «que no comprende de manera plena el mensaje ni la experimentación formal de Trilce»? Decir esto, es estar suponiendo que él ya sabe lo que JCM pensaba de Trilce y que eso que pensaba era una ‘incomprensión plena del mensaje y de la experimentación formal de Trilce’. No se puede decir esto, que JCM ‘no había comprendido el mensaje y la experimentación formal de Trilce’, porque sí lo hace, cuando —a pie juntillas— en la cita anterior, dice:
El valor sustantivo de Vallejo es el creador. Su técnica está en continua elaboración. El procedimiento en su arte, corresponde a un estado de ánimo. Cuando Vallejo en sus comienzos toma en préstamo, por ejemplo, su método a Herrera Reissig lo adapta a su personal lirismo (p. 310. Cursiva mía: JC).
Empecemos por la primera frase: «El valor sustantivo de Vallejo es el creador». JCM dice, pues, que el poder «creador» es lo que le da carácter metafísico a su obra: como que está produciendo una poesía que está más allá del mundo físico. Antes (en la p. 309) también ha dicho —refiriéndose al sentimiento indígena— que: «… en Vallejo es empresa metafísica. Vallejo es un creador absoluto»: que no habla de hechos directamente observados, y que su experimentación formal no está sujeta a un imperativo exterior a él, porque sea algo que está de moda, sino porque (como dice Antenor Orrego, citado por JCM) «era una necesidad vital», y lo que agrega Orrego, enseguida, respalda lo comprendido por JCM [negado por CFC], al margen del vanguardismo: «Cuando se comienza a comprender la obra de Vallejo, se comienza a comprender también la necesidad de una técnica renovada y distinta». Y esto es lo que JCM ha comprendido de Los heraldos negros (y que —por extensión— alcanza a Trilce, aunque con todo derecho, se abstuvo en opinar más sobre este, específicamente):
Vallejo (…) logra en su poesía un estilo nuevo. El sentimiento indígena tiene en sus versos una modulación propia. Su canto es íntegramente suyo. Al poeta no le basta traer un mensaje nuevo. Necesita traer una técnica y un lenguaje nuevos también. Su arte no tolera el equívoco y artificial dualismo de la esencia y la forma (pp. 308-309).
Nótese que, al final de la cita (p. 310) que precede a esta, él menciona a Julio Herrera Reissig, y —esto es importante destacarlo — no dice que Vallejo tomase de él sus temas, sino su método. Es decir, el modo de enfocar el verso para trasvasar los elementos de la realidad: transformándolos, recreándolos, y eso es lo que adapta CV «a su personal lirismo», lo cual es lo esencial de su creación. No es este el momento ni el espacio para tratar esta situación de las influencias. Pero, sí, puedo dar un adelanto con la opinión de Luis Monguió, quien pone el punto sobre la i, de manera categórica y relacional:
No me parece probable que Vallejo, por los días en que compuso los poemas reunidos en Los Heraldos Negros, conociese el libro de Ramón López Velarde, La sangre devota (México, 1916). López Velarde fue el iniciador en México de lo que se ha llamado “mexicanismo”, “nacionalismo”, o “provincialismo” literario, una de las formas del rompimiento con el cosmopolitismo modernista. Pero La sangre devota y Los Heraldos Negros ofrecen muchas similaridades de espíritu y de técnica: temática nativista en parte de sus poemas, empleo de materiales que los modernistas hubieran considerado por lo menos apoéticos, contraposición de lo exquisito y lo vernáculo, corriente y hasta vulgar dentro de un mismo poema, erotismo envuelto en imágenes inspiradas en la Escritura y en el ritual católico. Pudiera ser que tanto López Velarde como Vallejo hubieran encontrado un común punto de arranque en los sonetos “eglogánimas” de Herrera y Reissig y en la poesía de Lugones; también pudiera ser que en reacción contra el mismo tipo de poesía modernista (que a ambos aún les dominaba en parte) hubiesen hallado caminos similares (1952: 101).
Notas:
1: http://www.vallejoandcompany.com/el-trabajo-de-la-poesia-no-es-comunicar-entrevista-a-mario-montalbetti/
2: Como dice Roberto Paoli: «Nadie puede saber lo que pasa en el interior de los demás; podemos eso sí, conocerlo por los productos que nos dejan». (Entrevista en el “Suplemento Cultural” de El Peruano, Lima, 18 de setiembre de 1983. pp. XII-XIII. Entrevistan: Peter Elmore y Federico de Cárdenas).
Referencias bibliográficas:
- Fernández Cozman, Camilo (2020). Raúl Porras Barrenechea y la literatura peruana. Lima: Academia Peruana de la lengua.
- Mariátegui, José Carlos (1980). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta.
- Monguió, Luis (1952). César Vallejo, vida y obra. Lima: Perú Nuevo.
👀 Lee otro artículo de este autor (en Almiar): Criticando al crítico
🖼️ Ilustraciones: (Portada) Vallejo-georgette, Juan Domingo Córdoba, Public domain, via Wikimedia Commons. N. del E.: Imagen coloreada y redimensionada para este artículo ▪ (En el texto) Trilce 1922, diseñado por César Vallejo (1892-1938), Public domain, via Wikimedia Commons.
Revista Almiar – n.º 134 / mayo-junio de 2024 – MARGEN CERO™ – 👨💻 PmmC
Lecturas de esta página: 89
Comentarios recientes