relato por
Alfredo Martín Gómez
P
uedes hacer todo lo que te propongas, cariño, me ha dicho mamá. Y aunque siempre me cuesta entender un poco las cosas que me dicen, esta vez creo que he comprendido el mensaje. Mamá estará orgullosa de mí, y me mirará como me mira cuando hago algo que quiere que haga, aunque no sepa cómo, por qué ni para qué lo he hecho. Y me abrazará como me abraza en esas ocasiones, y casi seguro que se le escapará alguna lagrimita como cuando me aguanto el pipi por las noches, o como cuando soy capaz de vestirme yo solita, o como cuando consigo recordar alguna de las cosas que me han explicado en el cole. Quiero mucho a mamá, y me voy a esforzar y voy a hacer lo que sea para que sonría. Me encanta su sonrisa, ¡y es tan guapa! A veces me pregunto si de verdad es mi mamá. A lo mejor me parezco a mi padre y por eso soy como soy. Mi padre no está, se fue de viaje nada más nacer yo, y debe de estar atrapado por la nieve como esas personas que salen en la tele, o perdido en la selva, o en una isla esperando a que lo rescaten, porque todavía no ha vuelto. A lo mejor encuentra un tesoro y todo, y cuando vuelva me trae muchos regalos. No sé bien dónde ha ido. A veces siento mucha pena por papá, porque se fue y no ha podido conocerme. Aunque mamá y yo nos hemos apañado bastante bien sin él, la verdad. Como ella siempre dice, formamos un gran equipo. Pero esta vez no, esto tengo que hacerlo yo solita. Y luego se lo contaré a mamá con pelos y señales, que no sé muy bien qué significa, pero es lo que siempre dice el abuelo cuando intenta explicarme algo que sabe que no voy a acabar de entender. Mi abuelo es el papá de mamá, y creo que no le gusta viajar y que por eso vive con nosotras. Me cae muy bien. Aquí hace frío, lo noto en las mejillas, seguro que se me han puesto coloradas como aquella vez que nevó y salimos a jugar a lanzarnos bolas de nieve. Guerra, llamaban algunos niños a aquel juego que a mí no me parecía demasiado divertido. Tampoco entiendo qué es una guerra, solo sé que mueren personas, y que la muerte me da miedo. No quiero que muera nadie. Quizás debería haber esperado a que saliera el sol, pero entonces mamá y el abuelo ya estarían despiertos, y tengo que hacerlo yo sola. Me he abrigado muy bien, y aunque me ha costado vestirme, al final lo he conseguido. Me he puesto mi gorro preferido, parece la cara de un ciervo, con cuernos y todo. Una niña se rió no hace mucho de mí por llevar ese gorro, me dijo que era de bebés. Y mamá me dijo que aquella niña no tenía ni idea de lo afortunada que soy porque siempre seré una niña. Afortunada es una palabra que me cuesta mucho decir bien. No sé, creo que también me gustaría ser mayor, aunque solo fuese por un ratito. Pero no tanto como el abuelo. Como mamá: mayor, guapa y lista. De acuerdo, eso será lo próximo que me proponga: ser mayor. Proponga también me cuesta. Bueno, tengo poco tiempo antes de que mamá y el abuelo se den cuenta de que no estoy en casa. ¡Van a alucinar! Ahora solo un pequeño esfuerzo más y ya está. Lo voy a hacer, mamá, lo voy a hacer yo solita. ¡Voy a volar!
Alfredo Martín Gómez. Es Licenciado en Filología Hispánica, Premio Extraordinario de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde 2011 trabaja como editor y, desde 2015, mantiene el blog Alfredópolis (https://alfredopolis.wordpress.com/).
⭐ Otros textos de este autor (en Almiar): Todos somos Homero ▪ El rifle de Chéjov, el flâneur de Baudelaire, la multitud de Poe y la ventana de Hitchcock
Ilustración: Fotografía por ariesa66 en Pixabay [Dominio público]
Revista Almiar (Margen Cero™) • n.º 116 • mayo-junio de 2021
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Impresionante e inesperado final, Alfredo.
¡Cuantas cuestiones insinuadas en tan breve relato! Te felicito por todo ello.
Recibe un saludo cordial y mis mejores deseos de suerte, porque talento y facilidad para la literatura, creo te sobran a raudales.
Muy agradecido por tus palabras, Vicente. Para mí valen mucho más que el talento, la facilidad o la suerte.
Un cordial saludo,
Alfredo