Sueños y nostalgia

artículo por
Juan M. Sánchez Martín

«Hagas lo que hagas, ámalo.
Como amabas la cabina del Paradiso
cuando eras niño»

Cinema Paradiso (1988).

 

P

ara muchos amantes del séptimo arte resultará obvia la siguiente información y sinopsis: Cinema Paradiso se alza como un clásico de culto del repertorio cinematográfico italiano, dirigido por Giuseppe Tornatore. Trata sobre la vida de un niño del pueblo siciliano imaginario de Giancaldo en un ambiente de posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Su nombre es Salvatore, o Totò para los más allegados. Mientras crece este curioso y travieso chico, también lo hace su pasión por el cine, más aún gracias a un hombre llamado Alfredo, el proyeccionista del cine del pueblo y del que se hace amigo. Lecciones de cine y de amor, entre otras, son las que aprenderá el protagonista, quien, tras abandonar su pueblo para buscarse la vida, cierto acontecimiento le hará volver al mismo, de la noche a la mañana, 30 años después convertido en un afamado cineasta.

Francamente hay que reconocer el poder de la temática abordada. El guion narra una historia de historias de la vida: la pérdida, el aprendizaje, el sufrimiento, el amor, la añoranza, la pasión, los sueños frustrados y los logrados, la valentía, el arrepentimiento, la resignación, la esperanza… la búsqueda del yo. No cabe duda de que el sentimentalismo es inevitable en el filme, por no hablar de la huella que deja la emotiva banda sonora de Ennio Morricone y su hijo Andrea como colaborador.

Cinema Paradiso… solo con oír su nombre podemos imaginar que se trata de una oda al cine. El visionarla nos lo confirma y suma un potente añadido: el homenaje a la lucha por los sueños y de que no hay que conformarse con lo que se nos ha dado o impuesto. El poder para lograr nuestros objetivos estriba, primeramente, en el poder de soñarlos. El mismo Salvatore Cascio, actor que interpreta al Salvatore de niño, ya lo dijo una vez: «la película nos recuerda que todos podemos, y debemos, seguir soñando».

Y hablando de homenajes, la película asimismo es una oda a la nostalgia y, si cabe, a la vida misma, ya que la nostalgia es sinónimo de haber vivido momentos que, al evocarlos, suscitan melancolía; pero también aquellos momentos que apuntalan que la vida puede ser vivida en su máximo esplendor, porque su viva y añorada manifestación a través del recuerdo demuestra que así lo fue al menos alguna vez.

Giancaldo, el pueblo natal del protagonista se convierte en un escenario de sentimientos encontrados. Por una parte, un Salvatore de edad madura experimenta lo que en psicología es conocido como anclaje negativo, al evocar el recuerdo de su pueblo emociones negativas, de ahí su esquiva durante tres largas décadas a regresar a Giancaldo. El abandono de su pueblo y el paso del tiempo trae consigo una profunda sensación de nostalgia, ese sentimiento que puede evocarse con mayor probabilidad cuanta más edad tiene uno, pues más vivencias se han añadido al currículum de la vida. Y la nostalgia no solo es debida a los anclajes negativos precisamente, sino también a los positivos, porque los malos recuerdos no pueden nublar del todo las experiencias felices vividas, como la extraordinaria amistad paterno-filial con Alfredo, su primera experiencia amorosa con Elena o su devoción por la sala de cine hallada en la plaza principal de Giancaldo, el Cinema Paradiso, símbolo de la oportunidad de soñar, a través de la pasión por el cine que el pequeño Totò experimentó desde una edad muy temprana; al mismo tiempo, símbolo del coste de oportunidad que le supuso la vida de cineasta.

La nostalgia es ese sentimiento que nos liga al pasado, huelga decirlo. Recordar nuestras vivencias es una condición que se hace necesaria, no solo por motivos de supervivencia, sino por sentido vital: aquellas experiencias que vivimos construyen lo que somos en el día de hoy y recordarlo es tomar conciencia de lo que somos. Cuestión distinta sería vivir mentalmente en el pasado en vez de en el presente, hecho que reduciría la existencia a una paradoja vital.

Durante 30 años, nuestro protagonista no peca de vivir en el pasado, pero sí peca al vivir mismamente, en cierta manera, porque renunciar al propio pasado es renunciar en parte a la vida. Uno puede pretender huir del pasado, pero eso no significa que logre escapar de él, pues este le perseguirá hasta que la aceptación y el aprendizaje (inclusive el emocional) tengan cabida.

Totò

Salvatore huye por labrarse un camino, dejando todo atrás. Y una decisión de tal magnitud tiende a arrastrar el pasado hasta el olvido, grosso modo, tanto lo que tenga de bueno como de malo. Ya es cuestión de que el decisor encuentre en esa elección un sentido, lo cual depende en parte de si es la única opción que queda, si es a voluntad propia, por obligación o influencia de las circunstancias o las personas. En el caso de nuestro protagonista, solo podremos valorar su caso y opinar tras el visionado de la película.

Toda decisión tiene un coste de oportunidad. Tirar por un camino u otro, de toda la vida. En películas como Efecto mariposa (2004) o Las posibles vidas de Mr. Nobody (2009) podemos reflexionar sobre esta temática trascendental. La belleza y, al mismo tiempo, crudeza de la existencia, la cual nos da pero también nos quita. Saber vivir es saber aceptar eso. El arrepentimiento por no haber vivido de cierta manera solo tiene cabida si sirve como instrumento precursor de un posible cambio a emprender por voluntad propia; de lo contrario, resultaría en vano. Igualmente, la nostalgia no es vacía cuando nos permite valorar un determinado pasado; sí es contraproducente cuando nos hace caer en un pozo a costa de la experiencia presente.

«La vida no es como la has visto en el cine. La vida es más difícil. ¡Márchate!  ¡Regresa a Roma! Eres joven, el mundo es tuyo. Yo ya soy viejo, no quiero oírte más. Solo quiero oír hablar de ti» ~ Alfredo (Philippe Noiret).

Alfredo le dio a Salvatore un consejo que marcó su vida, indudablemente. Pero Salvatore también supo ver más allá de las intenciones de Alfredo y se concede finalmente el permiso de abrir el cajón para rememorar su vida pasada, de rescatar besos prohibidos y depositar esperanza en aquello que pudo ser, pero nunca fue. Ciertamente, la vida no es una película… empero, sea la manera en que vivamos y hayamos vivido, al igual que en una película, todo queda en escenas. Y al igual que en la vida, todo queda en momentos. Al fin y al cabo, la vida no es una película, pero se le parece, así que amémosla, como Salvatore amó el Cinema Paradiso.

 


 

Juan Manuel Sánchez Martín

Juan Manuel Sánchez Martín. Nacido en Málaga, es graduado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Málaga. Lector y cinéfilo, escribe comentarios y reflexiones sobre películas.

📩 Contactar con el autor: jm_s.m1995 [en] hotmail [punto] com

🎬 Otras críticas de cine de este autor (en Almiar): La ventana indiscretaDoce hombres sin piedad

🖼️ Ilustraciones artículo: (Portada) Captura de fotograma del vídeo Cinema Paradiso – Trailer en español (youtube.com/watch?v=pnym64VGtcI&ab_channel=TrailersyEstrenos) ▪ (En el texto): Salvatore Cascio, francescosaverio50, Public domain, via Wikimedia Commons.

 

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