reseña literaria por
Javier Úbeda Ibáñez

K

aren Christence Blixen-Finecke (1885-1962), más conocida como Isak Dinesen, es la escritora danesa que en 1937 publicó Memorias de África, un libro  autobiográfico  que  relata  los  años  que  pasó  en  el  continente africano —concretamente desde 1914 a 1931— y el profundo e intenso amor y respeto que llegó a sentir por aquella tierra, su cultura y sus gentes. Y tal fue el éxito que alcanzó esta obra que la convirtió en una autora de fama y reconocimiento mundial. Fama que después de su muerte aún se vería incrementada, gracias a la oscarizada —ya que fue galardonada nada más ni nada menos que con siete Oscar— película que dirigió Sydney Pollack en 1985, titulada Out of Africa, con la actriz Meryl Streep como protagonista, quien fue merecedora de un Oscar por su brillante interpretación como la baronesa Karen Blixen, y que estuvo acompañada por Robert Redford en el papel de Denys George Finch Hatton, el que fuera su gran amor.

Karen Blixen nació en Rungstedlund (Dinamarca), un 17 de abril de 1885, en un ambiente acomodado, pero repleto de contrastes. Hija de Wilhelm Dinesen, un militar, que fue un hombre muy vitalista y con un espíritu holgadamente aventurero —de hecho, pasó buena parte de su juventud junto a los indios amerindios, cazando y vendiendo pieles— y de Ingeborg Westenholz, mujer de rígidos principios religiosos, con la responsabilidad como leitmotiv de su vida.

El día y la noche, el deleite y la obligación, conviviendo en una misma estructura familiar, lo que, sin duda, acabaría marcando su trayectoria personal y profesional junto a otro desenlace funesto, el suicidio de su padre, acaecido cuando ella contaba sólo diez años. Es entonces, cuando su madre, ayudada por su familia, tiene que hacerse cargo de la educación de sus cinco hijos.

Karen se formó en los mejores y más selectos colegios europeos. Después de pasar algunas temporadas estudiando Arte en París y Roma emigró a Kenya, donde se casó con su primo sueco, el barón Bror von Blixen-Finecke. Juntos emprendieron la aventura de sacar adelante una plantación de café, en las afueras de Nairobi, en las colinas de Ngong. Corría el año 1914 y la Primera Guerra Mundial entró en escena en el panorama internacional de una manera brutal.

Recién casada, Karen, ya la baronesa Blixen, enfermó de sífilis, enfermedad que la acompañó durante toda su vida, y que hizo que tuviera que regresar a Dinamarca para recibir tratamiento.

De nuevo en África tuvo que enfrentarse a los problemas y adversidades que surgían a diario en su plantación de café, y a su serpenteante matrimonio: una curva continua camino del precipicio. Antes de la caída en picado, la pareja decidió separarse en 1918. Ella, ya enamorada perdida de la tierra africana y seducida por su encanto, siguió adelante sola con la plantación de café —algo insólito en aquella época, la de que una mujer ejerciera de patrona; pero si algo le sobraba a la baronesa era coraje y tesón— hasta que en 1931, debido a una sucesión de infortunios: una pésima cosecha, una gestión errónea, una sequía y la bajada de los precios del café, entre otros, se vio obligada, acuciada como estaba por las deudas, a vender su querida plantación en una subasta. Ese mismo año, por si faltara poco, moría meses antes de su partida en un accidente de avioneta mientras sobrevolaba el Parque Nacional Tsavo el gran amor de su vida, el inglés Denys Finch-Hatton, cazador, guía de safaris y oficial del ejército. África se lo había dado y África se lo había quitado, y se lo había quedado para sí en sus entrañas donde fue enterrado en un funeral, en el que fue escoltado por leones al pie de las bellísimas colinas de Ngong.

Desolada, Karen Blixen, regresó a Dinamarca, a su casa de Rungstedlund, y encontró el refugio que necesitaba en la escritura, con la que comenzó a darle forma y sentido al lirismo y a la sensibilidad que había traído consigo de su enigmática África. Tenía cerca de cincuenta años cuando publicó su primer libro de relatos Siete cuentos góticos, en 1934. Primero, lo mandó a editoriales danesas e inglesas, pero se lo rechazaron. No se dio por vencida y decidió intentarlo en Estados Unidos bajo un seudónimo masculino, Isak Dinesen, «en defensa de la libertad», había nacido al mundo literario para regalarle a la humanidad algunos de los textos más bellos que se han escrito en la historia de la literatura contemporánea.

Desde Dinamarca, Karen Blixen, volvió la vista atrás; una vista con alma de añoranzas para dejarse acariciar por el aire cautivador de África y sus paisajes llenos de colorido. Plasmó sus recuerdos y añoranzas en un libro hermoso y evocador: Memorias de África (en inglés, Out of Africa), que vería la luz en 1937 con este sencillo pero hospitalario comienzo:

Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El Ecuador atravesaba aquellas tierras a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las primeras de las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías.

Las 408 páginas al completo de este libro constituyen una fascinante crónica de los paisajes, las costumbres, la cultura y las personas con las que convivió en África.

El lenguaje, descriptivo a la vez que cercano, utilizado por la escritora, nos hace visionar con claridad lo que relata, a modo de estampas fotográficas. Memorias de África es un precioso álbum de imágenes de una tierra que la acogió con los brazos abiertos y la hizo vivir momentos inolvidables: miradas sorprendentes, paisajes espaciosos, sabores diferentes, la cercanía de los animales salvajes, la comprensión, el amor de su vida, amistades sinceras, colores espectaculares, vistas increíbles y el calor humano de unas personas, los indígenas, que eran capaces de superar cualquier obstáculo con un acuciado sentido del humor. Con ellos, con los indígenas, se sintió cómoda y en calma; ella que poseía una personalidad marcada por las contradicciones —era una amante de los animales, pero los cazaba; defendió el amor libre, pero apostó por una relación apasionada—; personalidad de la que ella disfrutó, y que parece que no le atormentó en ningún momento. Como los indígenas, ella aprendió a disfrutar de sus contradicciones: «…he sido amiga de somalíes, kikuyus y masais, he volado sobre las colinas de Ngong… nunca estaré a África lo suficientemente agradecida por lo mucho que me ha dado».

Se podría decir que Memorias de África carece de una estructura definida, debido a las cabriolas temáticas que realiza; en ocasiones cuenta relatos que no tienen nada que ver con el argumento principal del libro, y salta de una a otra historia sin un aparente hilo conductor. Karen Blixen recuerda los momentos vividos en África durante su estancia —desde 1914 hasta 1931—, y conforme le van aflorando esos recuerdos, los va trasladando a unas páginas en blanco, que se convierten en mágicas cuando ella las escribe.

Si alguien nos leyera en voz alta Memorias de África, podríamos cerrar los ojos y dejarnos transportar por unas palabras-retrato que van mucho más allá de lo que sería cualquier mera descripción.

Memorias de África, a pesar de no seguir un orden estructural, está compuesta por cinco grandes partes. La primera parte se centra en Kamante, un nativo kikuyo que fue su cocinero.

En las siguientes partes nos habla de las diferentes visitas que va recibiendo en su residencia africana y de las costumbres y el día a día de la tribu indígena de los kikuyo, con la que mantuvo un contacto directo, cordial y especial.

Veladamente y de una manera sutil menciona el encuentro con el que fue el gran amor de su vida, el británico Denys Finch-Hatton. Y también relata algunas de sus visitas, además del momento de su muerte, cuando se estrelló con su avioneta en 1931. Karen no expresa a bocajarro sus sentimientos hacia él, los deja traslucir y confundirse con el misterioso paisaje africano. Sin apenas hablar de ellos, al lector le llega la fragancia de un amor único vivido en un contexto extraordinario.

Algunos de los párrafos de Memorias de África son de tal dimensión poética que te hacen dudar si lo contado es ficción o realidad, y es por el grado de belleza tan sublime que logran alcanzar. Nada sobra, nada falta; lo narrado es perfecto.

Tras el enorme éxito de su obra maestra Memorias de África, Karen Blixen continuó escribiendo desde su casa en Rungstedlund, y también siguió firmando sus libros con diferentes seudónimos, como buena seguidora que era de los cambios.

En 1954 fue propuesta para el Premio Nobel de Literatura, pero se lo arrebató Ernest Hemingway.

Nunca regresó a África, pero ésta siguió latiendo siempre en su corazón. Y, gracias a esta tremenda mujer, todos lo que hemos leído Memorias de África hemos sobrevolado con la imaginación sus paisajes, hemos gozado de su flora y fauna, hemos rozado su aire, nos hemos sobrecogido por las tonalidades de su cielo y hemos asistido a las danzas de los kikuyos o los ngomas.

«En las tierras altas te despertabas por la mañana y pensabas: Estoy donde debo estar».

línea Memorias de África

Javier Úbeda Ibáñez. Nació en Jatiel, provincia de Teruel, en 1952.
Es autor del
Javier Úbeda Ibáñez libro
Senderos de palabras (I.S.B.N.: 978-84-15344-12-4). Ha publicado numerosos artículos de opinión tanto en prensa digital como escrita. También ha escrito, aparte de reseñas literarias, relatos breves y poemas, que han ido viendo la luz en revistas como Almiar; Ariadna-RC; Grupo Literaturas; Letralia; Letras  o Luke, entre otras  muchas.

@ Contactar con el autor: j_ubedai [at] hotmail.com

📗 Memorias de África – Autor: Isak Dinesen (baronesa Karen von Blixen-Finecke) / Traducción: Javier Alfaya / Editorial: Alfaguara / Fecha de publicación: 1937 / Fecha de publicación en la editorial Alfaguara: 2001 / ISBN: 978-84-204-4355-3

📷  Ilustración artículo: Ngong’ Hills, Nairobi, Kenya, Siegmund Kamau, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons.

 

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