por
Francisco José Blanco Torres
EL ÓBOLO DE CARONTE
Y llegará la hora
en que las manos se pondrán a temblar en el borde de la barca
cuando las pupilas miren sin ver
y solo tengamos cuencas en vez de ojos,
garras en vez de manos,
esquirlas en vez de pies.
Entonces una descarnada mueca asomará en nuestro rostro,
mientras un sueño de carne se deslizará en nuestros miembros,
perezoso y sensual, como un recuerdo amargo
o una ingrata quimera que no volverá a vestirse
con su quitón ensangrentado.
Llegará la hora, sí,
en que dejaremos atrás a los que ignoran
—aquellos que vendrán después—
el camino que miles de pisadas hollaron antes que nosotros.
¿Cómo podíamos saber, nosotros que no somos dioses,
ni hijos perdidos de un titán delirante,
que la planta de la vida eterna tenía espinas en su tallo
y sangre humana en sus voraces hojas,
o que una serpiente se desliza siempre entre las hierbas
para arrancarnos el secreto de nuestra divinidad
y poder mudar así su áspera piel?
No vale la pena mirar atrás
—la estatua de sal de nuestras dudas—
murió hace ya mucho tiempo.
Amé musas sin cuerpo y pálidas sombras
que encogieron mi corazón.
Viento. Viento vano que sopla y que copula
con las cenizas que arrastra a su paso.
Viento y arena seguirán mi rastro.
Árboles de piedras rojas y azules me darán sombra,
osos y leones caerán bajo las flechas de mi arco
y al final del camino la hospedera de los dioses
me dejará cruzar sus riberas lejanas.
No seré un extraño a sus ojos.
La otra orilla me estará esperando, muda, serena,
tras un velo de bruma que, inquieta y voraz,
me enseñará el rostro de una luna extraña
que habla con los muertos en el mar.
Allí un millar de espíritus batirá sus palmas,
espíritus que abrirán sus bocas para beber la brisa
y que me verán poner el pie en la otra orilla.
La hospedera me estará esperando con una promesa
en los labios,
con vida y muerte
en sus pálidas manos.
Joven y vieja en un solo cuerpo,
doncella para el amante, mujer para el iniciado
hechicera para el viajero.
Horribles senos cuelgan de su pecho,
un millar de sierpes adorna su tocado.
Sus ojos de jade taladran diez mil almas,
engullen el ocaso.
Pondré plata en su regazo de seda.
Pagaré mi deuda. ¿Qué importa ahora
o dentro de un año?
Pues en el umbral de sus portales quiero dormir.
A su sombra no podré quejarme.
Pero al bajar de la barca miraré por última vez
a la embozada figura
que se aleja corriente abajo.
Y entonces el barquero sonreirá
con una sonrisa de espanto.
____FUE TU VOZ____
Fue tu voz. O tus ojos.
O quizás fue la sumisa ley de tu mirada.
No sabría decirlo. Solo tú puedes saberlo.
Solo tú, que sujetas mi alma con una cadena de hierro
y que alimentas mis sueños con tu perpetuo silencio.
Eres un poema hecho carne, un negro delirio
que corre como un torrente por mis venas
o una fiebre que late en mis sienes,
como dos sierpes que se abrazan en funesto abrazo.
Eres el cielo y la tierra, y también eres el mar,
que ruge y escupe caballos de espuma
y que no puede comprender ni sentir
el clamor de los ahogados.
Eres ángel y eres daimon.
La sima y el cielo se abren delante de ti.
Tu alma brilla como el carro del sol,
pero es incierta y oscura, como tu nombre.
Por eso prefiero el recuerdo de tu silencio apacible
a torturar mis ojos y quebrar mi voz
con la sombra de tu presencia.
Por eso prefiero fundir mis errantes almas
en la fecunda inmensidad de tu noche,
lejos del vacío y las dudas, lejos del frío
y el afilado acero de la vida.
Tú y yo nos iremos, mezclados con el tiempo
y ahogados en el deseo, con una palabra suspendida
en nuestros labios y una mirada familiar
en nuestros ojos.
Ama y vive. Respira. Sueña y sangra.
Al final solo quedará un puñado de polvo.
___QUÉ SOLA ESTÁS EN TI MISMA_________
¡Qué sola estás en ti misma, negra y cansada sombra
de otra sombra!
¡Qué delirio conocer la verdad enfrente del espejo!
Y la angustia de saber que no hay otro en el cristal
que no hay otro porque no puede haberlo
que una sombra no puede tener vida
aunque se alimente de vida
y que la Nada, con ojos vacíos,
siempre asoma detrás
con una mueca de sombra.
Harta estás de acumular tiempo sobre tu cabeza
tan vieja como el mundo y tan sola como el hombre
siempre hambrienta y codiciosa, ávido pozo
que las exhaustas Danaides jamás podrán llenar.
El rumor de los días fatiga tus oídos
tan ocupados con el vaivén de las horas y la sangre
que apenas escuchas la voz
del que anuncia tu condena,
voz humana y divina que ignora tu semblante
y tu vacío
en la hora de la inevitable partida,
voz humana y divina
que hará pedazos tus cadenas.
Morirás en ti misma,
así como vives de otros y de otros
te nutres,
cansada y sola, vencida por la Vida
que ruge por salir del Caos
que un iracundo dios forjó en el yunque.
Francisco José Blanco Torres: «Nací en La Coruña en el año 1974. Mi carrera literaria comenzó en el año 2007, como colaborador en la revista digital de historia, fantasía y ciencia-ficción Aurora Bitzine, donde me han publicado por entregas mensuales las novelas históricas Emain Macha desde septiembre de 2007 hasta agosto de 2008 e Ítaca desde febrero de 2010 hasta agosto de 2010. También he participado con cuatro poemas en los años 2008, 2009, 2010 y 2011 en el proyecto Gira Poema, un libro sin derechos comerciales que fue liberado en distintas ciudades de todo el mundo con la participación de poetas conocidos e inéditos. Dicho proyecto fue convocado por la página web de poesía, narrativa y artes visuales Antaria y Letras Kiltras, que está gestionado por la poetisa chilena Natalia Gaete, impulsora del proyecto».
@ Contactar con el autor: ulisesnav1 [at] yahoo [dot] es
Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
Revista Almiar – n.º 59 | julio-agosto de 2011 – MARGEN CERO™
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