poemas por
Antonio J. Calzado Llamas
A Elena, desde el horizonte de mi nostalgia
Te daré cobijo en la madrugada
a través de mis venas entreabiertas
por el sendero de la quemadura
apasionada. Besaré la herida
palpitante y urgente del amanecer
cuando no encuentres baluarte ni huida
ni abrazo en que poderte guarecer.
Siempre queda un lugar en la tristeza
en donde tu memoria reivindica
despertar como la simiente que vence
a la tierra abanderando la flor
del crisantemo; y cuando en los azules
horizontes descubra tu mirada
y tu pequeño imperio de sueños
me invada hasta el fondo de la nada
tú serás en mí la humilde revancha
de una mariposa sobre la escarcha.
Recuerdo el aroma de aquellos días
de martirio redimido, los resquicios
de mi alma en tu abrazo suspendidos
resistiendo en contra del precipicio.
Recuerdo tu gracia y tu algarabía
desangrando colores en el abismo
sin que templara el reclamo del mismo
esa dulzura de tu rebeldía.
Una lágrima en mi rostro te vela
cuando lloras y un atisbo de luz
se revela en mis ojos cuando se alzan
los tuyos, como centellas, buscando
la esperanza de volverse estrellas.
Que tu risa, entreverada en la estela
de tu felina sonrisa, reviente
como un clavel y como un trinar vibre,
y que entregue el viento de poniente
sus alas a tu espíritu valiente
para que seas eternamente libre.
Cuando te remuerda como punzada
de alacrán la negrura descubierta
en el pensamiento, no temas nada:
te daré cobijo en la madrugada,
a través de mis venas entreabiertas
por el sendero de la quemadura apasionada.
Luna de hiel
A Laura, desde el niño que fui
Dulce, como el perfume de la lluvia
entre los resquicios de la tormenta,
el recuerdo de tu aliento es alimento
que ansía mi respiración sedienta.
Al rumor de las espumas abiertas
de tu juventud me entregué, pequeño
como una lágrima frente a la mar
para fundirme en tu rumbo sin dueño.
Tanto me desdeño desde mi empeño
en amarte que mi alma es una sombra
del olvido, con la vida atravesada
abriendo su gélida cuchillada.
Todo en mí es invierno y los ateridos
alcaudones tiritan sobre el desnudo
ramaje de mis huesos, esperando
en la noche que no habitas el leve
reposo de tu cuerpo; y se marchita,
alejada de tu cálida mano,
la crisálida de mi corazón
al despuntar el lubricán temprano.
Pero aunque agonice la primavera
por los costados de mi soledad,
aún de mi amor una flor postrera
bregará por ti contra la tempestad.
Bajo la luna de hiel y el sol fiero
te lloran estos grises aguaceros;
más allá del tiempo y de la distancia,
más allá de esta muerte te requiero
para echar raíces sobre tu vuelo
hacia un sueño perdido de la infancia.
Loor: Poema para un pueblo
No ha callado el silencio a la palabra
libertad. Las cadenas del recelo
jamás pudieron detener el vuelo
de los alones del sueño. ¡Que se abra
el corazón de quien alberga entraña
sin temor a la estocada del duelo!
Su fin no será la tierra ni el cielo,
sino el comienzo de una nueva hazaña.
Nuestras sangres hambrientas de futuro,
nuestros ojos de ardiente luz dorada
y nuestros palmos cárdenos y duros
serán mañana estirpe esperanzada,
miradas que traspasarán los muros
y puños que alzarán las alboradas.
Antonio Jesús Calzado Llamas. Tiene 22 años y vive en Sevilla. Es estudiante de Derecho y Economía en la Universidad de dicha ciudad. Ha publicado en algunas revistas digitales como Españolado o en la propia Revista Almiar («El Sonido de la Sed» y «Hasta tu vida«). Aspira en un futuro a poder publicar algún poemario, pero, de momento, lo que le ilusiona es escribir para revistas donde pueda darse a conocer un poco.
Contactar con el autor: ajcl_250496 [at] hotmail.com
Ilustración poemas: Fotografía por TambiraPhotography / Pixabay [public domain]
Revista Almiar – n.º 101 · noviembre-diciembre de 2018 · MARGEN CERO™
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