El corazón de todos
los crepúsculos
Mis ojos bien abiertos,
fuera de sus órbitas,
vuelan,
girando
en el terrible paisaje de la tarde,
recorriendo
el circuito interminable del sol.
Espiral ardiendo en el cielo inmutable
Remolino inmenso de fuego abrasador
Mis ojos giran
recorriendo los contornos en llamas
Amarillo
Rojo
Anaranjado
El mundo completo gira
Recorriendo la huella
interminable del sol.
¡Peregrinos de la tarde!
Bebamos juntos este jarabe de los cielos
Cantemos con el alma
hasta que el sol se sepulte tras los mares.
Lancémonos en delirio al infierno
y sumerjamos nuestras miradas
en el corazón
de todos los crepúsculos.
El canto de las aves y el soplido del viento
Todo uno junto a esta gran hoguera
Las olas rompiendo contra acantilados eternos
El canto de los peregrinos bebiendo la luz
Todos unidos en la llama del silencio
Fundidos en el paisaje
Rojo
Amarillo
Anaranjado
Espiral ardiendo en el cielo inmutable
Remolino inmenso de fuego abrasador
Con los ojos perdidos
Recorriendo el firmamento
Siguiendo
Insistentes
Insensibles
Insatisfechos
La huella profunda
y terrible
del sol
El tiempo pierde importancia
y gira también
fundiéndose en el cielo.
Todos bailan
en el ritual del renacer
fatigando los contornos temblorosos
del horizonte.
Los ojos vuelan lejanos
junto a las aves de la tarde.
Y en la arena,
tendidos bajo el sol,
los peregrinos de la tarde,
ciegos ante tanta luz,
cantamos con el alma
mientras el sol se sepulta tras los mares.
Nuestras miradas,
perdidas en la lejanía,
se sumergen para siempre
en el corazón enorme
de todos los crepúsculos.
Contactar con el autor: fm1663[at]hotmail.com
Ilustración poema: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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