Mujeres de negro
I
«Está mi madre, madre infeliz
que me llora sin tregua.
Tú, pobre, pobre madre
¿cuántos años llevarás luto por mí?».
De LOS CANTOS DE LA HERMOSA MUERTE
de la Poesía Albanes
Esas madres en el dolor agigantadas,
locas por dentro,
desenfrenadas,
pesándoles el hijo muerto.
Ellas son la tierra,
agarrándose al aire último,
al postrer aliento,
por si otra vez pudieran sentirlo
en sus entrañas.
Y parirlo otra vez.
Y otra vez nacerlo.
II
«Corred, lágrimas!
¡No las contengáis, ojos míos!
¡Suspiros, alzaos!
¡Quiébrate, corazón!».
Casidas de amor místico de IBN ARABÍ
La separación última.
Todas sollozan,
suplican, gritan, lloran
A cal y canto el corazón cierran.
«Quédate mundo con tu lucha,
que yo quiero al hijo mío».
Transportadas,
van por entre nieblas, casi a gatas entre las sombras.
El alma arrastrada,
este castigo denso
de la muerte profunda.
La semilla de la pena abrió su tumba.
III
«No, no es nada, nada...
...Es sólo dolor».
Alberto Luis PONZO
Poeta argentino
Muna,
Nabila,
Dalal...
las de los grandes ojos
derramando lágrimas.
«Nos robaron la tierra,
nos mataron los hijos...».
Desde sus vientres de roca
la fúnebre melopea,
el gemir de los pañuelos que sangran.
En el grano de trigo
y en el gajo del limón,
sobre una tierra que la muerte
no vencerá jamás,
vuelven a la par la página.
«No es tiempo de madrigales» —nos dicen—
y a contraviento piden
«que el monte gima»,
«que se llenen de nubes los desiertos»,
que vuelvan las aguas de los ríos a su nacer
si fuera necesario,
que no las compadezcan.
La simple arquitectura de sus sombras
seguirá hablando de fronteras,
de identidades nómadas,
de mudadizos muros...
...y volverán a levantar allí sus casas.
No
hay tregua en
Jan Yunis
II
(Cementerio)
«Nada más que un infinito de esperas y el fin
de un infinito de esperas. Nada más...
...¿Cómo hacer callar a las sombras
para que el hombre deje de morir?».
Antonio PORCHIA
El regazo de la tierra
cerró ya sus corolas.
Abraza a sus muertos
entre sus médanos mórbidos,
desalboroza los torsos
dejando las carnes
más y más desiertas.
Y en este país,
del que dicen no tener mortajas suficientes
para envolver todas sus heridas,
en el campo de fríos mármoles de Jan Yunis
—cuasiescombrera mefítica cubierta de
basuras, botellas vacías de refresco,
matojos salvajes...—
los que les quisieron antes
riegan las flores de sus mártires
aunque el recordarles
siempre derrite el alma.
Otros dirán que son
las nubes las que lloran.
Mientras, los que aquí llegaron
a caballo de morteros,
a horcajadas de su patria,
siembran su voz en el barro.
Y las ropas,
que las vecinas tienden
sobrevolando las lápidas,
la reciben por sus hendijas.
«No pacen tranquilas nuestras almas
aquí donde mueren.
Sigue sangrando la herida».
Contactar con la autora: jurcross[at]yahoo.es
Ilustración poemas:
FemaleForm1byDavidFairringtonCharcoal2010
by David Fairrington -
http://www.flickr.com/photos/fairrington/6340472543/.
Licensed under CC BY-SA 2.0 via Wikimedia Commons.
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