Jaume
Carbonell es, en determinados aspectos plásticos, uno de esos herederos
actuales menos retóricos de la perenne cultura mediterránea, la cual, en tierras
catalanas, no deja nunca de rebrotar y actualizarse, porque constituye un
substrato que aglutina formas de expresión que surgen a la superficie con
formulaciones a menudo muy diversas. En el caso de este pintor hay, por sentimiento
y formación, unas raíces profundas que tienden a poner de manifiesto en los
seres humanos y en el paisaje unos elementos de permanencia que podríamos
calificar de humanísticos. Esto no quiere decir, sin embargo, que nos encontremos
frente a una obra de contenido más o menos neoclásico, pero sí delante de
una realización totalmente e imparablemente antinaturalista, de la cual rezuman
esencias de fondo subrepticiamente mitológico. Unas vivencias de intemporalidad,
en efecto, que huyen de toda representación individualizadora
y se acercan a transposiciones genéricas y categóricas. Todo esto sin
olvidar la asimilación debida de las aportaciones inescamoteables de nuestro
siglo, con el fauvismo y el cubismo en primer lugar, que contribuyen, junto
con la intuición y la especulación conducidas por el pintor, a hacer vigente
y significativa su visión singular. Tanto en sus figuras femeninas como en
sus paisajes, la imposición de la volumetría más estricta, dentro de la libertad
de plasmación, y la utilización de un cromatismo exaltado y metafórico son
parámetros que transmiten a su obra una configuración de turgencia y robustez.
Y, a la vez, remarcan la compenetración con la realidad vital de la tierra
y con la interpretación casi mitificada pero sin dejar de ser nunca vitalista
del cuerpo de la mujer, que son factores que acercan esta obra, en cierto
modo y al margen de cualquier imitación estilística, al espíritu ejemplar
e independiente de unos maestros del arte Jaume Carbonell, valor joven pero provisto de madurez espiritual, ha llegado ya, en su línea llena de resonancias insignes, a unos resultados plausibles y reveladores de la certeza de su autenticidad incuestionable.
Jordi Benet
Página de Jaume Carbonell:
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