En los últimos tiempos me persigue un pequeño enano, con la insistente idea de saber de dónde procedo, cuál es mi país, qué lengua hablo, qué edad tengo, a qué ideología pertenezco, qué sistema político impera en el reino donde moro, etc., y en esa zona intermedia del sueño y la vigilia que lo va llenando todo, como en un film expresionista con Peter Lorre, atmósfera de pesadilla kafkiana y teatro francés grand-guigñol, debo contestar, porque si no lo hago no tengo derecho a tomar unos vasos de Coca Cola y que diría de mí, frente a este desafío, el feroz Tío Sam: Comencemos entonces por una fecha indefinida de nacimiento, puedo tener de 23 a 6000 años. Lugar de origen: reino de Liliput; idioma original: arginglés y esperanto —¡no espanto!—; partido o ideología política, plumas variopintas (pragmatismo anglosajón); sistema de gobierno, teocracia republicana, con adornos plutócratas; religión, adoración al becerro de oro; continente, pequeña franja a la deriva del continente africano; cultura, sistema de marketing basado en el reciclaje del pasado; sistema educativo, libertad, libertad, libertad; sistema gramatical, Chat, (corazones y flores); sistema de salud, sálvese quien pueda, y el que no, haga huelgas; seguridad, «resistir es todo»; clima y fauna silvestre y humana, en mutación permanente.

Llenado el formulario, el enano, con cierto parecido a mi amigo Hop-Frog, sonriendo me dijo: «Y todavía falta, no sabes lo que falta, Liliput no podrá saber jamás si lo ha soñado o no, pero verás cómo detrás de un vidrio oscuro, un ángel negro, señala una vez más a los que se salvarán y los que se hundirán con el Titanic».