Todo animal nocturno*

poemas por Manuel Lozano


La expiación



...Y en aquellos días los hombres
buscarán la muerte
y no la encontrarán, y desearán
morir y la muerte
huirá de ellos.

APOCALIPSIS, 9:6


Fueron días y noches de heredar la lluvia,
de prolongar mis soles a diestra y siniestra en este reino de víboras;
alargados atardeceres en que hablaba con el hijo deforme
que mi carne ha entregado a la carne del mundo.
Mudez de cárceles, paredes indestructibles y la sombra del verdugo,
¿dónde agita la alucinación su herrumbre del principio?
Leerás: La carne fue segada en un minuto.
Entonces los ángeles arrojaban las uvas tenebrosas
en el Gran Lagar de la Ira.
Leerás: ¿Dónde quedó esa mancha entretejiéndose en la filosa,
desierta noche de tu vástago inútil?
¿En qué trono semejante a un cordero insaciable
que por su eterno fuego me abomina?
¿Bajo qué recóndito árbol presenciaron el crimen,
la perfecta aleación de la sospecha?
He oído a los siervos.
Vi la cercana coronación de esta derrota antigua,
estudié cada idioma del futuro en el ojo del cíclope,
derramé mi simiente en el vacío para esperar su cara.
Los hombres lo han visto alguna vez, siquiera una.
¿Cuál es el rostro del amado en tanta oscuridad?
¿Cómo la piel con esta piel llegado el día?
Te arrodillas frente a una esfinge que no sabes.
Lavas un cuerpo llagado hasta las heces,
embriagando con sangre su sangre dulcísima
de barro del derrumbe.
Has oído a los siervos.
¡Ay, ay de ti, Babilonia, ramera impaciente por toda eternidad
de tus pródigos cercanos y tus esclavas ocultas,
porque en una sola noche vino tu juicio!
Se envenenaron las aguas ancestrales.
La tierra se llenó de gusanos.
Morían las plegarias.
No hubo honduras ni puertos para huir.
Todos fuimos distintos.
Nadie creyó por boca de profeta,
ninguno esperó el alba puntiaguda del fin.
Yo mismo dije con mi dios perplejo:
«Siega, pero siega aún más sobre mi carne helada».


Corteza de Gethsemani

Traías en el viaje la tristeza mortecina entre las hojas blancas,
el obstinado desprecio.
La memoria hurga por los altos exilios.
El gato busca espejos que devuelvan
la ignorante imagen de un gato por tumbas infantiles.
Allí está el breve pozo borrando los tiempos
del que no podrá salir de su lastimadura.
¿Hubiste de herir a quienes te aborrecen desde el origen,
de alzar la voz inmensa como estruendo de muchas aguas?
Un cántaro de alfarero, verdoso, al pie de la columna,
detiene una edad de ultraje y delirio.
Moran en mí los restos de sangre que he llorado
con la cabeza devorada entre las flores.
¿Dónde ha de estar el sueño dividido en este dédalo
para que el cuerpo salga?
¿Nunca el amor no confesado entre los hierros?
Son lápidas quebradas por el rayo,
nichos de la ardida fiesta, inmensos pabellones.
Atrás quedaron las zonas de plegaria
cuando los habitantes del claustro apartan la corona.
Era el águila.
Era la piel seccionada en medio del estruendo.
Era el resplandeciente.
¿Cómo perderme ahora sin un sosias, sin un escolta,
sin el minúsculo alabardero, protector de la noche?
No entenderán quienes gritan a sus víctimas
como si gritaran en un sueño aún más ancestral
que los perdiera.
Lenta fetidez cayendo por la boca, madurando eterna
su llaga y su ostracismo.
Antes de llegar a la sed fuiste bisonte.
Enseñoreado de la sabiduría de las piedras,
feroz era el sello de tu absolución, tu acatamiento
a las leyes de una flor celestial hecha de espinas,
de consagrado azote por los imposibles.
¿Y siempre encuentras la miel en la boca de este infierno?
¿Y llamas al taumaturgo y lo bendices en nombre del crucificado?
¿Y oyes el himno jubiloso hundido en tu garganta?
¿Y alcanzas el áncora de quemada devoción quitando los peligros?
Porque allí sólo hay dolor, madre de los desamparados.
En la parte del día que nadie ya pronuncia
cierran la herida (su vicisitud más evidente) con aguardada derrota.
El pelaje se hiela bajo el sol,
recela torpemente hasta el sueño que lo anonada.
¿Pero qué hombre sin nido vienes engendrando?
¿Recuerdas en la cima del mundo todo el viento,
el único que nos salva del peso de la historia y de seguir
siendo un poco más de impaciente polvo enmarañado?
Desde tu nacimiento
hubo un cielo parecido a un jardín.


Todo animal nocturno




Y dijo al varón vestido de lino, que
estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo
será el fin de estas maravillas?

DANIEL, 12:6

in memoriam Walter G. Weyland


Han excavado de repente en el dolor y no es posible,
la semilla ha crecido hasta la tarde
de cuanto era en el mundo.
¿Con qué fulgurante esplendor fue abierta la entrada
al templo cuyo pórtico entreviste?
Ángel con espada de azucenas,
álzate del vértigo y ayuda al que tiembla con su voz en esta puerta.
No llores sobre esta red inconclusa, sustentada en humo
por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
¿A qué cauce de cenizas arrojarás la herida de este hombre?
¿Qué cortejo increíble ocultará la pérdida?
Se sustituyen las máscaras de piedra, de desechar y de oro,
de cansada carne escuchando el llamado.
En la memoria del día duelen tanto los viajes al prodigio.
Ya no arrastres tu piel en la lenta fiesta del espejo.
El vallado se deshace y evidencias la desbordada, brillante
fortaleza de tu revelación.
La Rueda huye hacia otro llanto.
Una fotografía es un vidrio gastado como un muelle.
Debajo del sol (de un sol de escalofrío)
nos comen las langostas, trabajan sanguinarias
el despavorido corazón de los vivientes.
¿Cómo reconocerme en el antes si mañana despierto?
Ya no más.
Que no se les conceda vida a esas escorias.
¿Y quién terminará con su mal sobre esta superficie?
Oye las palabras del que queda.
Aunque el desierto se callara con gotas de sangre,
él cantaría.


New York, mayo de 1995


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Manuel Lozano
Manuel Lozano nació en Córdoba, Rep. Argentina. Es escritor (poeta, narrador, crítico literario y ensayista). Ha cursado estudios de literatura y lingüística en Europa. Gran especialista en literatura argentina contemporánea y principalmente en la de Silvina Ocampo, así como ensayista de filosofía (principalmente sobre la obra de Hume, Berkeley y Spinoza). Es autor de quince libros (que van del relato fantástico y cuasi-fantástico al ensayo y la poesía). Su obra ha sido traducida al inglés, francés e italiano. Colaborador en varios diarios hispanoamericanos. Fue becado por el gobierno español para participar, durante 1993, del Primer Foro Literatura y Compromiso, junto con varios grandes autores de la literatura mundial, entre ellos los premios Nobel Wole Soyinka y José Saramago. Ha recibido más de 45 premios nacionales e internacionales y el elogio de muchos grandes autores de la literatura argentina, entre ellos Borges. Conferenciante y organizador de seminarios a lo largo y ancho del mundo y participante en varios foros culturales a nivel mundial, ha creado FIED (Fundación Interdisciplinaria de Estudios para el Desarrollo), institución con sede en las ciudades argentinas de Córdoba y Buenos Aires y de la cual es presidente. Sus colaboraciones pueden rastrearse igualmente por todo Internet.
En mayo de 2003 recibió un accésit especial en el I Premio de Poesía Lúbrica Café El Topo de Muskiz, por su obra Tatuaje en fuga de los cuerpos e invitado a formar parte de la Comisión de Honor de la Sociedad Mundial de Amigos de Jorge Luis Borges, con sede en Mallorca, y de la que forman parte Woody Allen, Henri Atlan y Francisco Ayala, entre otros.

En Almiar ha publicado, también, el artículo Delicados fragmentos de un arcoiris roto y la serie poética Puente de culturas.

* Selección de poemas que obtuvo el Primer Premio de Poesía del Grupo El Semillero Azul, de Barcelona, por unanimidad. Todo animal nocturno forma parte del libro Bizancio bajo las aguas. © Todos los derechos de autor registrados.

✉ Contactar con el autor: lozanocied[at]arnet.com.ar


ILUSTRACIÓN: Babylon tower, By Jankaka (http://www.arthit.ru/oil-painting-2.html) [GFDL or CC-BY-SA-3.0], via Wikimedia Commons.


Mar de Poesías


▫ Poemas publicados en Revista Almiar, 1.ª época (junio-agosto de 2003); selección de poemas a cargo de Antonio Alfeca. Web reeditada en agosto de 2021.

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