ALMIAR

Margen Cero


n.º 17 - Segunda época
julio / septiembre de 2010



Anaray Lorenzo

Imaginarios


octubre de tormentas

Todo puede caber dentro del mismo círculo
trazado entre las caras ocultas de mis brazos
y mi vientre
y la única frontera palpable que conozco ahí
donde se agarra el pelo para no caer
para no ceder ante conocidas fuerzas naturales.
Todo… cuando digo «todo»
hablo del hambre
de la oscuridad
de la punzada que siento al deslizar mis dedos
por esta herida mínima ornamental de mi frente
y en efecto
hasta pueden anidar gorriones en ese círculo
preterido abundante a veces siniestro
donde hay más de una habitación y más de un deseo.

Pienso en la tormenta como un pájaro de viento enorme, tragadizo.

Apunto con el lápiz recién afilado su trayectoria y me dibujo la casa con un único candil en su interior, donde escribo.

1932. Santa Cruz del Sur. Pueblo camagüeyano.

Tranquila tarde; tarde intranquila que ya ve aproximarse las sombras, traídas por el zumbido del gran pájaro.

Apunto.

Y parece como si tatuara mi piel iridiscente.

El pájaro de viento ha querido reptar. Viene de abajo erizando la tierra.
Enjundiando la terca soledad de los caminos con su único ojo, ciego y malvado.

Lo puedo ver en las voces del informe meteorológico que se esfuerza por salir de una cajita negruzca, cómodamente arropada entre los almohadones de la cama.

Son imágenes de dolor.

Con qué magnanimidad despliega sus alas el ave de mal agüero para envolver destinos, con qué grosera petulancia golpea, somete, contamina.

Tengo esta certeza que viene de otra edad, conmigo. Tres mil vidas fenecerán en el engendro.

Está pegado a las paredes de la casa vieja escuchando, preparándose para el zarpazo.

Apunto.

Temo que escuche el trazo del grafito sobre el papel y piense que estoy aquí para condenarlo.

Ya no quedan ceibas, ni gorriones, ni ramas secas que anticipen su llegada. No queda el llanto del bebé en las ruinas de al lado.
Alguna vez un primo imaginario, Aurilio Hinojosa, colgó de sus salientes jaulas de tomeguines y Rosa Matilda, su mujer, adornó las columnas con trepadoras de flores lilas.

Es el demonio ocupado en alzar la marea, como si encantara a una serpiente.

Es el demonio empujando la primera ficha para amplificar el golpe.

Pájaro malo, infierno, matadura.

Ya se disipa. Ya vuelve la tarde calzada con sus zapatillas blancas, pero sin ecos y tomeguines.

Allá, ceibas ahogadas.

Acá, ruinas.

Y yo apunto, viajera del tiempo, en la ominosa oscuridad.


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Anaray Lorenzo. Periodista, cubana. Graduada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso.

Algunos de sus trabajos literarios pueden encontrarse en: http://elojodealterius.wordpress.com

Ilustración del poema: Fotografía por Pedro M. Martínez ©



Sumario del n.º 17 de Mar de Poesías:

Anaray Lorenzo Enrique Gambín López Fernanda Oyarvide Gocho Versolari Gustavo Marcelo Galliano Ian Welden Indalecio Iglesias Fernández Javier Geme José A. Fernández Sánchez Juan Medina Mariana Ramos Koprivitza Díaz Mario Meléndez Mayte Salguero Natalia Herrera Pedro Alcarria Viera Roberto Ferrer Román Abad Cueto Silvia Italiano




Archivo histórico de poemas en Margen Cero
Separata publicada en el n.º 55 (noviembre/diciembre 2010)
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