XXV
Cuando supo que la hora había llegado
Se metió la pena dentro del pantalón
Como el faldón de una camisa, y la rabia
Le ensanchó las espaldas.
Abrió una maleta vieja
Y puso en ella un pijama y unas chanclas
Una botella de ron
Un ritmo de salsa peleón y la visión
De unas caderas embistiendo
Al ritmo de la salsa
Caderas de mujer bajo sus ancas.
Puso también un libro y un pincel
Una paleta de colores y una espátula.
Puso un cuaderno virgen y una estilográfica
Y amontonó recuerdos y palabras.
Plegó un crepúsculo para no hacerle raya
La espuma de las olas la orilla de una playa
Los cuerpos estrechados y los cuerpos soñados.
Al final colocó la risa
Como una copa del cristal más preciado
Por encima de todo con cuidado la risa
Para no quebrarla.
Entonces se sentó frente al teclado.
No se preocupen que me voy de viaje
Ya les escribiré cuando esté instalado
En mi nueva casa.
Antes de apagar la luz
Envió el mensaje.
Cerró la maleta.
Abajo
Escondida en una esquina
Una mujer hermosa lo esperaba.
Quiero pensar que lo abrazó despacio
Para no hacerle daño.
Quiero pensar que bajo el manto negro
Unos pechos turgentes lo cegaron
Y que fue un beso hondo y largo
Un beso de verdad con su lengua de carne
Trepidante de amor
El que finalmente en un orgasmo
Abandonó su semen y se llevó su alma.
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Contactar con la autora:
adriana[at]izometric.com
Ilustración: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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