Celebra el hecho de estar vivo
Este nosotros agridulce e incorregible
Esta vigilia
La epopeya de lo infinito y lo infinitesimal
Y los pies que van siempre hacia delante
No temas despertar al polvo de los caminos
Ni al viento que duerme en las ramas:
Esa bestia que reclama su libra de carne
Porque el dolor es la peor de las coqueterías
(El ladrido de los perros, el hielo que cubre los coches
El duelo que habrán de anunciar las campanas)
Una forma de expiación más triste que el pecado
Un reclamo espantoso
Y como la mentira, en el mejor de los casos
Una pérdida de tiempo
Porque los días exigen pasos de gigante
(El arrojo de las olas, el tesón de las mareas)
La entereza de un Atlante
Porque son la flor de la perseverancia.
No siempre hay un culpable
No siempre hay un culpable
La máquina del tiempo
Desafina en instrumentos atribulados
El desconcierto implacable de los días
(Ese mar que rompe en cada poro de tu piel)
Produce los juguetes rotos de la vanagloria:
Asesinos en potencia y víctimas propiciatorias
En un desfile continuo de indignidad
Olvida al monstruo que habita los andenes
Y su apremio minucioso
Y su guadaña
Mi cuerpo y tu cuerpo
Son polos opuestos
De un viejo rito de sangre
Crecido al sol de la desmesura
Cada uno a un lado de la herida
Urdido el último subterfugio
Se cerrará la herida
Y será la muerte.
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PEDRO
PÉREZ VILAS
tiene 33 años y vive en la provincia de Pontevedra (España). Los poemas
aquí publicados pertenecen a un conjunto de ellos titulados Pequeña
Vigilia Nocturna.
Contactar con el autor:
pedropelis1[at]yahoo.es
Ilustración poemas: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©