Temí pensar que eras tú y no un lugar, el
motivo de mi alegría.
Regresé temblando, como un niño perdido,
Recorriendo los desolados rincones,
Y contemplando la infinita y geométrica parra.
El aire era tan distinto a todo lo demás,
como cuando estabas conmigo.
Las calles, tierra mojada hacia el atardecer,
Me llevaban hacia los mismos y maravillosos lugares:
El tranquilo y solitario cementerio,
el silencio irrepetible del silencio,
el efímero entusiasmo de saber que no nos cruzaremos con nadie.
Yo quería vivir allí, por siempre,
En ese mismo momento, y bajo esas precarias circunstancias.
(Tú preferías volver, hacia el gris y sórdido detalle).
Aquí, las horas desaparecen:
Mientras somos, estamos siendo también el mayor de los enigmas.
Un lugar perdido y desconocido por todos me delata.
Develar
Develarle al hombre,
que los ángeles no están en el cielo,
sino debajo, en lo más profundo de la tierra.
Develarle también,
que ya ha experimentado la eternidad y la muerte;
y que todo es posible,
mientras exista la convicción y el argumento.
Develarle que un pez en el agua,
vale tanto como un ave en el cielo,
y como un niño que camina, solo e indefenso.
Develarle que beber vino,
no es sino anhelar nuevas cosas;
que el sapo y el lagarto le huyen,
pero no lo respetan.
Que el cielo es celeste,
aunque solo eventualmente.
Que su sombra no es sino el reflejo adverso de su alma.
Develarle al hombre que aquél que lo comprende,
se transforma en su amo;
y que los Evangelios Apócrifos,
son tan falsos como la verdad y la mentira.
Develarle que en la ciudad,
se aleja insistentemente de sí mismo;
y que aquél a quien más teme, es sólo a él y nadie más.
Develarle que el mar,
será un sinónimo de literatura;
y que un ejemplo,
no es sino una metáfora cotidiana.
Develarle que Schopenhauer
inmortalizó al universo en veinticinco años;
y que extrañar,
es la forma más desinteresada de querer.
Develarle al hombre que no hay viaje más grato que el del tren,
y que la mañana es la primer y última puerta del día.
Develarle también que aquello de lo que escapa,
no se encuentra en su camino;
y que sus pensamientos,
son sólo una vaga e inútil extensión de lo que siente.
Develarle que una poesía crea,
que una ley destruye,
y que lo único que permanece en la quietud es su mirada.
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Ilustración poemas: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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