I
Es necesario un dios en los aviones,
en los partos múltiples, en los tumores malignos.
Basta con mirar al cielo tras una inundación
o un terremoto de puertas abiertas.
Quién necesita a Richter...
Moisés guía nuestros pasos,
pegando hachazos en medio del mar.
Y así se construye la Historia.
No hay peor ciego que quien conserva sus ojos tristes.
No hay más luz que la luz amarilla en la lámpara del salón.
No hay mejor vida que la que nadie sabe.
Sí nosotros,
que hemos conocido la respiración intermitente
la alabanza inconsciente
la culpa permanente.
Sí nosotros,
que escuchamos nuestras propias oraciones
que inventamos nuestras propias tentaciones
que imponemos nuestras propias condiciones.
Sí nosotros, sí. Nosotros
tenemos la respuesta tatuada en nuestros labios.
Todo está en los libros, también lo que nunca sabremos.
Todo mira al norte, y nuestro sobre se abrirá mañana.
Todo existe si lo has visto en un sueño dirigido.
Brotan del manzano sinfonías como lágrimas.
Desfilan las doce tribus con sus perros lazarillos.
Usted aún no lo sabe, pero nuestros ejércitos
regresarán con la victoria entre las alas.
II
No hay nadie, sin embargo, en las
salas de espera,
en la cola del paro, en los sacos de arroz
de la ayuda humanitaria empaquetada.
No hay dios que haga llover en tiempos de sequía,
en tierras sudorosas, en pequeños músculos.
Y así se construye la Historia.
No hay más ciego que el que no puede ver.
La luz está en mi salón, agonizando de madrugada.
La vida es sangre corriendo por la herida.
Se desangra
en cada trinchera un soldado malherido
en cada ombligo un nonato no nacido
en cada metáfora un poeta fugitivo.
Ya murieron
en la horca los falsos salvadores
en la lluvia los óleos redentores
por asfixia los jueces de colores.
Ya no más.
Se acabaron las respuestas y las risas enlatadas.
Se estropeó la brújula, la nube es ahora niebla.
Las flechas sólo indican el camino desangrado.
Quién sabrá seguir cuando se escape el sueño…
Silencio es el nombre de esta ciudad sin cielo.
Se acaba el plazo, los lobos se encierran en sus casas.
Nadie sabe de dónde proviene este ruido incesante
que impide dormir a las palomas mensajeras.
III
Apuro mi café
a sorbo lento.
Me levanto,
dejo una moneda
—cara o cruz—,
y vuelvo a lo mío.
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Ernesto Frattarola
Alcaraz. Nació
en Barcelona en 1965, y vive actualmente en Terrassa.
Ha realizado diversas lecturas de poemas en el Bar Elèctric, de Barcelona.
Igualmente, realizó en marzo de 2007 (en el aula Proverbum) y junio del
mismo año (en el Aula del Estudiante de la UPF), el recital de poesía
Catorce poemas irresponsables, junto a Rocío Calvo, en el que leyeron
poemas propios.
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con el autor:
ERNESTOF[at]GRUPOALESSA.COM
Ilustración: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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