textos y fotografía por
Wilfredo Carrizales

 

Ventanilla

Zuo Meng abordó el tren en la estación de X. rumbo a la capital. Estaba agotado, exhausto, después de haber trabajado todo un mes, a razón de catorce horas diarias, en la construcción de un puente. Había logrado comprar un boleto de tercera clase y ya en el interior del vagón correspondiente ubicó el número del asiento duro que le tocaba. El vagón iba repleto de obreros, cajas, paquetes y sudores. Se respiraba un halo caluroso y molesto en extremo. Pronto sería mediodía y el tren llegaría a su destino doce horas más adelante. Zuo Meng se caía de la somnolencia. Se sentó en la banca de polietileno y se arrimó hasta quedar pegado a la ventanilla. Bostezó con exageración, acomodó su cabeza en el ángulo entre la ventanilla y el espaldar del asiento y sus párpados bajaron trayéndole el sueño. De inmediato, un conjunto inconexo de sucesos comenzaron a escenificarse en el teatrillo de su mente.

1

Un hombre penetró a una montaña y se quedó allí. Un espíritu le dio una barrena de madera y le dijo que taladrara en una roca que era muy voluminosa. El espíritu afirmó: «Al traspasar la roca lograrás el camino hacia la inmortalidad». El hombre trabajó con denuedo y al llegar al otro extremo de la roca se precipitó en el vacío.

2

Otro hombre murió y luego resucitó. Nadie le prestaba atención. Más tarde hubo una inundación que causó grandes daños. El hombre se estacionó en la orilla del río y gritó: «¡Yo estoy aquí!». Enseguida agregó: «La lluvia se detendrá. La inundación cesará pronto». Cuando todo volvió a la normalidad, un grupo numeroso de personas vino a agradecerle al hombre, pero solo hallaron sus humildes vestimentas.

3

Una mujer fue encontrada culpable de cometer un crimen. Entonces se la condenó a muerte. Después de que su cuerpo fue colocado dentro de un ataúd, no había ningún hedor. Una fragancia emanaba del féretro y perfumaba los alrededores. Se decidió inhumarla en un cementerio. Un magistrado sintió tristeza por esa muerte. Fue al camposanto a indagar y la tumba fue abierta. No había ningún cadáver dentro del cajón: solo estaban los zapatos que la mujer usaba.

4

Un aldeano llevaba una vida de reclusión. Una tormenta estalló un poco lejos de donde vivía. Le dijo a su perro: «Tras el bosque se está expandiendo un enorme fuego». Tomó una buchada de agua y la esparció en la dirección que había señalado. El pavoroso incendio se apagó y los testigos comentaron que una repentina nube había aparecido en el cielo portando lluvia que logró extinguir el fuego.

5

Un anciano llegó a la ribera de un río. Le solicitó al barquero que lo transportara, pero éste se negó. Entonces el anciano desplegó la cubierta de su vestimenta, la colocó sobre el agua y se sentó encima de ella. Con largos silbidos, llamó al viento en su ayuda. Hizo que el río cambiara su curso y así alcanzó la otra orilla. Debido a esto, una multitud de lugareños lo respetaron y admiraron y competían entre ellos por seguirle. Sin embargo, el prefecto de la zona le aborreció por descarriar a los vecinos, le arrestó y ejecutó. Los seguidores del anciano le construyeron un templo y ni los mosquitos ni las moscas se atrevían a penetrar en él.

6

Dos hermanos valoraban en alto grado llevar una vida austera y rígida. Cuando ellos ofrecían sacrificios a los dioses locales, obsequiaban agua corriente y cortaban un pedazo de corteza de una morera y la comían como carne seca.

7

Un mago era bueno cambiando la forma de las cosas. Decía: «En el mar del este había un fulano que era capaz de crear falsas apariencias y de controlar a las serpientes y a los tigres. Él, con frecuencia, portaba un cuchillo de oro puro. Cuando llegó a anciano se dio a la bebida. Un tigre blanco apareció en la playa y se le ordenó que lo domeñara con su arma dorada. Empero él ya había perdido sus habilidades y entonces el tigre lo mató».

8

Un campesino pobre recibió huéspedes. Trazó algunos signos mágicos con tinta roja y los arrojó dentro de un pozo. Al instante, dos carpas saltaron desde el interior del aljibe. El campesino las atrapó, las cortó en filetes y las cocinó. Así todos los huéspedes pudieron comer.

9

Un cazador alimentaba tigres en una región boscosa. Les arrojaba a personas que hubiesen cometido algún delito. Aquellos a quienes los tigres no devoraban eran perdonados. El cazador también mantenía a diez cocodrilos y los engordaba con el mismo procedimiento. Los cocodrilos nunca tragaban a quien no hubiese delinquido. Esos grandes reptiles tenían un estanque especial. El cazador agregaba agua hirviente dentro de la alberca y colocaba allí un anillo de oro. El cazador le ordenaba a los hombres que tomasen el anillo con sus manos. Las manos de los inocentes no sufrían daño, mientras que las de los culpables eran quemadas en el momento que entraban en contacto con el agua hirviente.

10

Un hombre rico y poderoso enfermó. Solicitó que le buscaran a un brujo para que tratara su padecimiento. Un hechicero fue localizado, pero el rico decidió primero probar su habilidad. El acaudalado mandó a un sirviente que matara un ganso y lo enterrara en el jardín. Allí construyó una pequeña habitación y la amuebló con una cama y una mesa, sobre las cuales colocó zapatos, vestidos y otras cosas de mujer. El brujo fue conducido a la habitación. El rico le dijo: «Si tú puedes describir el fantasma femenino en esta tumba, serás recompensado con generosidad. Entonces yo creeré en ti». El hechicero, sin embargo, guardó silencio todo el día. Presionado por el adinerado para que diera una explicación, dijo: «Le diré la verdad. Yo no he visto a ningún fantasma. Aquí sólo hay un ganso de cabeza blanca reposando en la tumba. No le informé esto a usted porque yo sospechaba que el fantasma había cambiado de forma y sería mejor aguardar hasta que apareciera en su aspecto original. Empero la forma en la tumba permaneció sin variar. No puedo decirle la razón. Le ruego a usted me disculpe por admitir la verdad».

11

Tres primos carnales estaban estropeados por una enfermedad. Tomaron la decisión de ir hasta una cueva donde vivía un ermitaño sabihondo para que les dijera la causa de sus afecciones. El ermitaño les informó: «Mis trazados revelan que en el cementerio de vuestra familia existe el espectro de una mujer, quien era la esposa de un tío de ustedes. Durante una hambruna, alguien codiciaba su arroz y la empujó dentro de un pozo. Ella se quejaba y gritaba y el agresor le arrojó una gran piedra, la cual le partió la cabeza. El espectro solitario, lleno de dolor y amargura, le imploró al cielo para que castigara al atacante. Éste, gimiendo, reconoció su crimen».

12

Un comerciante se dispuso a salir en busca de un adivino para consultarle acerca del destino de su madre, quien padecía una grave dolencia. En la puerta, de súbito, vino un zorro y le gruñó. Aterrado en exceso, el comerciante apresuró sus pasos hasta la casa del adivino. Éste le anunció: «El asunto es muy apremiante. Regresa de prisa adonde el zorro te gruñó y llora con sinceridad. Haz que todos tus familiares se sorprendan y salgan a verte. Si alguien no ha abandonado la casa no dejes de verter lágrimas. De este modo, podrás escapar del desastre». El comerciante retornó a su hogar e hizo todo lo que se le indicó. Sus familiares, incluyendo a su madre enferma, vinieron afuera. Tan pronto como ellos estuvieron reunidos allí, la mansión, de cinco enormes salones, se desplomó con gran estruendo.

13

La madre de un jefe policial padecía una grave dolencia. El jefe le pidió consejo a un curandero, quien después de indagar algunos datos acerca de la enferma, le urgió a que comprara un mono y lo atara a un brazo de su madre. Luego tenía que azotar al mico hasta que emitiera prolongados chillidos. Así procedería por tres días seguidos. Después liberaría al mono. El jefe llevó a cabo las indicaciones recibidas. En el momento en que el simio estuvo fuera de la puerta de la casa, los perros lo mataron a mordiscos. La madre del jefe se curó.

14

Un maestro contemplaba las estrellas y, de pronto, descubrió a dos constelaciones que no conocía. Averiguó en antiguos libros y resultó que aquellas constelaciones eran las del viento y la lluvia. Muy intrigado, llamó a su esposa para que también disfrutara del espectáculo celestial, pero la mujer, de improviso, perdió el sentido de la vista.

15

Un pescador fue a ofrecer sacrificios fúnebres ante la tumba de sus antepasados. Al cruzar un puente, él vio a una mujer bañándose en el río. Sus pechos eran asaz largos. Aturdido por la visión, el pescador envió a un lugareño para que interrogara a la mujer. Ella dijo: «El arúspice de la cascada sabe de dónde provengo yo». Preguntado, informó: «Ella tiene a su cargo los sacrificios ceremoniales. Si uno no se abstiene de comer carne, tomar vino y fornicar en los días prohibidos, ella castiga con severidad al infractor».

16

Un funcionario de bajo rango quería casar a su bella hija con el señor del submundo. El funcionario se la pasaba intranquilo porque desconocía cómo debía proceder para realizar el matrimonio. Una noche, el señor del submundo vino a llevarse a la muchacha y el funcionario se puso a llorar, muy triste y acongojado. El señor del submundo lo miró con desprecio y le arrojó a la cara las ropas de seda coloridas que el funcionario había preparado para el desposorio su hija.

17

Un forastero visitó una apartada región que no conocía del país. Descubrió que la mayor parte de las hierbas se parecían a los seres humanos en sus formas y además tenían armas en sus manos. Asimismo había malezas que se asemejaban a bueyes, caballos, perros, serpientes, aves de rapiña y otros animales. Incluso en el color eran similares a las bestias: algunas blancas, otras negras, otras más manchadas. Poseían pelambres, cabezas, ojos, patas y colas. Eran tan casi iguales a los humanos y los animales que se les podía confundir con ellos. El forastero escuchó decir a un viejo paisano: «Las hierbas y las malezas pueden ser espíritus malignos». Unos días después ocurrieron revueltas de los campesinos en contra del gobierno local.

18

Un cronista asentó por escrito que durante el solsticio de verano miles de gorriones se juntaron alrededor del túmulo funerario de un famoso general. Primero los pájaros emitieron angustiados chillidos. Luego lucharon de modo salvaje y cortaron sus cabezas los unos a los otros, las cuales colgaron de las ramas y las espinas de los arbustos. Al día siguiente falleció en extrañas circunstancias un influyente líder político.

19

Un aficionado al teatro de marionetas iba con frecuencia a disfrutar de ese espectáculo. A veces él contrataba a los manipuladores de los muñecos cuando daba un banquete o cuando algún pariente cercano se casaba. En una ocasión ofreció una espléndida cena a sus correligionarios. Llegado el momento en que todos estuvieron ebrios, comenzaron a cantar endechas. En tiempos pasados a las marionetas se las había utilizado en la representación de duelos en los funerales y las endechas eran entonadas en el instante en que el féretro era bajado a la fosa. Los muñecos empezaron a alborotarse y a romper los vasos y los platos. Cundió el pánico entre los comensales y varios sufrieron infartos. El anfitrión y el resto de los convidados huyeron del restaurante y en la calle fueron atropellados por los vehículos.

20

Una niña muy agraciada comenzó a convertirse en niño a la edad de ocho años. A los diecisiete o dieciocho años su temperamento de varón y sus características sexuales llegaron a ser evidentes. Sus rasgos femeninos, aunque sufrieron algún cambio, no desaparecieron del todo. Mientras que su cuerpo varonil, bien que formado, no estaba por completo desarrollado. Él se casó, pero no pudo engendrar hijos. Sin embargo, adoptó a muchos huérfanos, quienes lo hicieron abuelo con el paso de las décadas.

Estación terminal

El tren arribó a la estación terminal. Zuo Meng despertó entre sobresaltos. Imaginaba que estaba inmerso en algún sueño especial, pero al escuchar la agitación de los pasajeros que se apelotonaban en las puertas, comprendió que ya había llegado a la capital. Dio una ojeada a su reloj: las 11.58 de la noche. Recordaba, con lujo de detalles, cada historia soñada  y se maravilló de la secuencia ininterrumpida de las mismas. Nunca le había acontecido un fenómeno tan extraño y exuberante. De modo simultáneo, sentía temor y también sentía ser el portador de mensajes misteriosos y secretos. Se prometió no contárselos a nadie y acaso algún día los consignaría con tinta sobre un cuaderno. Descendió de último del tren. Miró hacia el firmamento y la luna nueva se transparentó desde su nicho de escasas nubes.

 


 

WILFREDO CARRIZALES. Escritor y sinólogo venezolano nacido en la ciudad de Cagua, Aragua, Venezuela. Entre otras obras, ha publicado los poemarios Ideogramas (Maracay, Venezuela, 1992) y Mudanzas, el hábito (Pekín, China, 2003), el libro de cuentos Calma final (Maracay, 1995), los libros de prosa poética Textos de las estaciones (Editorial Letralia, 2003) y Postales (Corporación Cultural Beijing Xingsuo, Pekín, 2004).
zalesw [at] yahoo.com

 

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 Revista Almiar • n.º 111 • julio-agosto de 2020PmmC  • MARGEN CERO™

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