relato por
Adrián Néstor Escudero

 

A la Guerra y su perfecto ensayo de la Locura…

En especial, al inolvidable H.G. Oesterheld y su mito angular en la narrativa conjetural argentina: la saga El Eternauta (Revista Hora Cero Semanal, Buenos Aires, 1957- Historieta y 1962 – Novelada inconclusa). [1] 

Y al colega madrileño Pedro M. Martínez, responsable del Magazin virtual  Almiar-Margen Cero, y militante de verdades fungidas por el Maná de la Palabra, junto al sendero demiúrgico de la Imaginación Creadora…

¿

Estamos preparados para la verdad…, aunque la verdad sea la nada, la inmolación, el llanto, la soledad? [2]… Su mente, mordida por las mandíbulas férreas del tigre de la fatiga, se había preguntado aquello… Ahora, ante la osamenta estéril de un hombre, no tuvo más que formularse —horrorizado— el otro gran interrogante: ¿Qué gusano se habrá comido al último gusano?

No sabía lo que pensaba. Era obvio que el postrer engendro de la Muerte viva, había fallecido de hambre, completando el círculo vicioso de su mueca amarga…

Después, aquel soldado abatido y desconcertado por cómo él había podido sobrevivir —sin embargo— y durante tanto tiempo a las tinieblas de la guerra, vomitó su asco y se alejó —sin sepultarlos— de aquellos huesos resecos por la aridez del desierto palestino… 

Huyó trastabillando de ese lugar de buitres desolados y aferrados al polvo siniestro de una pradera amarilla minada con bombas personales, donde hacía meses pereciera su amigo de brigada —sin darse cuenta, siquiera—, y unido al unísono y al destello y a los fragmentos de cada una de las esquirlas multiplicadas, festejadas y convidadas por el diablo como Pan de la Derrota, como viático eucarístico para su descenso a los infiernos…

Y despertó. O creyó hacerlo. El sudor atado a la arena del desierto quiso pero no pudo detenerlo. Así que, aunque enceguecido por el polvo africano, se palpó totalmente y dio cuenta de que, en verdad, estaba vivo. Y pensó, ahora y casi a ciegas, «¿Quién soy? ¿Dónde estoy?», y que todavía era posible ser humano…

El Detector de Chips alteró el curso en forma automática y preparó sus pinzas de rescate. Y Alguien sabía —desde la Casamata ligada a F.C.— que el inconsciente corresponsal de guerra obtendría, de un zarpazo, el tesoro implantado en aquella otra —de tantas en el día— inerte cabeza guerrera. Pero su depósito de cajas negras estaba casi completo y debería regresar después, inexorablemente, a descargarlas en el Cuartel de Rearme oculto en algún lugar de aquel muscular desierto de rocas. Sin embargo, por la electrónica descripción de datos recibida en la Consola Solar, el Controlador pudo suponer que…

…Unas huellas como humanas moldearon el sendero distrayendo la ausencia de la enorme quietud. Umbrías bajo el peso del cuerpo acorazado, fueron lentas al deslizar sus pasos por el árido planalto africano. El soldado miró al sol. Ruanda ardía. Igual suerte correría más luego, Burundi, y las selvas tropicales que poblaban sus cadenas montañosas, mientras el lago Tanganyika se ahogaba en sangre verdadera. Una Burundi belicosa, alguna vez unida hacia fines del siglo XIX a esta Ruanda también combatiente y arrasada como aquella. Una Burundi ligada al Zaire a mediados del siglo XX, entramando sus escarceos de normalización institucional con cientos de vanos intentos independentistas que le permitieran democratizarse y modernizarse, acuerdo tras acuerdo violado entre los bandos en pugna. Olvidada ya, como en todo el mundo conocido, su impronta cristiana advenida de manos del catolicismo, poco importó al Gran Hermano y Señor de Relaciones Públicas junto a sus aliados imperiales alemanes y belgas, el respeto racial debido a los Hutus —descendientes de bantúes— y primeros pobladores de aquella orbe paradisíaca, actualizando en favor de la minoría Tutsi —de origen watussi y actualmente clonada en la totalidad de sus envases humanos— el proceso de colonización gestado desde mediados del siglo XVII, tras la ruta de café, del marfil, del uranio y del níquel…

Sí, el soldado miró al sol que encendía la límpida mañana de aquel desierto sucio y agobiado, y fue herido de golpe por un reflejo agresivo, feroz… Mutilado, cerró los ojos, posó la mano trémula sobre la carne abovedada por el certero disparo enemigo, y probó con su lengua el veneno aceitoso que, como agrio licor, serpeaba espeso por el interior de su traje de combate. Escapado de la zona del desastre donde, a pocos kilómetros de allí, los rebeldes Hutus —especie todavía naturalmente encarnada—, disfrutaba de los gozos de una fugaz victoria contra el ejército Tutsi de Máquinas y Androides del cual formaba parte, venía a encerrarse ahora en la libertad del silencio para… pensar. Pensar. Por eso el soldado, después de mirar al sol, se sentó, mutilado y cansado, sobre un desnudo cuenco de aquel muscular desierto de rocas. Cabizbajo…

Entonces, su chip de alerta vibró en el cerebro; y allí fue cuando creyó despertar y preguntarse: «¿Quién soy? ¿Dónde estoy?», bajo la sombra de un susurro alocado en una mente que se iba liberando, poco a poco, a través de la afilada herida que, a la par que mordía sus entrañas sin piedad, le ayudaba a reconocerse y descubrirse  en su verdadera esencia y personalidad, y darse incluso, como antes de su infame captura,  un nombre… Antonie Greff. Fue en ese instante cuando el dolor físico se trocó en llanto del alma y una sucesión de maniatadas imágenes familiares se agolpó en su cerebro, de pronto, nuevamente humanizado. Y el soldado lloró. Hacía tanto que no lo hacía… El derrame salino se mezcló con el aceite coagulado de los circuitos toráxicos, y un olor hediondo lo quebró en náuseas; el rostro de su joven y bella esposa se desfiguró en el luminoso pero chirle espejo de una arcada brutal. Entre vómitos, el soldado dijo: «¡No! ¡No!», y, finalmente, despertó totalmente…

Sí, era cierto: venía de un estado pequeño de la Europa occidental, que limitaba al norte con Holanda y el mar del Norte, y al sur, con Francia y Luxemburgo; al este, con Alemania y Luxemburgo, y al oeste, con Francia y el mar del Norte. Un país dividido también —como las naciones de África por donde vagabundeaba su misión androide— por dos grupos étnicos: los Flamencos, descendientes de los germanos —asentados en noroeste llano, fértil, cerealero y ganadero del territorio, con sus nobles polders o enormes praderas arrebatadas al mar y situadas a un nivel ligeramente superior a éste—, cuyo dialecto era celta; y los Valones, de origen francés —como él, nacido en las estribaciones del macizo renano, con la meseta de Ardenas y sus extensos bosques de abetos, pinos y robles ondulando sobre un monótono paisaje de landas, de mucha menor fertilidad que la anterior— que hablaban dicho idioma, y que la historia juzgaba como grandes discriminadores  de los flamencos. Un pueblo destacado también por su industria siderometalúrgica, textil, de química y de maquinarias… Industria excelente cuyos rendimientos solo llevaron a acelerar el trato forzoso de su históricamente errática monarquía institucional, con las fuerzas del Sr. de Relaciones Públicas y Gran Hermano…

Sí, el soldado lloró, porque su Bruselas, adorada y nostálgica, estaba florida y templada el día en que Las Máquinas guiadas por F.C. lo capturaron, sellando su destino mercenario; un destino común al de tantos otros que, como él, no habían logrado escapar por el Mediterráneo hacia el norte de África para enrolarse a los Hutus y sus grupos de resistencia armada, liderados por Pierre Nkurunziza y Agathon Rwasa… Y claro, el soldado al llorar, había pensado…  En todo y en todos… En todo un Mundo poseído por Frankesteins, y en todos los masacrados por la Invasión Robótica y de los capturados que fueran clonados por las Máquinas de F.C. y su lacayos Tutsi. Porque, al cabo, algo debió desajustarse en él descubriendo un ardor novedoso en su base craneana. Un  evento inesperado que, como una chispa de inteligencia creacional, lo devolvió de improviso a la exacta conciencia de la realidad…

Derrumbado en su mente el Mito de la Caverna [3] esbozado por un Filósofo Griego tan desconocido ahora como inconsulto, el soldado pensó. Y, de hecho, el soldado dejó de ser soldado… Pero su chip personalizado no dudó: eficiente y alerta para lo que había sido preparado, lanzó la señal al satélite que sobrevolaba al Planeta Azul… La señal… Celoso y de gran carácter, F.C. tampoco dudó. Desde su vigía cósmico dio cuenta del hijo desvariado porque no dudó en intervenir. Una falla mortal producida  en su programación por el disparo recibido, lo había vuelto irremediablemente peligroso como arquetipo recreado desde una especie veleidosa y deleznable a extirpar —definitivamente— del Universo… Fuera de control, no valía la pena. «Yes», razonó: aquel hijo adoptivo ya no era tal sino la monstruosa reminiscencia de aquellos dioses engreídos que osaran, alguna vez, atribuirse el hecho de haberlo engendrado a Él en sus tétricas fábricas tecnotrónicas… ¡A Él! ¡A Father Computer! ¡Al Gran F.C. y Único Dios entre las queridas, leales, insobornables e inmortales Máquinas, supervivientes legítimas de los restos abominables de la Raza Ancestral. «Yes». Se había trastornado y perdido, en consecuencia, su derecho a la vida eterna. Por eso, debía morir. Morir al igual que los últimos ejemplares refugiados en las selvas y desiertos del demoníaco continente negro…

…Por eso, también, su láser fue rápido y certero. Más rápido y certero que el disparo Hutu que lo había trastornado antes, y vuelto a la razón de su corruptible humanidad. Descendió del satélite, como un rayo, hasta el chip llamador, y, el cuerpo androide del soldado, se consumió en un solo acto. La astuta ingeniería de sus placas de relojería y músculos alambicados se derritió —a excepción de una negra caja— en la inmensidad amarilla de aquel paisaje montañoso; mientras una lluvia de obuses dirigida desde la Casamata Solar retomaba el castigo al hormiguero Hutu. Entonces, con la cabeza emboscada entre las crujientes rodillas, la Muerte tomó asiento, solitaria y cansada, en aquel muscular desierto de rocas. Y se adueñó del silencio…

Le vi de lejos (comentó el Controlador). Por su parte, El Detector concluyó su trabajo recuperando el chip cerebral para la red de clones humanoides del Señor de Relaciones Públicas y Gran Hermano, y regresó al Cuartel. *

 

▫ ▫ ▫

NOTAS:

[1] En 1957, para la revista HORA CERO SEMANAL y con dibujos de SOLANO LÓPEZ, OESTRERHELD creó su historieta mayor: EL ETERNAUTA. El relato de la nevada mortal sobre Buenos Aires (Argentina) y la posterior invasión extraterrestre constituye —según comentario editorial— un mito angular de la narrativa argentina. En 1962, EL ETERNAUTA tuvo su propia revista y allí OESTERHELD escribió, novelada, la continuación —inconclusa de las aventuras de JUAN SALVO, otra vez en la Tierra. Ediciones Colihue da a conocer en 2004 dicho texto «que se publica aquí —en Argentina— en libro por primera vez; un relato de ritmo infernal que comienza en el Tigre (Buenos Aires), sigue en Nueva Cork y termina en el espacio exterior…». En el relato, puede leerse el siguiente párrafo: Los Ellos… tienen bajo sus órdenes a unos seres inteligentísimos… Son los Manos. Estos, a su vez, manejan a los hombres robots: son hombres capturados a los que insertan en la base del cráneo, en la nuca, un aparato especial provisto de muchas lengüetas que  se clavan en el sistema nervioso… Por medio de ese aparato convierten al cautivo en un verdadero autómata, capaz de recibir órdenes transmitidas desde muy lejos y obedecerlas sin chistar, aun a costa de la propia vida…  Ediciones Colihue SRL (1.ª Edición, 3.ª Reimpresión) – Buenos Aires (Argentina), págs. 16/17.

[2]  GIMÉNEZ CORTE, EstanislaoArtículo Una Epifanía – The Matrix, 1999 – El Litoral, Santa Fe (Argentina), abril 2009.

[3] CATANIA, Carlos – La caverna (Diario El Litoral – Santa Fe, Argentina, 27-03-2003), explica el Mito de la Caverna planteado por Platón (La República), del siguiente modo: (…) el mito de la caverna ejemplifica magistralmente la situación de la ignorancia, sus consecuencias y la reclusión perpetua de la mente… En una suerte de vivienda  subterránea, con entrada abierta a la luz, los hombres, desde su infancia, permanecen encadenados por el cuello y por la pierna, inmóviles; sólo pueden ver los objetos que tienen delante. Detrás de ellos, a cierta distancia y altura, hay un fuego cuyo resplandor los alumbra. Entre el fuego y los cautivos, se extiende ‘una tapia parecida al biombo que los titiriteros levantan entre ellos y los espectadores, y por encima del cual exhiben sus fantoches’ (…). Por encima de la tapia, pasan objetos de toda clase, portados por hombres que transitan conversando o en silencio. Los cautivos no pueden ver sino las SOMBRAS que proyectan los objetos al resplandor del fuego, y si nombran las cosas que ven creerán nombrar los mismos objetos. Es decir, considerarían las sombras como objetos reales, y no tendrían por verdad otra cosa que no sea la sombra de esos objetos (…).

* ADRIÁN N. ESCUDERO – Santa Fe (Argentina), 27-07-2001. Texto ajustado: 21-09-2007 y 30-04-2018.
· Integra el Libro DOCTOR DE MUNDOS IIVisiones Extrañas (Colección de Ficción Conjetural y Metafísica). Inédito. La Botica del Autor. Santa Fe, Argentina, 2004/2019.
· Publicado en Suplemento Cultural  «Artes & Letras» – Diario EL LITORAL (La Capital, Prcia. De Santa Fe-Argentina), 10-10-2002. Pág. 12.
· Publicado en Suplemento Cultural  “La Palabra”  – Diario LA OPINIÓN (Rafaela – Prcia. De Santa Fe, Argentina), 07-12-2002. Pág. 2.
· Publicado el 25-02-2006 en el Magazín Virtual MUNDO CULTURAL HISPANO (Círculo  Literario  del  Ateneo de Alicante), Alicante, España – Director: Denis Roland Jurado).

 


 

Adrián Néstor Escudero

Adrián Néstor Escudero. Nacido en Santa Fe, Argentina, el 12 de enero de 1951. Casado, cuatro hijos y seis nietos a la fecha (y a Dios gracias). Como Dr. Contador Público Nacional (1975) y Magíster en Dirección de Empresas (CT – 1998), se desempeñó en la gestión privada y pública. Ejerció la docencia y cargos académicos universitarios en el Área de Administración de Organizaciones y Área de Gestión Educativa (FCE-UNL, 1972-1980 y FCE-UCSF, 1980-2000). Miembro del Consejo Profesional en Ciencias Económicas de la Provincia de Santa Fe, Argentina (1975-1980). Miembro del Colegio de Graduados en Ciencias Económicas de la Provincia de Santa Fe (Argentina) (1975 a la fecha). Como escritor cultiva la narrativa, el ensayo y la crónica articulista y es prologuista de libros, conferencista, jurado y crítico literario. Autor de tres libros de cuentos editados: Los Últimos Días (Ed. Colmegna SRL, Santa Fe, 1977), Breve Sinfonía (Ed. Colmegna SA, 1990) y Doctor de Mundos I; El Sillón de los Sueños (Ed. Vinciguierra, SRL, Bs. As., 2000); nueve libros inéditos: Piedras (una Fábula Mitológica) (2016); Doctor de Mundos II (Visiones Extrañas) (2016); Doctor de Mundos III (Mystagogia Narrativa o El Legado de Juan) (2016); Apocalipsis Bang (2015); Mundos Paralelos (2014), El Emperador ha muerto (2011); Desde el Umbral… (2011); El Reino de los Sueños I (2011); Nostalgias del Futuro (Antología, 2009); y siete libros de cuentos en desarrollo: Los Espaciales; Perdido en el Templo (En los umbrales de mi Getsemaní); Punciones Mentales; Mixturas Cotidianas; Atila y Otros Cuentos de ABC y El Reino de los Sueños II, y cinco breviarios literarios editados: Septeto (Colección Mesa de Cuentistas ASDE, 1996); Apocalipsis bangLas siete Parábolas de la In-Creación (Ed. Vinciguerrra SRL, Bs. As., 1999); Los Últimos días – Tetralogía (Ed. Mundo Cultural Hispano, España, 2005); El Emperador ha muerto – Tríptico (Colección La Abadía, Vol. 10. Ed. Ciudad Gótica – Rosario, 2006); y Teofanías y otros relatos (Colección 30.º Aniversario SADE-Filial Santa Fe, 2006). Premiado en sesenta certámenes literarios (locales, regionales, nacionales e internacionales. Su obra forma parte de treinta y nueve antologías (Argentina, Bosnia, España, Colombia, Marruecos, México, Guatemala, USA, etc.), y suplementos culturales, diarios y revistas literarias, de orden local, nacional e internacional. Ha publicado en cuarenta magazines virtuales (Las Américas, Europa, África y Asia). Su perfil biográfico se destaca en: Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe – Edic. Sudamérica – Sta. Fe (Argentina, 1992); Breve Diccionario de Autores Argentinos. Edic. Atril – Bs. As. (Argentina, 1999); Selecciones Biográficas Narradores Santafesinos. Edic. Tauro – Sta. Fe (Argentina), 1994); Un siglo de Literatura Santafesina. Edic. Culturales Santafesinas – Rosario (Argentina, 1999); y Los que hicieron Santa Fe. Cap. 34 – La Creación Literaria – Edic. Diario El Litoral – Sta. Fe (Argentina, 2005). Condujo durante 1979-1987, junto al escritor Edgardo A. Pesante, (1932-1988) el Programa Acontecer Literario (LRA 14-RN-Sta. Fe). Entidades y foros culturales: (entre otras) A.S.D.E.; SADE-Sta. Fe; ICH-Sta. Fe.; El Puente; ASL; SEPA; ESCRITORES.ORG; Parnassus (Buenos Aires); Mapuche (Buenos Aires); Letras en el andén (La Pampa); Café de escritores (USA); Club literario Cerca de ti (España); REMES (España); UEH (Colombia); UDME (Perú); UNILETRAS (Colombia: Vicepresidente Adjunto); OMT (México-USA: Vicepresidente Argentina), etc.

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Relatos en Margen Cero

Revista Almiar (Margen Cero™) · n.º 108 · enero-febrero de 2020

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