Su vida y visión pedagógica como maestro de América
artículo por
Axel Blanco Castillo
S
i en la actualidad resulta atípico toparse con un pedagogo, escritor, filósofo, polímata, con habilidades lingüísticas que facultan para el aprendizaje de varias lenguas, con más razón a mediados del siglo dieciocho dentro de la Capitanía General de Venezuela, donde se registraban niveles ínfimos de alfabetismo y no restringido a los estamentos empobrecidos y mayoritarios, sino también de los propios funcionarios del rey, que se valían de dependientes calificados para suplirlos en múltiples funciones. Es por esa razón que notables personajes como Don Simón Narciso de Jesús Carreño, que nace el 28 de octubre de 1769, a pesar de proceder de una familia de condición social humilde, descolla por su singular ilustración y pasa a ser un recurso humano imprescindible en la colonia venezolana.
Junto a su hermano Cayetano, músico popular en la Caracas de finales del siglo dieciocho, fue criado y formado por el cura Alejandro Carreño. Es probable que un resquemor personal lo impulsara a tomar el apellido de Rosalía Rodríguez, la mujer que lo había criado junto al prelado Carreño, presuntamente su madre natural. Todavía hay mucho que indagar sobre su prosapia. Hay autores que lo presentan como hijo natural del sacerdote Alejandro y de Rosalía, mientras que para otros era hijo expósito, como Rodríguez mismo lo declara al contraer nupcias en 1793 con María de los Santos Ronco.
Desde muy joven tuvo acceso a la biblioteca de su padre Carreño, y luego de la muerte de este, y el casorio de su madre Rosalía con un personaje que las fuentes denominan Ignacio Abay, se instruye en el arsenal de libros del tío Juan Rafael Rodríguez, destacado prelado y canónigo doctoral de la Catedral de Caracas. Como se indica al comienzo, la preparación peculiar de Rodríguez le abre caminos en la sociedad colonial, de tal manera que consigue, en 1791, que el Cabildo le otorgue el cargo de «Maestro de Primeras Letras de Caracas». Eso le da cierta relevancia y aceptación en medio de la pacatería mantuana, y es entonces que apertura clases en su humilde residencia.
Su agudeza le permite distinguir las contrariedades de la enseñanza colonial tan rigurosa y castrante y desarrolla entonces su memorial: Reflexiones que vician la escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento; lo hace basándose en lo que se ha convertido en su gran ideal pedagógico que es el Emilio de Jean Jaques Rousseau.
Indalecio Liévano Aguirre, en su biografía de Bolívar, revela que las autoridades no lo tomaron en consideración debido a su refinado lenguaje, tomado como extravagante e inadecuado. También es posible, por el talante conservador de los funcionarios, que se negaran a dar marcha a un proyecto de tan marcado rasgo revolucionario. Sin embargo, su ilustración sigue aproximándolo a notables familias, una de ellas es la de los Palacios y Blanco, donde se gana el respeto por el alto grado de responsabilidad en el cumplimiento de sus funciones y conocimiento sobresaliente. Ayuda a don Feliciano a administrar los haberes de la hacienda, y su acercamiento coincide con el período en que el mozuelo Bolívar se escapa de la casa en varias ocasiones. Cuando muere el abuelo don Feliciano es Carlos, el tío de Bolívar, quien toma las riendas de la inmensa fortuna; y es posiblemente por las muchas ocupaciones y su intolerancia hacia el párvulo que lo llevan a transferir la tutoría en el maestro Rodríguez, que acepta de inmediato por la simpatía hacia el muchacho.
Como preceptor del bisoño, quizás entre diez y once años de edad, aprovecha para aplicarle los principios roussonianos:
Ejercitad su cuerpo, sus órganos, sus sentidos, sus fuerzas; pero mantener ociosa su alma cuanto más tiempo fuere posible. (Emilio)
El historiador Liévano Aguirre en su libro Bolívar, clarifica aspectos de esta pedagogía:
El hombre es un compacto de deseos y de facultades para satisfacerlos. Pero en él, a diferencia de los animales, el equilibrio entre los primeros y los segundos no se realiza automáticamente y siempre existe la posibilidad de que tal acoplamiento entre unos y otros no se produzca y se presentan entonces peligrosos desequilibrios de la personalidad. La educación ha sido en la historia humana, el procedimiento escogido para lograr, con más o menos éxito, este equilibrio. (Pág.41-42)
En muchos casos la historiografía ha sido injusta con don Simón Rodríguez, al sacarlo a relucir solo cuando toca aspectos de la infancia y juventud del Libertador, pero su aporte en el ámbito educativo es de trascendencia en muchos países hispanoamericanos.
En el año 1797 se exilia a Jamaica, en vista de la puntillosa persecución de las autoridades españolas, por su presunta conexión con Manuel Gual y José María España a través de Picornell, en el caso del complot de La Guaira. Adopta entonces el nombre de Samuel Robinsón en Jamaica no solo para evadir el seguimiento del espionaje realista, sino como dice el historiador Temístocles Salazar, en un artículo publicado en la revista Uri-Cania, en junio de 2004:
Samuel Robinson no es una nueva personalidad de Simón Rodríguez para esconderse en ella, sino la continuación de su propio yo (…) Samuel Robinson es una metáfora profunda y sabia y a través de ella Rodríguez se descifra a sí mismo, se psicoanaliza de manera incomparable (…) Rodríguez tomó la decisión de llamarse Samuel Robinson en la isla de Jamaica al llegar huyendo de las persecuciones españolas contra los involucrados en la conspiración debelada de Gual y España de 1797.
Temístocles también tiene razones para pensar que el heterónimo que toma Rodríguez no solo es inspirado por la novela de Daniel Defoe, en vista de que cuando llega a la isla de Jamaica, esta puede parecerle tanto la Isla de la Desesperación, que redacta aquel huérfano de patria Robinson Crusoe al llegar a Brasil, como el Israel que en tiempos del juez Elí se pervierte por la corrupción de sus hijos y llega entonces un Samuel que, del mismo modo, se siente huérfano de un pueblo que se ha alejado de Dios.
El historiador basa lo anterior en la admiración que Rodríguez mantenía por la historia del pueblo semita y sobre todo de Samuel. Un personaje que lucha en contra de la corrupción para establecer un gobierno de equidad y justicia, donde la verdad se enseña para vencer la infamia y la mentira.
Rodríguez sigue a Estados Unidos, donde estudia la política educativa de ese país, y luego se marcha a Europa. Es de entender que nuestro biografiado no es un fanático de las revoluciones per se, sino en cuanto sirva para implementar la verdadera libertad social y el ideal pedagógico humanista y civilizador, permitiendo la independencia e individualidad como base del bien colectivo. Un principio liberal y burgués que algunos autores ven contradictorio, en vista de la asiduidad de Rodríguez a las tertulias socialistas en algunos países del este europeo. Pasa por Londres donde algunos autores especulan que haya hecho contacto con Francisco de Miranda, y es lógico pensarlo ya que el Precursor era un personaje muy conocido y cualquier londinense bien informado podía darle datos de su residencia.
Se impregna del acontecer político europeo transcurriendo por varios países: Austria, Italia, España, Francia, donde por varios años trabaja en una industria química, traduce obras y finalmente regenta una escuela de español para párvulos. Dichas actividades le permiten vivir dignamente mientras conoce a destacadas personalidades del mundo literario, filosófico, político y científico, como el varón de Humboldt en Nápoles o asistir a eventos de notoria trascendencia como la autocoronación de Napoleón Bonaparte, en Notre Dame, el domingo 2 de diciembre de 1804. Como sabemos, el azar también le permite su rencuentro con el antiguo discípulo de Caracas, Simón Bolívar, y con él termina de recorrer el viejo mundo hasta llegar a una de las siete colinas de Roma, el Monte Sacro, donde Bolívar hace su juramento.
Es probable que Rodríguez haya sido el personaje clave en la superación de la crisis afectiva de Bolívar, por la partida de su amada Teresa, pero sobre todo, de su toma de conciencia e identidad en el ideario emancipista americano. Comparten otro tanto juntos, incluso en la fría y nevada Navidad de finales de 1805 y el año siguiente, 1806, se separan. Bolívar regresa a Venezuela y él sigue en Europa hasta 1823, cuando parte hacia América, desembarcando en Cartagena de Indias, la Colombia de la unión, aquí funda una primera escuela taller rousoniana. Recibe cartas del Libertador otorgándole la bienvenida desde el Perú, y también para solicitar su ayuda en el ordenamiento de la instrucción pública, la economía de minas, agricultura, vialidad, con el fin de coadyuvar el flujo urbano activando el progreso de la región boliviana. Por eso el propio Bolívar había enviado misivas a Santander, el vicepresidente de Cundinamarca, para recomendarlo y que este le facilitara todo lo conveniente.
Rodríguez ejerció el encargo con gran compromiso, y del mismo modo apertura una segunda escuela taller rousoniana, con el propósito de extender su modelo en toda Hispanoamérica, pero sus relaciones con el Mariscal Antonio José de Sucre, no conjugan bien desde el principio. Cuando este es nombrado presidente de Bolivia a partir de octubre de 1826, Rodríguez decide entregar el cargo en vista de negativas e inconvenientes del gobierno para agilizar el desarrollo de la obra que le había sido encomendada; así que se concentra en la administración de sus escuelas talleres y en asuntos menos contradictorios que la gestión pública. Funda dos escuelas más en Quito y Guayaquil. Y luego de la muerte del Libertador visita a Manuela Sáez en Paita, quizás buscando revivir el recuerdo de su alumno más egregio.
Dentro de la propia provincia de Paita, departamento de Piura, norte del Perú, en el caserío de Amotape, agoniza el maestro Rodríguez el 28 de Febrero de 1854, por una enfermedad provocada quizás por la misma vejez, ya que pasaba de los ochenta años. Su hijo José y un amigo de este, Camilo Gómez, lo acompañan y asisten hasta su último fatigoso resoplido.
En la gran mayoría de las producciones fílmicas, se muestra un Rodríguez bonachón, juguetón y casi chicharachero, quizás sea más fácil encantar al espectador con una personalidad tan alegre, pero esa no es la verdad descrita en la documentación y la historiografía. Es probable que Rodríguez fuera una mescla de dos temperamentos predominantes, una parte del colérico y otra flemática. Es por eso que en su época muchos no lo aceptaron por su carácter irascible, de muy poco hablar a no ser por la enseñanza impartida a la muchachada, o cuando despachaba trabajos varios o explicaba el procedimiento de alguna labor. Es probable que forjara barreras sociales para procurar el distanciamiento con ciertos elementos aborrecibles o desconocidos de esa sociedad tan clasista. Aunque ese dejo de mal humor podría haber sido escepticismo, por ese mundo que conoció desde el principio, opacado por el infortunio, el desamor, la soledad, intolerancia, las aberraciones del mitrado o las injusticias de los reyes despóticos, la rebelión, la guerra, el exilio, la inestabilidad de la unión y la república, la muerte de su amigo Simón (el héroe), la muerte del sueño americano, el monstruo del caudillo, la pobreza, el hambre… Rodríguez no regresó nunca vivo a su tierra, sino hasta 1954, cuando el pueblo caraqueño en gran ceremonia y reconocimiento, le dio entrada a la dimensión de los héroes, el Panteón Nacional.
¿Quién pudiera recordar a Samuel Robinson tal como fue, quién pudiera verlo cómo educó, cómo caminó por el mundo o desafió a las autoridades, cómo fraguó su pensamiento para libertar los espíritus oprimidos por el verdugo de la inepcia e ignorancia? Solo el que se asoma a través de la ventana de la historia.
¿Y quién pondría en duda su legado?
Solo el que nunca ha leído, el que nunca ha escrito una línea, el que nunca se ha educado.
Referencias
(Bibliográficas)
· BLANCO FOMBONA, Rufino. Mocedades de Bolívar. Monte Ávila Ediciones. Caracas, 2007
· LIÈVANO AGUIRRE, Indalecio. Bolívar. GRIJALBO. Caracas, 2007
· MASUR, Gerhard. Simón Bolívar. GRIJALBO. México, 1987
· CASTELLANOS, Rafael Ramón. Simón Bolívar (El Hombre). MORALES I TORRRES EDITORES, SL. Caracas, 2006
· MANUEL ARCAYA, Pedro. Personajes y Hechos de la Historia de Venezuela. BIBLIOTECA DE TEMAS Y AUTORES FALCONIANOS. EDITADO POR TALLERES CROMOTIP. Pág. 37-52. Caracas, 1977.
· PINO ITURRIETA, Elías. Simón Bolívar. BIBLIOTECA BIOGRÁFICA VENEZOLANA. Caracas, 2009
(Electrónicas)
· ¿Por qué Simón Rodríguez escogió por nombre a Samuel Robinson?http://www.saber.ula.ve/bitstream/handle/123456789/36418/articulo8.pdf?sequence=1&isAllowed=y
· Diccionario de Historia de Venezuela:https://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/r/rodriguez-simon/
· Don Simón Rodríguez:
http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316-49102008000100021
· Revista Historia de la Educación Latinoamericana
https://www.redalyc.org/pdf/869/86900904.pdf
· Simón Rodríguez:
http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20191001040723/Simon_Rodriguez_el_maestro_del_libertador.pdf
· Sociedades Americanas:
https://enriquedussel.com/txt/Textos_200_Obras/Pensadores_emancipacion/Sociedades_americanas-Simon_Rodriguez.pdf
· Usos del pasado y guerra de las memorias en la Venezuela de la «Segunda Independencia»:
https://scielo.conicyt.cl/pdf/polis/v12n34/art21.pdf
Axel Blanco Castillo. Escritor venezolano (Caracas, 1973). Profesor egresado del Instituto Pedagógico de Caracas en las especialidades Geografía e Historia. Desarrolla maestría en Historia en la UCV. Ha trabajado en educación media en el área de Ciencias Sociales por más de diecisiete años. Algunos de sus cuentos y artículos han sido publicados en revistas virtuales y en la revista impresa Yelmo y Espada (salida de circulación). Ganador del Turpial de Oro en el concurso Cuentos de Amor 2015 por la Sociedad Venezolana de Arte Internacional. Es autor de los libros: Más de 48 Horas Secuestrada, Héroes y Degenerados (CreateSpace Independent Publishing Platform) y Al borde del caos (El Perro y la Rana).
🖥️ Web del autor: https://axelblanco1973.wordpress.com/
👓 Otras publicaciones de este autor (en Almiar): Bolívar: su tiempo y la trascendencia del héroe (artículo) y Juegos de cama (relato)
🖼️ Ilustraciones artículo: (portada) Montaje de dos imágenes: Simón Rodríguez. Óleo sobre tela. Ministerio de Educación. Caracas – Venezuela y Puesta del sol en Cartagena, Colombia ▫ Vista de La Guaira desde el mar, Ferdinand Konrad Bellermann. [Licencias Public domain, CC. 2.0, y Public Domain, via Wikimedia Commons].
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