Un poemario de Sergio Colina Martín
Entrevista al autor
L
as guerras frías es el segundo poemario del diplomático Sergio Colina Martín, que con La agonía de Cronos fue galardonado con el accésit del Premio Injuve de Poesía.
Para Sergio Colina la literatura forma parte de su vida, su mente parece diseñada para la creación y su discurso denso y obscuro puede remitir a una especie de bautizo o prueba en donde uno mismo debe salvarse, y donde la originalidad de la forma crea a lo largo de todo el libro una tensión y angustia in crescendo que permite al autor situarnos ante paisajes interiores y ajenos cargados de crudeza y desasosiego. Un paisaje poético que puede recordarnos o rememorar al William Blake más tenebroso.
Hemos tenido la ocasión de entrevistar al autor, quien nos desvela las claves de su literatura.
—Llega a las librerías de toda España su nuevo poemario Las guerras frías (editorial Cuadernos del Laberinto. Madrid, 2020). ¿Qué va a encontrar el lector bajo este título tan sugerente, y qué significado posee el mismo?
—Las guerras frías es un libro construido a lo largo de los años. Sin ser un diario poético, contiene el poso de múltiples vivencias y reflexiones, y, sin ser tampoco una crónica de viajes, despliega una especie de mapa de múltiples lugares. Algunos de ellos son espacios físicos, otros, puramente simbólicos. Pero en ambos casos su función es dar forma a un recorrido por las guerras silenciosas que todos mantenemos con nosotros mismos, con los otros, con el mundo, y también con las palabras. Un microcosmos construido sobre tensiones, pugnas, intuiciones y recuerdos, a veces dolorosos, a veces excitantes, a veces salvadores.
—En el prólogo Miguel Albero le compara con Rimbaud, ¿cómo le sienta dicha semejanza?
—Bueno, creo que más bien el prólogo utiliza el arquetipo en que se ha convertido a Rimbaud para hablar sobre las expectativas respecto al poeta, sobre la edad, sobre la idea de juventud y de madurez, sobre la continuidad de una obra, y sobre su radicalidad. Dicho eso, no me importaría nada haber escrito Une saison en enfer…
—La cubierta de Las guerras frías es un dibujo de Toulouse-Lautrec que representa un ser esperpéntico. ¿Cómo refleja esta obra su literatura?
—De Toulouse-Lautrec no solo me gusta la obra, también la personalidad que en ella se refleja. Me gusta pensar que hubiéramos sido buenos amigos. En cuanto a la portada, se trata del retrato de un clown, una figura recurrente en su imaginario. Creo que el dibujo contiene una cierta gravedad, un gesto que puede parecer amargo, desdibujado y algo grotesco, pero a la vez capaz de reírse de sí mismo. Creo que en el poemario hay algo de esa mezcla entre expresionismo y burla. Me parece importante tomarse las cosas en serio, pero también me parece fundamental no tomarse nunca demasiado en serio a uno mismo…
—El amor y la pasión erótica como eje central de la poesía. ¿Cómo logra ser original en un asunto tan tratado?
—Siempre he pensado que buscar la originalidad como un objetivo en sí mismo es probablemente la receta perfecta para acabar no siéndolo… Podría ponerme borgiano y decir que todo está ya escrito, etcétera, pero, como apunta Miguel Albero en el prólogo, creo que quizás lo más importante es no dejar de buscar una voz, y con suerte encontrarla, aunque sea por un tiempo. A partir de ahí, se puede escribir sobre amores y pasiones, o sobre nostalgias, decepciones, ilusiones, enfados, o sobre libros, o sobre ciudades, o sobre la muerte, y tratar de decirlo de una forma que sea capaz de resonar en quien acabe leyendo esas líneas.
—¿Qué le ofrece la poesía en comparación con la narrativa?
—Me encanta leer prosa, pero volviendo al tema de la voz, yo no tengo una voz narrativa. No me interesa trabajar en desplegar tramas, no tengo personajes que desarrollar. No tengo historias que narrar, pero sí, a veces, impresiones del mundo, intuiciones, visiones de cosas que podrían haber sucedido, que necesito capturar. A menudo son como puños que te agarran por dentro y te piden que les des forma antes de soltarte, y por eso no me interesa tanto lo extenso como lo intenso. Cuando la aproximación es más reflexiva y hay temas que creo que puede ser interesante analizar con más detenimiento, de manera más discursiva, prefiero escribir reseñas o ensayos, o recurrir a formatos más académicos.
—¿Cómo ve el mundo de la cultura en la España de hoy en día y cómo cree que va a afectar en un futuro próximo el parón cultural por la pandemia del covid?
He estado viviendo en Estados Unidos desde que empezó la pandemia, así que no he tenido ocasión de poder observar de primera mano su impacto sobre el sector cultural y sus trabajadores. Tengo la suerte de tener buenos y talentosos amigos en el ámbito de las artes escénicas, y a través de ellos conozco de primera mano la precariedad que ya predominaba antes del COVID-19, y el terrible golpe que ha supuesto, y sigue suponiendo, para un sector siempre frágil. Y siempre imprescindible. También veo a mucha gente tratando de dar vida a nuevos formatos, tratando de explorar nuevas opciones para poder seguir trabajando, desplegando su creatividad, llegando al público en la distancia. Creo que el mundo de la cultura en España está lleno de supervivientes con un mérito increíble a los que no siempre reconocemos el esfuerzo que tienen que realizar para poder dedicarse a lo que se dedican y poder prestarnos los servicios fundamentales que nos prestan, contra viento y marea.
—¿A qué poetas admira? ¿Cuáles son sus poemarios de cabecera, esos que se sabe casi de memoria?
—Probablemente esta sea la pregunta más temida por un lector compulsivo y desordenado como yo… Por un lado, hay tantas cosas que me han impactado a lo largo de los años… Por otro, soy poco mitómano. Pero si tuviera que responder sin pensar demasiado, serían quizás Lautréamont, e.e. cummings, Dylan Thomas, Gertrude Stein, Leopoldo M. Panero, los mejores textos de los beatniks… De adolescente me sabía casi de memoria trozos de Altazor de Huidobro, de Aullido de Ginsberg, de La prosa del transiberiano de Blaise Cendrars… Aunque nunca me ha gustado recitar poemas de memoria. De hecho, detesto recitar mis propios poemas. Además, las oposiciones acabaron definitivamente con mi memoria. Ahora que vivo en Nueva York estoy releyendo Ciudad del hombre, de Fonollosa. También estoy leyendo, por primera vez, a Rodrigo García Marina. Y La belleza del marido, de Anne Carson.
—¿Qué le mueve a escribir?
La verdad es que me paso el día leyendo, escribiendo y reescribiendo. Leo informes, correos electrónicos, libros, periódicos, artículos, manuales, y escribo y reescribo correos electrónicos, cartas, notas, discursos, informes. Y, de vez en cuando, también poemas. Hay épocas en que el trabajo me consume, o me embarco en proyectos más de gestión, como la revista digital 2384, que dirigí durante seis años. Y entonces dejo de escribir poesía, por un tiempo. Pero la pulsión sigue siempre ahí, esperando el momento adecuado para volver a reclamar su espacio.
Dos poemas de Las guerras frías
Quise decirte
que la luz que se infiltraba a través de tu persiana
me molestaba, que no me dejaba dormir.
Quise decirte
que ya no soporto
tu frente demasiado ancha
tus chistes bobos
tus pies o tus manos
que odio tu risa
que detesto tus rodillas torcidas
tu gesto de víctima.
Ahora amo a Carolina.
Ella sí existe
porque verdaderamente no es.
Quiero decirte
que esta es la última noche que manchas la almohada
y que con tus lágrimas de hoy alimentaré
a nuestros hijos —de ella y míos—,
que serán pequeñas grullas esbeltas de viento,
verdaderos hijos de su tiempo.
🔸🔷🔸
Me dijeron —y me lo creo—
que gusto más cuando hablo de las cosas
y no de ti.
Que me gusto más cuando no hablo contigo
y me quedo con el mundo,
en el mundo,
a solas.
Así pues, de las cosas, desde ahora, hablaré.
Hablaré y hablaré, sin decir palabra.
Sergio Colina Martín (Barcelona, 1985). Diplomático. Ha vivido en Madrid, Roma, Salvador de Bahía, Rabat y Tokio. Actualmente reside en Nueva York, donde trabaja para las Naciones Unidas. Antes de la mayoría de edad empezó su actividad como crítico literario en Lateral, extinta revista de cultura, y después pasó a colaborar de forma habitual en Quimera. Desde entonces, ha publicado entrevistas, traducciones, artículos y ensayos sobre literatura y teatro, relaciones internacionales y gestión cultural en múltiples revistas especializadas y obras colectivas. En 2012 cofundó la revista digital 2384, un proyecto dedicado a difundir autores y literaturas poco conocidos en España a través de la traducción y la reflexión, que dirigió hasta su último número, en 2018. En 2010 publicó su primer poemario, La agonía de Cronos, galardonado con el accésit del Premio Injuve de Poesía.
📖 Las guerras frías
• Prólogo: Miguel Albero • Colección Berbiquí de Poesía, n.º 28 (Cuadernos del Laberinto, 2020) • I.S.B.N.: 978-84-122076-5-1 • 92 págs. • Ilustraciones artículo: Portada del libro y fotografía, con autorización para su uso y publicación en esta reseña; © de sus autores.
🌐 Más información:
cuadernosdelaberinto.com/Berbiqui/SERGIO_COLINA_MARTIN_GUERRAS_FRIAS.html
Revista Almiar · n.º 113 / noviembre-diciembre de 2020 · 🛠 PmmC · MARGEN CERO™
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