artículo por
Gustavo Catalán

 

L

as palabras son nuestro tesoro; el de cada comunidad idiomática y, en consecuencia, su mimoso cuidado se supone prioritario entre quienes han hecho profesión del lenguaje. En dicha línea, parece obvio que el Diccionario de la Real Academia Española (R.A.E.), cuya primera versión data de 1780, debe ser periódicamente revisado y actualizado tanto en lo que hace a normativa gramatical como a la incorporación de vocablos que traen consigo los nuevos tiempos. No obstante, y en las últimas directrices dictadas por los responsables, algunos hemos advertido lo que podríamos tildar de excesiva manga ancha, con decisiones más que cuestionables y que, en mi criterio y de otros, no contribuyen a enriquecer el idioma, por lo que la gramática como fuente de esperanza, al decir de Steiner, no pasaría de un deseo sin visos de concreción. Me explicaré.

La asunción formal de palabras hasta aquí escuchadas o leídas con sorna, se antoja de todo punto innecesaria.

Las almóndigastoballasmoniatos, madalenas o setiembres no debieran, como otras muchas, incorporarse a nuestro acerbo porque no añaden matiz alguno y son simples ganas de hacerse con todo basándose en criterios más que cuestionables.  E igual ocurre con esa plétora de extranjerismos —desde el show al speechbullyings o spoilers— para los que en su mayoría disponemos de equivalentes en castellano, de modo que los sobrevenidos no aportan ventaja sustancial alguna como no sea hacer del spanglish la lengua que espera en el porvenir de seiscientos y pico millones de hispanohablantes.

En cuanto a los acentos, abogar por la supresión de algunos, se trate de palabras monosílabas o algunos con función diacrítica, puede en ocasiones traicionar el pensamiento. Sería el caso de rio (de reir)di (dar o decir) o la eliminación en el caso de sólo cuando equivale a solamente. Con tales mimbres, al leer  por ejemplo «Voy solo al cine» podemos quedar en la duda de si se trata de acudir sin compañía o es la única afición, y si «Solo hasta mañana», ¿un intervalo corto o bien sin nadie con quien pasar la noche? Sin embargo, y de mediar acento, no sería preciso responder a los interrogantes a través del contexto. En resumen: que en ocasiones las viejas reglas tienen su razón de ser, que la intención de ponerse al día no pasa necesariamente por hacer tabla rasa y, en el actual escenario, creo que Pablo Neruda, de vivir hoy, se lo pensaría dos veces antes de escribir su Oda al diccionario.

 


 

J. Gustavo Catalán Fernández. Es Licenciado en Medicina por la Universidad de Barcelona, y Doctor en Medicina (1990) con la calificación de Apto Cum Laude. Médico Residente y después Adjunto en el Servicio de Oncología del Hospital de San Pablo de Barcelona. Es también especialista en Medicina Interna y Endocrinología (Univ. de Barcelona), diplomado en Metodología Estadística por la Universidad de París y en Sanidad (Escuela Nacional de Sanidad, 1982).

🔗 Web del autor: Contar es vivir (te)
(https://gustavocatalanblog.com/)

 Este artículo fue publicado originalmente el 07.10.2019
en el blog Contar es vivir (te).
🖼 Ilustración artículo: texto sobre imagen base por geralt / Pixabay [dominio público]

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