No era fácil callar a los niños. Veinte años de la novela de Consuelo Triviño Anzola

 

A modo de conclusión:

Resituar los hechos en el mundo

por Jorge Urrutia

 

T

odo lector de Tolstoi sabe que, cuando Anna Karenina se suicida al echarse bajo las ruedas de un tren que llega a estación, falta aún una cincuentena de páginas para que la novela acabe. No es por lo tanto la peripecia personal y trágica del personaje lo que más preocupaba al autor, sino las circunstancias en las que se inserta y el valor simbólico que el adulterio adquiere. Precisamente, la fuerza de la literatura radica en su capacidad para resituar los hechos en el mundo y elevarlos del grado anecdótico al de categoría. Muchos se conforman, sin embargo, con la transparencia más inmediata del texto, y no buscan levantar ese mantel que permite descubrir la entraña de la significación literaria.

Así, numerosos comentaristas han solido leer Prohibido salir a la calle, la primera novela de Consuelo Triviño Anzola, como una obra autobiográfica, una obra costumbrista sobre la Bogotá de los años sesenta del siglo XX o, incluso, como una manifestación de las constantes de la literatura feminista. También a la manera de una novela de infancia. Algunos, más perspicaces, la creen en un «Bildungsroman», una novela de aprendizaje. Claro que tendría que ser el aprendizaje únicamente de la primera etapa de la vida, pues la peregrinación indispensable en dicho género, el «Wander-jahre», tan sólo se anuncia simbólicamente en la frase final del libro.

Hay en la novela de Triviño, desde luego, pero también en cualquier otra, elementos autobiográficos y costumbristas, incluso desde el punto de vista lingüístico. Cuando un personaje abre una puerta, por ejemplo, en la descripción del hecho se vuelca la experiencia personal del narrador que abrió muchas puertas en su vida, así como los hábitos de decoración y uso de su tiempo. Cuando se habla de la infancia, rebrotan en la pluma del escritor palabras que escuchó de labios de su madre y que luego había olvidado. Pero ello no es ni autobiografía ni costumbrismo. También, al situar al personaje en los años infantiles, la novelista ajusta las cuentas con ese período de su propia vida que, necesariamente, se integra en un período histórico. Pero Prohibido salir a la calle va más allá de la autobiografía y del costumbrismo, del mismo modo que Anna Karenina no puede limitarse al deseo desenfrenado de su protagonista, ni permitirnos preguntar por la eficacia  del sistema de frenos de los ferrocarriles rusos en la época.

Si en Tolstoi lo importante no es exactamente el adulterio lo que debe tenerse en cuenta, sino la crisis de los valores sociales y su repercusión en la acción política que una ruptura matrimonial implicaría, la descalificación, por ello, de Karenin para ser ministro del zar, en la novela de Consuelo Triviño no es tanto la prohibición lo que importa, o la misma calle, sino el hecho de salir y, desde luego, el modo de narrar cómo la protagonista se hace consciente de las prohibiciones y de la necesidad de contornearlas. ¿Pero de dónde no puede salir la protagonista? De la casa, indudablemente, para caer en los peligros ciudadanos, pero también y sobre todo de las contradicciones en las que la educación inicial sumerge al individuo.

No puede, tampoco, limitarse esta importante novela colombiana a la aventura del descubrimiento de la feminidad, porque ésta, como la masculinidad, no es sino uno más de los rasgos de la vida. Otra cosa es la mirada feminista, o no, del lector al volcarla sobre la novela. Lo que la protagonista descubre en Prohibido salir a la calle es el valor de la feminidad, establecida en confrontación con una masculinidad que definen, precisamente, las propias mujeres de la casa. Las responsabilidades sociales que la niña aprende no se corresponden con las asumidas en su hogar, del mismo modo que la escuela, con su teoría tan fundamentada, solapa la realidad de la vida. La protagonista, observadora inteligente, no puede sino someter a crítica todo el sistema. Ahí radica su aprendizaje. No se trata de una cuestión de sexo (de género, como se mal traduce), sino de poder, y éste recae en unos casos sobre los hombres y en otros sobre las mujeres, de forma tan aleatoria o injusta como se ejerce en la sociedad.

El universo de Prohibido salir a la calle es una metáfora de la vida social que todo ser humano tiene que ir desmontando de su estrategia significativa, y de ahí la importancia de la novela, mucho más allá de la peripecia superficial. Si los primeros cuentos de la autora transmitían la constancia de la soledad fijada simbólicamente en seres fracasados que pretenden huir, es natural que Consuelo Triviño Anzola sintiese la necesidad de rebuscar los motivos de la insatisfacción en los orígenes de la personalidad. A lo largo de toda la obra, la sociedad se construye, no sobre la plenitud de sus individuos, sino sobre una insuficiencia que los obliga a continuar andando, sin prisa ni pausa, para que la estructura social siga dialécticamente hacia un destino desconocido. En este caso, el personaje comprende que la prohibición no es tanto la de salir a la calle amenazadoramente peligrosa, como la de convivir con un padre cuyos usos vitales siempre estuvieron desajustados con los comunes y que se aparece como una posibilidad de libertad y rebelión. Y para expresar ese sentimiento tan íntimo de su personaje, Consuelo Triviño construye una lengua literaria que va más allá de la simple transparencia.

Por eso Prohibido salir a la calle es una novela que nos importa por encima de una lectura literal y que acoge a cualquier lector en su reflexión sobre la conformación social del modo de vida. Si, para unos, puede encandilar con su anécdota tan vívida, para otros deviene la expresión de cómo el individuo construye su personalidad en el imprescindible enfrentamiento con la organización familiar y social.

Todo ello hace de esta novela una de las más profundas, trabadas y significativas de la literatura colombiana y latinoamericana en general.

 


 

Jorge Urrutia. Catedrático Emérito de la Universidad Carlos III de Madrid. Anteriormente desempeñó otros puestos docentes de lengua y literatura españolas, desde el lectorado de la Universidad de Estrasburgo (Francia) a la cátedra de la Universidad de Sevilla. Ha sido profesor invitado en universidades extranjeras. Decano fundador de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ha sido Premio Nacional de Traducción y está en posesión de la Medalla del Instituto de Cultura Puertorriqueña y de las Palmes Académiques por su contribución al conocimiento de la cultura francesa. Como poeta, su obra es muy significativa entre los autores que se dan a conocer a mediados de los años sesenta del siglo XX debido a su culminación simbolista, después de haber buscado una conjunción de la poética del lenguaje y la del compromiso a través, especialmente en los libros de los setenta, de una escritura vanguardista. Un volumen colectivo preparado por reconocidos especialistas en literatura estudia detalladamente su obra poética bajo el título El mar de la palabra. La poesía de Jorge Urrutia (Madrid: Biblioteca Nueva, 2011). En 2017, la editorial Salto de Página publicó una antología de cincuenta años de su producción poética: Será presente lo que ya es pasado y, en 2018, la Editora Nacional de la república Dominicana, abrió su colección Puentes, destinada a los poetas extranjeros, con otra amplísima antología: Presente continuo.

 

No era fácil callar a los niños

No era fácil callar a los niños. Veinte años de Prohibido salir a la calle
Edic. de María Ángeles Vázquez – Editorial Mirada Malva, 2018 • www.miradamalva.com • ISBN-13: 978-84-948523 -4-3 • (206 págs.) •
Ilustraciones realizadas con la portada de la novela (© de sus autores)

 

reseña Jorge Urrutia

Reseñas en Margen Cero

Revista Almiar  n.º 102 enero-febrero de 2019 • Edición: PmmCMARGEN CERO

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