relato por
Analía Pascaner

 

¡H

ay tantos globos en el patio! Toda mi casa está adornada porque hoy cumplo los seis. Me encantan las fiestas de cumpleaños y mis padres se esfuerzan por complacerme: me regalaron este vestido rojo que me queda precioso, la cocina está llena de comida y hay bolsitas con juguetes para repartir a mis amigos. Pero ¿la verdad la verdad? lo que más me gusta son los regalos y… suena el timbre ¡bien! debe ser alguna de mis amigas. No, es un compañero que trae un regalo chiquito. ¡Timbre otra vez! Otro varón ufa. Pasá que recién llegó Fernando. ¡Otra vez timbre! Mi mamá abre y voy corriendo. Por suerte son mis amigas y ¡cuatro juntas! Pero falta Viviana, mi mejor amiga. Timbre y teléfono, todo junto, mejor atiendo el teléfono porque está más cerca. Es Viviana. ¿A qué hora vendrá?, pregunta mi mamá. Los chicos gritan y corretean en el patio, ya quiero ir a jugar con ellos. Mamá, Viviana no vendrá porque no compró un regalo. Andá al patio vos… querido, andá a buscar a la compañerita de la nena, mirala vos a esta chica pretenciosa.

Vale, esperá que tengo señal de llamada, te corto te corto, en dos minutos te llamo, dale. Paaaaaula menos mal que me llamaste porque tengo que contarte algo. ¡Justo en mi cumpleaños viene a pasarme esto! Es de no creer Pau… no no no, esperá que te cuento yo primero. Y ni se te ocurra contarle a nadie, ¿eh? Recién hablé con Valeria pero a ella nada, ¿eh? ¿Te acordás de Matías ese chico que me avanzó en los quince de Mercedes? Ni te imaginás lo que me pasó en la plaza esta mañana a la salida del cole. Tengo señal de llamada Pau, te corto te corto, en dos minutos te llamo. ¿Hola?… Fraaaanco… sí, hoy salimos, estoy arreglando con las chicas, te llamo en un rato… bueno… bai bai. Hola Valeria, mirá, te llamo antes que se entere Paula y te cuento… Jurame que no le vas a contar a nadie, ¿si? Te acordás de Matías ese chico que me avanzó en los quince de Mercedes? Pero jurame que no se lo contás a Paula porque ésa va y se lo cuenta a todo el mundo. Bueno, resulta que hoy estaba en la plaza y… Tengo señal de llamada, te corto te corto Vale, te llamo en dos minutos, dale. Hola Paula justo te estaba por llamar, era Franco, el tipo se puso repesado y no cortaba por nada. Dale… te cuento lo de Matías porque no lo podía cre-er Pau, pero jurame que no lo vas a contar y menos a Valeria que se lo cuenta a todo el mundo… Ufa Pau ¿justo ahora está entrando tu viejo? Te lo cuento después… sí sí ya cortamos. Nos encontramos en casa de Jimena a la una y de ahí vamos todas juntas. ¡¡Vamos a festejar mi cumple con todo!! Tengo señal de llamada, Paula, te corto te corto. Ahhh, Pau, ¿qué te vas a poner esta noche?

Los días se deslizan en silencio, los años caen sobre mis hombros, mi vida transita sin sosiego, el tedio me arrastra, el trabajo me resulta insoportable. Mis estudios quedaron relegados, mis sueños se disolvieron, mis ilusiones se esfumaron, mis proyectos se perdieron en recovecos del camino.

Cada año, este día tan especial se va calcando sobre el anterior. Otro año similar, otro año sin brillo, otro año sin sueños ni deseos ni planes ni esperanzas. Otro año tan sólo para probar que el tiempo transcurre inexorablemente, para recibir en mi cuerpo y en mi cara y en mi alma y en mi vida misma, todas las frustraciones. Hoy festejo (¿festejo?) un nuevo cumpleaños de la misma manera que desde hace tantísimos (ni sé cuántos) años atrás: sin sorpresas ni alegrías, sin expectativas ni emociones, sin ruidos ni visitas, sin torta siquiera. ¿Para comerla los dos solos? pregunta siempre él. Sí, para comerla los dos solos, para comerla al día siguiente, para recordar momentos agradables del pasado, para tener unos minutos de magia. Al menos unos minutos de magia… No te preocupes, no compremos una torta, no seré yo quien realice gastos superfluos en casa.

Recuerdo con cuánto esmero preparaban mis padres cada fiesta de cumpleaños. Recuerdo con cuánta ansiedad esperaba ese día que se escurría entre juegos, globos, corridas, piñata, gritos, regalos, peleas y la torta. La torta. Yo deseaba soplar las velitas al comienzo de la fiesta; sin embargo la torta siempre quedaba para el final, cuando muchos timbres habían interrumpido y muchos chicos se habían retirado de la mano de sus padres. Yo esperaba la torta: el momento en que apagaban las luces y ese misterioso movimiento en la cocina aumentaba mi ansiedad. Desde el equipo de música brotaban aullidos acompañados por la melodía del «Feliz Cumpleaños» y mi mamá ignoraba mis ruegos para evitar escuchar ese casete ridículo que me había regalado no sé qué tío.

Viene a mi mente un cumpleaños de aquéllos que me engrandecían. Habré cumplido seis o siete… no recuerdo con certeza… Una chica de la escuela, mi compañera de banco, me llamó por teléfono y me explicó que no vendría a mi fiesta pues su mamá no le había podido comprar un regalo. Y me pareció lo más natural del mundo responderle que no viniera si no tenía un regalo para mí. Cuando le conté a mi mamá, ella se indignó y mandó a mi papá a buscarla. No recuerdo mucho más de esa anécdota, de esa actitud interesada de niña consentida. Sí recuerdo con claridad el rostro de la chica: rubia con su cabello corto, alta y delgada, su cara pálida y llena de pecas; su nombre era Viviana… y ni siquiera sé si lloró al hablar conmigo por teléfono. Luego comprendí que era de condición humilde; antes sólo veía su guardapolvo amarillento, no tenía tantos juguetes ni ropa nueva, vivía en una casa pequeña y sin patio, sus padres no tenían auto y nunca le festejaban los cumpleaños. Ella no tenía las cosas que teníamos los otros chicos y nunca supe si eso le molestaba, nunca le pregunté nada porque yo no sabía nada acerca de esa diferencia. Ella fue, simplemente, mi mejor amiga durante esos primeros años de escuela.

Recién terminamos de cenar, mi pareja se fue al dormitorio a mirar algún partido de fútbol y yo disfruto la soledad de la sala. El sillón me abraza con calidez, la música suave me envuelve, la copa se calienta en mi mano, el color del líquido me atrae, el aroma del vino me embriaga, la penumbra me permite flotar y volar tan lejos de aquí.

Viviana… dondequiera que estés… en este cumpleaños levanto mi copa por vos. ¿Serás feliz? ¿Tendrás una torta en cada cumpleaños?

 


 

Analía Pascaner

Analía Mabel Pascaner: «Nací en Buenos Aires y resido en la ciudad de Catamarca, Argentina. Estudié Psicología en la Universidad de Buenos Aires. Soy profesora de Piano y Música y me dediqué a la enseñanza de dichas disciplinas. En Catamarca concurrí a un taller de escritura y participé de un grupo literario. Como integrante de dicho grupo, edité y dirigí la primera publicación digital de esta provincia durante dos años. Desde noviembre de 2006 y hasta la actualidad, soy propietaria, editora y directora de la revista literaria digital con voz propia, destinada a la difusión de literatura contemporánea. Publiqué el libro La Noticia (Editorial Sarquís, Catamarca, 2005). Varios de mis cuentos integran las Antologías Escritos en La Cueva (Editorial Sarquís, Catamarca, 2003, 2004, 2005); y la Antología Todo el país en un libro (Editorial Desde la gente, Buenos Aires, 2014). Mis cuentos y relatos son publicados en revistas digitales y páginas web literarias, y en revistas y diarios editados de manera tradicional (en papel), tanto en Argentina como en el exterior. Colaboro con radios y publicaciones digitales y en papel, y además en algunos proyectos literarios. Participo con lectura de textos propios y de otros autores en cafés literarios, recitales poéticos-musicales, instituciones públicas, Ferias del Libro provinciales, homenajes a escritores. He resultado ganadora en diversos Certámenes literarios. Actualmente me desempeño como digitalizadora de libros y correctora de textos».
👩‍💻 Blogs: http://www.analiapascaner.blogspot.com y http://www.convozpropiaenlared.blogspot.com

Ilustración relato: Fotografía por Brenna Huff, en Unsplash [Public domain]

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Revista Almiar (Margen Cero™) · n.º 125 · noviembre-diciembre de 2022

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