relato por
Óscar A. Martínez Molina

 

Dedicado a mis amigos
Secundino Burgos y Rubén Meyer Gómez

 

David Hass. Mi muy querido amigo:

Aprovecho la presente para desearle toda suerte de parabienes, así como mis más fervientes deseos de bienestar para su familia, de la que recuerdo particularmente a su pequeña hija Katie, ¡bribonzuela!, de escasos cuatro años que robó con su encanto horas y horas de mi atención. Seguro estoy de que ahora, veinte años después, se habrá convertido en una hermosa joven. Y de su hijo Viktor a quien recuerdo siempre taciturno y serio, vigilante y agudo pese a sus escasos cinco años de vida. Una vez manifestados mis deseos para usted y su familia, daré paso al motivo que me llevó a romper este largo silencio.

Recordará mi buen amigo que, después de haber estado revisando libros y manuscritos pertenecientes a su tía Eugenia, viuda De Hass —recluida en sus últimos años en la infausta cárcel del olvido por el Alzheimer y fallecida cuatro años atrás, y de su tío Viktor Hass, cuya muerte habíase vista rodeada de misterio, un año antes que su esposa—, en busca de información sobre los rumores que corrían de alianzas paranormales, así como pactos más propios de la demonología y que, al término de días y semanas de trabajo infructuoso, amén de una que otra botella de tequila, decidió que todo había sido embustes y mentiras dando por terminada nuestra relación de trabajo. En aquellos meses, sin duda alguna, aprecié su bondadosa remuneración, sobre todo porque el pago como joven profesor de filología dejaba mucho que desear.

Una tarde, después de varios meses de arduo trabajo revisando ingentes volúmenes de folios y fojas de las más variadas escrituras y temas, me hallé de pronto con un documento cuidadosamente empalmado en la contraportada de uno de los antiguos libros que revisaba desde esa mañana. Se trataba de una serie de cinco papiros escritos en un idioma totalmente distinto al resto de los libros y documentos. Recordará que alguna tarde hablamos de ese tema, del hecho de que libros y documentos estuviesen escritos o en español antiguo y actual, o en inglés, o en latín y griego, o en alemán antiguo. Y por allí alguno que otro en francés e italiano. Pues estos cinco papiros rompían con esta condición, no solamente por la lengua sino por el material en el que se había escrito. Recordará también que, como regla de nuestro trato, acordamos que bajo ninguna circunstancia, podía yo retirar de la biblioteca ninguna de aquellas obras y que solamente podía llevarme a mi habitación los apuntes que, de mi puño y letra, fuera haciendo. Pues bien, he de confesarle ahora que, entre aquellos apuntes y fuera del escrutinio de su mirada, logré sacar este documento del que ahora doy cuenta.

Si bien en esos días, dada mi inexperiencia, no sabía bien de qué lengua se trataba, sí pude determinar que tenía alguna relación con el griego antiguo y en efecto, al regreso a la universidad y con la indagación entre otros profesores, resultó que estaba escrito en alfabeto copto, lengua emparentada con el antiguo egipcio y con caracteres del alfabeto griego, utilizada como lengua común entre los siglos III y IV y que, en la actualidad, está presente tan solo en las ceremonias litúrgicas de la iglesia copta. Si bien se trataba de papiros en lengua copta, cuya traducción no requería de recursos y artilugios particulares, dado que es una lengua bien estudiada, determiné que lo más importante sería conocer no tan solo el origen sino sobre todo el fin de aquel escrito; ¡origen y fin!, fueron pues mis objetivos.

Durante los dos primeros años, dada mi precaria condición de profesor, me di a la tarea de hacer una revisión bibliográfica en torno a lo que en esa época se conocía de la lengua copta, estoy hablando de 1981, y hallé en enciclopedias de la universidad y en algunas revistas y artículos de mi especialidad, textos relacionados con San Antonio, el anacoreta del desierto, de San Pacomio, y desde luego de la conocida como biblioteca de Nag Hammadi que consta de un total de doce códices de papiro encuadernados en piel, hallados en la región del alto Egipto en diciembre de mil novecientos cuarenta y cinco. Decirle mi querido amigo que, hace veinte años, la información en una biblioteca de universidad de medio pelo daba para poco, sin embargo a través de la universidad logré que se me permitiera llevar a cabo una revisión de Los códices de Nag Hammadi resguardados en el Museo Copto de El Cairo. Cabe la pena señalar aquí que el permiso me fue otorgado para asistir durante veinte semanas pero, hasta dos años después de haber sido aceptado. Durante esos dos años de espera y, por supuesto, con la incertidumbre de que por algún motivo pudiera haberse revocado aquel permiso, me di a la tarea de traducir con lo poco que tenía, los papiros sacados de su biblioteca. Tengo que aceptar amigo que, sustraje el documento, actuando en contra de nuestro trato, como si de un robo se tratara y de hecho lo era.

Salvo algunas lagunas que fueron quedando en mi traducción, y que después de mi visita al museo Copto pude concluir, me permito hacerle saber que, una vez lograda la traducción, la lectura resultó inconexa y enredada. No tenía congruencia alguna. Jugaba con los párrafos acomodándolos de diferentes maneras sin lograr que, en conjunto, formaran una idea. Terminé por aceptar que las lagunas pendientes de traducir darían cohesión al texto.

Huelga decir amigo que, mi estancia en El Cairo y particularmente en el museo Copto, fue por demás llena de satisfacciones. Las credenciales que mi universidad me había dado, mi buen dominio que para ese entonces tenía ya de la lengua copta y el decisivo interés que mostré por el conocimiento de la biblioteca de Nag Hammadi, me abrieron las puertas para llevar a cabo mi estudio. Cada día y puntual a las nueve de la mañana me hallaba ya de pie junto a la entrada principal del museo, debía llegar bien bañado, con una sencilla ropa que incluyera siempre una camisa blanca y de mangas cortas y pantalones también blancos. Zapatos tenis. En mi bolso de trabajo, que era revisado, hojas de papel, lápices y bolígrafos. ¡Nada más! No se me permitía llevar la cámara fotográfica. En su momento, y después de haber firmado una solicitud especial, se me otorgó el permiso para hacer algunas fotos de aquellos códices, bajo la más severa de las vigilancias.

Solamente para ponerle un poco en contexto, David, me permito hacerle saber cómo está conformada la biblioteca de Nag Hammadi, con la recomendación de que, ahora ya en este tiempo, podrá tener acceso a mayor información vía las páginas de Internet. Como le dije párrafos arriba, los papiros fueron hallados en la región de Nag Hammadi, de allí su nombre, en el Alto Egipto, el envoltorio en piel estaba dentro de una jarra de cerámica, cuidadosamente guardado. Son doce papiros completos y los restos de un décimo tercero, conocidos también como Los Evangelios Gnósticos de Nag Hammadi. Para mí, en aquella visita resultó toda una odisea de largas y largas horas de lectura e interpretación de cada uno de los códices; como le digo, ahora usted puede tener acceso a la lectura en línea. Al parecer fueron escritos por los monjes de monasterios cercanos, bajo la tutela de San Pacomio, y en general dan testimonio, a través de distintos evangelios, de la presencia de Jesús el Cristo, nombrado como Yeshúa el Salvador, así como referencias de Dios padre y del Espíritu Santo; sin embargo, en uno de estos evangelios conocido como El Evangelio de los egipcios, la presencia de Dios y de Jesús el Cristo se ve acompañada de alabanzas y ruegos de las Ogdóadas, un conjunto indisoluble conformado por los ocho dioses primordiales de Hermópolis. Así mismo, en otro de los papiros, se habla de una congregación de índole secreta conocida como la Logia Blanca encargada de estudiar e interpretar los textos conocidos como Pistis Sophia revelándose en el texto que, Jesús, permaneció sobre la tierra once años después de la resurrección, y se dedicó en todo ese tiempo a enseñar los misterios a sus discípulos. En este papiro, Pistis Sophia, se habla de la revelación y enseñanza de todas las regiones del Gran Invisible y la expansión cósmica desde la Aurora de la Creación. También se halla en otro de los papiros, el conocido como El Evangelio de Judas, las dudas y las controversias de Judas respecto de las enseñanzas de Cristo, vertidas en una especie de conversaciones entre ambos. En una de estas cuestiones que formula Judas a Jesús, dice: «Maestro, pero la Ley de Moisés nos enseña a amar a Dios por sobre todas las cosas y Usted nos manda servir primero al hombre» y el Maestro le respondió: «¿Qué padre justo y sensato se sentaría a la mesa a comer, si sus hijos tienen hambre?». Finalmente, David, hacerle saber que otro de los evangelios que conforman la biblioteca Nag Hammadi es El Evangelio de María Magdalena, conocida en dichos textos como Mariam. El Cristo, refiriéndose a ella y al encuentro en una visión, dice: «Bienaventurada eres, pues no te has turbado al verme, pues allí donde está el Intelecto, está el Tesoro». No he querido agobiarle, mi querido amigo, contándole acerca de estos papiros, sin embargo, volviendo al motivo fundamental de mi carta, le diré que estudiar los papiros de Nag Hammadi, dio pie a que indagara en otros documentos relacionados tanto al cristianismo de aquella época, como a la interacción gnosticismo-cristianismo. Para mí fue totalmente revelador que, en esa misma época, pudieran darse las dos corrientes filosóficas la una, el cristianismo, fincado en una doctrina rígida en torno a Dios y a Yeshúa el Salvador y la otra, el gnosticismo, como una corriente totalmente más liberal y tolerante. Sin embargo, mi querido amigo, coincidiendo con las dos corrientes anteriores, hay un tercer grupo de papiros y, por cierto, también de doctrina, hallados en los desiertos de Egipto y del que, el papiro de su biblioteca forma parte, estos son conocidos como Los Papiros mágicos griegos o en latín Papyri Graecae Magicae, la mayoría están escritos en griego antiguo, pero también en copto, y egipcio demótico; estos códices arrojan luz de algún modo sobre el sincretismo mágico-religioso del Egipto grecorromano. A diferencia de los papiros del cristianismo en los que se exalta la figura y la filosofía de Dios y de Cristo, y de los textos gnósticos con una apertura y tolerancia tales como aceptar la presencia intelectual de la mujer, la controvertida presencia de Judas, y la conformación de agrupaciones de estudios filosóficos; estos últimos, Los papiros mágicos griegos, hacen ver la presencia de sabios participando en el lado oscuro del alma y el corazón del hombre. Decirle también amigo mío que, la primera revisión de estos textos, la hizo el profesor alemán Karl Preisendanz y fueron publicados en 1928 y 1931, y justo aquí entra el apellido Hass ya que, el padre de su tío resultó ser uno de los ayudantes del profesor y al parecer, en un acto parecido al mío sustrajo el documento. En los créditos de las investigaciones del profesor Preisendanz, hallé el apellido y pude dar puntual seguimiento, descubriendo que, en los tiempos convulsos de la guerra, Hass migró con la familia hacia Argentina y algunos años después, habiéndose quedado solo con su hijo Viktor, marcharon finalmente a la ciudad de Orizaba en México. Volviendo de nuevo a los textos le puedo decir que, muchos de estos papiros, son extractos de libros de hechizos, depósitos de conocimiento arcano y secretos místicos; algunos son compilaciones de hechizos y escrituras mágicas; los hay recopilados por eruditos coleccionistas por interés académico y los que son manuales de trabajo de magos y hechiceros conteniendo su repertorio de conjuros, y fórmulas para todas las ocasiones. En este último caso se encuentra el papiro en mi poder.

De vuelta a México y con todo el bagaje de información obtenida en El Cairo, fotografías, apuntes y sobre todo experiencia, pude por fin abocarme a la minuciosa tarea de estudiar el papiro de la biblioteca de sus tíos. Como le informé líneas arriba, el papiro es parte de Los papiros mágicos griegos, concretamente del grupo de aquellos que se escribieran como manuales para guía en ceremonias por hechiceros. El primer papiro es el ritual de preparación y en él se menciona que, el hechicero oficiante, deberá desprenderse de conciencia y vaho (aliento), y para ello tendrá que haber cumplido con la tarea de deshumanizarse. Se habla de haber dado muerte al padre, o a la madre, o al hermano o mejor aún a todos ellos y acallar cualquier remordimiento. ¡Fortalecer el espíritu! Endurecer el alma, acallar los sentimientos. Solamente así podrá aspirar a ser maestro oficiante. El segundo papiro habla del dominio del entorno. El respeto, pero sobre todo el temor y el miedo que, deben emanar, en todo aquel lugar en que el oficiante se pare. Soledad y silencio, dolor y tristeza, hambre y frío. El tercer papiro es un manual de dominio de los demonios y seres del inframundo, los cuales deben estar siempre al servicio del hechicero, todo lo que este ordene debe ser ejecutado por aquellos, sin dilación alguna. El cuarto papiro se refiere al sometimiento de la vida y de la muerte de los seres humanos bajo la voluntad del maestro oficiante. Los conjuros hacen del hechicero dueño y señor de vidas. Él es el que decide quién vive y quién muere, así como el dolor y el sufrimiento que deben padecer los otros humanos considerados por el oficiante como, seres de baja estirpe. El apoderamiento de bienes sin sentimiento alguno. Finalmente, el quinto papiro guía al hechicero en hechos para revertir la muerte; el dominio de este se centra en el aliento y el alma del hombre para que, una vez muerto, pueda resucitar o mejor aún para perpetuar este aliento y esta alma, intactos, reencarnando generación tras generación, infinitamente.

Este papiro, al igual que muchos otros —se cree que han sido descubiertos más de novecientos—, fueron resguardados por los alemanes, confinados para el estudio por tan solo un puñado de ilustres profesores y por la élite en el poder nazi. La rudeza de espíritu, la insensibilidad, el sentirse dueños de la vida de otros, el sufrimiento y el dolor, la soledad y la tristeza… ¡La devastación! En un sinsentido, el Holocausto. Hallé en esta investigación que, por fortuna para la humanidad, el acervo de muchos de Los papiros mágicos griegos, fue destruido durante el bombardeo de Leipzig en la Segunda Guerra Mundial. Muchos de los prospectos a magos y hechiceros, es mi teoría, representados por las élites nazis y sus más cercanos allegados, apenas llegaron a la preparación y al dominio del entorno, no pudieron alcanzar el nivel ni para revertir la muerte, ni para perpetuarse mediante la reencarnación. Unos pocos quizás pudieran haberse dado a la tarea de profundizar en los estudios hasta el total dominio del orden cósmico y mágico. Parece ser que este fue el caso de su tío, sobre todo habiendo conocido su magnífica colección de libros y documentos resguardados en su espléndida biblioteca.

Mi querido amigo David, en nuestras largas conversaciones, usted se sinceró conmigo y me platicó cómo fue que se integró a la vida de los Hass. Si bien era hijo de la hermana de su tía Eugenia, terminó siendo adoptado por ellos, moldeado en los hábitos y costumbres de sus tíos, guiado bajo las estrictas reglas de Viktor Hass, hombre de perfil hosco y demandante, ajeno de sentimientos, dominador y prepotente, y de su tía Eugenia, mujer temerosa de los explosivos arranques de su tío, alegre pero siempre reservada, vivaz y dispuesta y fiel compañera y ayudante del mordaz esposo. Usted se casó según los deseos de ellos y ya ellos en una madura vejez. Viktor de noventa y tres años y Eugenia de noventa. Las enredadas coincidencias que, a poco de la muerte de su tío, nace su hijo Viktor y que, a poco de la muerte de Eugenia, nace su hija Katie. Ahora ellos son adultos, David, a usted le ha tocado haber convivido con los Hass y ahora lo está haciendo con sus hijos, ellos no se conocieron entre sí y, por tanto, sus hijos solamente tendrán de sus tíos, padres putativos, aquellos recuerdos que usted les habrá contado; le recomiendo que, con infinita prudencia, observe y estudie los gestos y los comportamientos de sus hijos, ¡que les tenga el mayor de los respetos! Hallará que son copias fieles de sus difuntos tíos.

Me despido cordialmente. Desde la ciudad de México, agosto 20 de 2001

Óscar Mtz

PD: cuando reciba la presente habré quemado los papiros, le recomiendo que haga lo mismo con la carta.

 


 

Óscar A. Martínez Molina

Óscar Antonio Martínez Molina (Yajalón, Chiapas, 1958). Ha participado en los talleres de escritura: Laboratorio de Escritura Autobiográfica (poeta Víctor Sosa) de la Facultad de Filosofía y Letras UNAM. En el de Cuento (Leo Mendoza) de la Escuela de escritores Sogem, y Literatura y violencia en el cuento contemporáneo (Maestra Alejandra López Guevara), de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Primer lugar en la categoría de cuentos del Concurso de Creatividad literaria Pemex 2007, con el cuento La aguja de arria. Su cuento Le juro que fue la luna forma parte de la antología Más cuentos irónicos (Selector). Publica sus cuentos desde 2003 en La página de los cuentos. Y participa en los Blogs: Médicos Mexicanos por la cultura y el arte y Creatividad Internacional (red de literatura y cine). Es médico Cirujano Ortopedista por la UNAM. Profesor de posgrado del curso de Ortopedia y traumatología UNAM. Autor de artículos de la especialidad. Coautor del libro: Patologías del hombro (Ed. Alfil).


Web del autor: http://medicosmexicanosporlacultura.blogspot.com/

👁‍🗨 Leer otros relatos de este autor (en Almiar):
Despertares · Satomi

🖼️ Ilustración relato: Codex II Manuscritos de Nag Hammadi. Unknown author [Public domain]

biblioteca relato Papyri Graecae Magicae

Relatos en Margen Cero

Revista Almiar (Margen Cero™) · n.º 110 · mayo-junio de 2020

Lecturas de esta página: 516

Siguiente publicación
Tío Alberto rondaba los setenta y tres años y era…