relato por Naya Carbonell Garrido

S

ituar en qué día vive es complicado. Mantiene las manos agrietadas debido al frío y heridas mal curadas que han plantado cicatrices en su piel. En un saco de plástico y una maleta rota guarda sus pertenencias. No bebe por deleitar su deseo, descubrió que le ampara a soportar la vida. Contempla a una pareja estrecharse y proferir bellas palabras y no es capaz de retirar la mirada. En esos segundos siente bienestar, se aleja de su existencia. A veces los sigue, sin ningún afán nocivo, únicamente poder presenciar la alegría un instante más.

El gentío se aleja, temen que les produzca algún mal. Pero él jamás procedería a nada semejante, solamente necesita un trato humano. Una señora le ofrece ayuda, numerando lugares donde poder comer o resguardarse. A él le avengüenza su situación y aparenta que alguien lo espera en casa, pese a que es obvio que no, ella lo comprende y no insiste. Pero permanece sentada para conversar un rato. Durante ese tiempo todo parece regresar a lo natural. La señora incluso le traslada angustias o dilemas suyos, olvidando ambos por completo, que dichas preocupaciones las querría él para sí.

Pasa el día caminando sin destino y en la noche explora un lugar donde pernoctar, pero de todos los emplazamientos lo expulsan. En albergues se percibe como un malhechor, debido a registros, órdenes, cuestionarios y demás incomodidades. Aunque convivir con personas combativas es mucho más dañino. El reposo en las calles es complejo, entre alboroto, sirenas y ladridos. Al coincidir con algún indigente, existe una distinción notable, esa persona ha asumido su realidad, que se encuentra en el último peldaño del escalafón. En cambio, él no, su mente se niega a creer que su situación es cierta y eso se dice a sí mismo y a los demás. Otros le cuentan sus historias, a cuál más desgarradora y él no lo resiste, le abruma, no desea verse reflejado. Considera que ha habido un error, que en algún momento todo volverá a situarse como corresponde. Ese sentimiento hace que sea más arduo el presente, pero también cabe la posibilidad que se convierta en aquello que le salve, pues no le permite acomodarse en esa existencia y formarla una vivienda.

Una tarde, mientras contempla las hojas de los árboles caídas al suelo, se detienen unas piernas frente a él. Al alzar la mirada descubre que es su hijo, que lo mira fijamente, sorprendido. No sabía que su padre subsistía en las calles, se quebró la relación años atrás. Se sienta junto a él y después de enfados, reproches y algunas lágrimas, le ofrece hospedarse en su hogar por un tiempo, para lograr resolver su vida. Él no sabe, si en esta ocasión correrá mejor suerte y si efectuará el camino correcto. Pero puede comenzar de nuevo.

 
 

Naya Carbonell Garrido

Naya Carbonell Garrido. Realiza escritura creativa y redacción de contenido, para distintos clientes. Además, dispone de un blog personal (https://carbonellnaya.blogspot.com) donde comparte publicaciones muy diversas. Algunas con humor e ironía sobre las singularidades cotidianas y otras de más profundidad, emoción y reflexión.

Ilustración relato: Fotografía por Mart Production (en Pexels).

👀 TRES RELATOS SORPRESA (traídos aquí desde nuestra biblioteca)

Emigrantes (en relato La puerta sellada) Emigrantes, por Paco Ruiz. En Margen Cero (Biblioteca de relatos, 2004)
El viejo bailarín y sus zapatos negros (en relato En la travesía)El viejo bailarín y sus zapatos negros, por Johari Gautier Carmona. En Margen Cero (Biblioteca de relatos, 2010)
El revólver (en El león bajo las bombas)El revólver, por Víctor Montoya. En Margen Cero («Cuentalia», 2002)
Relato Luis Amézaga

Biblioteca de Margen Cero

Revista Almiar · n.º 136 · septiembre-octubre de 2024 · 👨‍💻 PmmC · MARGEN CERO™

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