relato por
Ernesto Tancovich
«C
uéntame una historia, Scher», susurra ya en la primera noche. La voz aterciopelada, de violoncello, no coincide con el filo hiriente de la mirada. Ella se estremece, percibiendo la sombra gélida del peligro. Buscando temas, cautelosa, hurga en su pasado, censura aquello que pudiese delatarla o hacerla sospechosa, inventa situaciones maravillosas o absurdas, y se lanza a relatar con intrepidez de nadadora en aguas turbulentas. Noche tras noche se reitera el pedido, que ella, dócil y sonriente, complace.
Ya cerca de la alborada, oyendo el bullir del agua y los trinos del ruiseñor, transcribe en su cuaderno lo relatado.
Una noche advierte espantada que ha agotado las fuentes. Entonces opta por repetir, sustituyendo nombres y lugares, alterando circunstancias, incurriendo en mescolanzas. Después, en la hora indecisa del alba, cuando las cosas ceden sus nombres a quien quiera reescribirlas, los ve transmutarse en relatos de otro linaje, secreto y oscuro. La letra, vuelta al estado salvaje, se extravía por senderos inexplorados. Con el primer golpe de sol guarda el cuaderno, sabiendo que de ser descubierto su cabeza rodará.
En decenas y centenares de noches, oyente y fabuladora han contraído sendas adicciones, aquél la de oír un nuevo relato que dejará olvidado en algún rincón del sueño, y ella la de recontarse y leerse cada mañana, con el alma en vilo ante el cuaderno devenido espejo.
Habiendo alcanzado el millar de anotaciones resta una hoja en blanco. Esa noche, al igual que las mil anteriores, él espera, repantigado entre cojines, los ojos abotagados por el anís fuerte, paladeando de antemano el sabor de una nueva historia. Ella, dándole la espalda, con movimientos cursivos, busca con disimulo el Smith & Wesson 38 especial que había tenido guardado en el doble fondo de su secreter, se vuelve con rapidez de látigo y vacía el tambor sobre ese cuerpo engordado por un millar de fantasmas. Después, con parsimonia, acomoda en su maleta la obra a la que ese último episodio escrito con sangre, fuego y metal acaba de sellar con la palabra fin, y se interna en las tinieblas de la noche mil y una.
Ernesto Tancovich. Autor argentino. Ha obtenido algunas distinciones: Finalista y mención Premio Provincia de Córdoba por El niño stalinista (poesía); Finalista y Mención Universidad de Cali por Las playas del tiempo (narrativa); 1.° Premio La máquina que hace Ping – España por Cine piojo (microficción).
Publicaciones en Monolito, Papeles de Mancuspia, Los heraldos negros, Monociclo (todas de México); Pedes in terra, Copime, Letras del Sur (Argentina) y, próximamente, en Nagari (EE.UU.), Nocturnario (México), Extrañas noches (Argentina) y Cuentos para el andén (España).
ernestotancovich [at] gmail [dot] com
🖼 Ilustración relato: Fotografía por HoliHo / Pixabay [dominio público]
Revista Almiar (Margen Cero™) · n.º 99 · julio-agosto de 2018
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