Textos y dibujo por
Wilfredo Carrizales

 

1

 

Ciertos hombres migran y los acompaña la migraña a perpetuidad. Suelen vivir en casas de exposiciones y figuran con sus pechos peludos y recuerdan los últimos desafíos para ingresar al infierno. Se alimentan de migajas que otros no aprovecharon. Viajan periódicamente al lugar donde se pudren las mesas y allí se irritan y las orejas se les encrespan hasta formar unas ridículas estrellas. Circundan las mieles, medrosos, y se asocian con seres que poseen cráneos que se oponen al firmamento. Se enlazan a los polvos de los sacerdocios y marcan, con deleite, la tercera nota de la escala.

 

2

 

Qué España causa espanto y las armas emblanquecen, se alargan, se ponen rectas y se dilatan. La región más calurosa y de pronto se comienza a vender alicates con cristales. Otras regiones se corresponden y la atlántica y la mediterránea muestran el envés de las cosas. Las desembocaduras no se comunican. Sin embargo, se modifican los acentos y las lluvias benefician a quienes entienden al pluviómetro. Los contactos suelen ser de arena y la belleza se amontona en los escalones. El esmero por llegar a la línea de flotación produce un eslogan que hasta alcanza lo absoluto.

 

3

 

Medir mientras se medita. Reflejos para una balada falsamente triste. Los lazos se arreglan para sopesar las cargas. Por la mitad nos acercamos al mediodía y el magnetismo se condiciona y nos pone la piel más que delgada. La necedad rebosa las vísceras. Entre falsos oros y sedas se establecen los retratos para las historias. (Hay que recordar que muchos generales murieron sin saber qué era el orto). El manco dispara con una sola mano y perfora la tela que cubre el honor de la suegra.

 

4

 

Reliquias en barritas y por ellas se pelean los lacónicos. Flojear es un oficio extremadamente delicado. Antes los lacayos salían magullados y extraviaban sus gentilicios. Un nieto y la oreja de Inglaterra. Adheridos a las cercas los periodistas lograban sus opúsculos y después se dirigían a lugares seguros a contemplar sus huesos. Los astros aparecían en cavidades que los contenían y las súplicas llegaban hasta las ruedas de los molinos. Primer cebo para las esculturas muertas o para excitar el cariño.

 

5

 

Su nombre era Broche. Anidaba en cualquier órgano y la música que producía estaba catalogada como «extraordinaria y castiza». No obstante, en el lodazal se hería los dientes y a nadie le incumbía el suceso. ¡Ataraxia pura! ¡Transcendencia espiritual!

Sirve para cerrar. Póstumamente se alcanzaron las diez decenas. Venían envueltos como cigarros y pasaban todas las pruebas. Eran tanto angostos como ampulosos y, convencionalmente, se los imaginaba parecidos a tranquilas aguas o ruidos cifrados.

Minirelatos Wilfredo Carrizales

 

6

 

El caballero trajo la muerte consigo y también poemas de nieve y vinos de la clandestinidad. Hubo sueños y diversos gases y las esposas se acercaron a los hechos con las manos sobre las nucas. Se izaron chorros de agua y florecieron las vergas. En el minúsculo territorio de las monedas se aprisionaron a los sedentes rumiantes de la ciudad. Se olvidaron muchos asuntos, pero siempre quedó la pata de perro metida dentro del orinal. (A lo lejos se escuchaban los fragores de la artillería: una vez más los dictadores se estaban divirtiendo e inventando nuevos juegos).

 

7

 

Le sucedió a su abuelo: lo desmelenaron sobre un observatorio. Se debe reconocer que no es ninguna exageración. (Véase la reseña en el principal diario de la época). Lo simple y lo zafio. ¿Acaso en el altar de un imposible humor? Abdicamos de comentar.

Demasiadas supersticiones para tan escasos recursos. Las guerras han estallado en sus preconcebidas estaciones. Se descubrieron los nuevos salmos y fueron chupados para obtener adecuados beneficios. La muchedumbre se cuenta la falange de los dedos. Las fachadas se abrasan. Se alucina bajo las columnas que dan fe en los instantes decisivos. ¿Quién puede fingir rivalidad en momentos de harta preciosidad?

 

8

 

Dícese que la momia se ablandó. Que los gusanos se enramaron. Que los enemigos obstruyeron el mar. Que el aborto será una obra de teatro. Que queda un bizco y un vocerío… Gota a gota el reloj gana su esencia. Lo deslizable no será suficiente para sólo un día.

Impresiones con recuerdos y el látigo y la saliva. Cuarenta y tres encima del metal del aparato. El hoy se desecó. La llamada no alcanzó al pan y sobrevino el residuo del carbón. Tallos con guarismos y zoquetadas de gobierno y pendientes para las putas que disparan. Liviano se muere en compañía de los litófagos. ¿Y si me corto las hojas y se me ven las costillas y el muladar y el desastre que llega como castigo burocrático y procaz? (¿Requeriré de nota ampliatoria para ingresar al surco de los bien pensantes?)

 

9

 

Escarnio en el grupo que me cuelga. Se estima lo antiguo que hay en mí. Degeneración de los tejidos y carreras para evitar la modestia. Me aseguro en la no capital. Regocijo y comparsa. Nupcias para mi hijastra que no aparece. Infiero que la estabilidad no se averigua ni tampoco el combustible de las autopistas. ¿No se menciona a un joyero en la fiesta de los traidores purificados? Atribúyese a su edad la socorrida infidencia. Más tarde se cumplirá el mandado y el caos devendrá en nuestro alimento.

Alrededor de las intrigas medra la flor de la democracia. Hijo de asno caza ratón. De milagros y chucherías. El ayuntamiento: a sus horas y de cúbito dorsal. Ventosidades en sus puntos dudosos. ¿Valdrá la pena proporcionar limosnas? Defectos de la vista no invaden tras ninguna derrota. La dificultad estriba en la velocidad de la lengua para mencionar los digeridos besos.

 

10

 

Paupérrimo y confianzudo. Así recuerdo al patriota del combate que no conocí. Rondaba las esquinas a su servicio. Buscaba el santo y seña para ingresar al ámbito de los tribunos. Su patrono lo acosaba y en una tempestad perdió hasta el táctico apellido.

Perduran las perchas y las cotorras que hablan por televisión. La república ha extraviado el sendero. Bajo los sotos defecan los beligerantes. El español es una flojedad con tardanza y hasta revienta la aurora con sus sombras espantables.

Los cómicos han triunfado y en las casas los cobardes se cenan las lunas y los follajes de los episodios nacionales. Los cueros de los tambores se han puesto difíciles y se quejan los remedos de raposas. El dictamen de la abundancia se extravió entre las garras de las iguanas. Desde las plataformas se despilfarran las bayas y el desarraigo no consigue rellenar los huecos dejados por los precursores de los zapatos ágiles.

 


 

WILFREDO CARRIZALES. Escritor y sinólogo venezolano nacido en la ciudad de Cagua, Aragua, Venezuela. Entre otras obras, ha publicado los poemarios Ideogramas (Maracay, Venezuela, 1992) y Mudanzas, el hábito (Pekín, China, 2003), el libro de cuentos Calma final (Maracay, 1995), los libros de prosa poética Textos de las estaciones (Editorial Letralia, 2003) y Postales (Corporación Cultural Beijing Xingsuo, Pekín, 2004).
📩 zalesw [at] yahoo.com

 

👁 Leer otros textos de este autor (en Almiar):
Aquiescencias, entretanto · Notas de un viaje en tren
· Palabras de poeta · Apenas sería un atardecer con verja y zarcillos

 

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