por
Carlos A. Alarcón Castellanos
N
o pareció sorprenderme el ritmo vertiginoso al que crecían mis manos. Al principio no lo noté. Creo que todo comenzó a media mañana. Una palpitación constante en la mano izquierda y una ligera comezón en la derecha. Ambas extremidades cubiertas de una delgadísima y brillante película de tono metálico. Necesité tocarme los brazos, como esperando alguna reacción. Me toqué el cuello, pero tuve miedo de llevarme las manos a la cara.
Al caer la tarde, mis manos habían duplicado su tamaño, y el tono metálico era idéntico al bronce. Más allá del violento cambio estético y la ligera ansiedad, no sentí razón para alarmarme. Quería dormir y pensaba en llorar. Decidí continuar mis actividades diarias. Observar, pensar, caminar.
La noche me sorprendió de rodillas con las manos sobre el suelo, sin la capacidad de levantarlas. Su tamaño se había triplicado y su brillo viajaba a través de mis córneas. Perturbado por mi acelerado ritmo cardíaco, sentí la angustiosa necesidad de llevar oxígeno a mis pulmones. Me invadió un frío glacial.
Sentí que el timbre de la puerta me atravesó como un relámpago. Caí lentamente sobre el suave suelo de la habitación. Una voz impasible, en un diálogo con voces distantes, abría con dificultad la puerta.
—Reiniciar simulación. 17b también se ha desplomado.
Enérgicos tonos ocres*
E
ncallamos en la taberna alrededor de medianoche. Un sitio rústico con selección de cervezas de malta. Nos colocamos cerca del escenario cuando el cuarteto comenzó a construir un tema que conocíamos a medias. Una balada que cuenta la historia de irlandeses perdidos o alguien perdido en Irlanda. Bebimos más y nos besamos más. La noche circulaba, y me arrastraba, y me perdía en sus manos y en sus labios y en el absoluto descaro de ver el sol directo a los ojos.
Mi cuerpo y mi mente vibraban. La gente flotaba con torpeza en un sótano donde la música se escurría pesada por las paredes. Los muros de madera, como el oro, resplandecían con enérgicos tonos ocres. Trataba sin eficacia de justificar mi presencia en esa burbuja de fuego eléctrico junto a los vasos vacíos.
Me dejé caer en el pozo interminable de belleza de una noche absoluta. Todo era complejo y perfecto. Su luminosa presencia me elevó y me calcinó. Me llamó bello y eterno y terminó por arrancarme el corazón.
Carlos A. Alarcón Castellanos es originario de Puebla, México. Obtuvo la licenciatura en Ciencias de la Comunicación y más adelante la maestría en Efectos Visuales. Durante años ha trabajado en diversas películas y series de televisión como artista de efectos visuales. Desde pequeño ha demostrado pasión por las artes, primordialmente por el cine, la música y la literatura. Carlos ha participado de diferente forma en múltiples proyectos musicales, cortometrajes y comerciales.
🖥️ https://www.carlosalarconcast.com/
* Este relato da título a la primera obra publicada por el autor: Enérgicos tonos ocres y otros relatos. Para adquirir el libro visita la web del autor.
Ilustración relato: Fotografía por Pedro M. Martínez ©
✍️ TRES RELATOS SORPRESA (traídos aquí desde nuestra biblioteca)
Conquista, por Roxana Heise V. En Margen Cero (Biblioteca de relatos; 2004) |
Perdonen que no me levante, por Fernando L. Pérez Poza. En Margen Cero (primeros relatos publicados; 2001) |
Medianoche en El Caravan, por Iván Humanes Bespín. En Margen Cero (Biblioteca de relatos; 2002). |
Revista Almiar (Margen Cero™) · n.º 137 · 👨💻 PmmC · noviembre-diciembre de 2024
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