artículo por
María Navarro López

 

P

ocas obras hay en toda la literatura griega antigua más irreverentes, ingeniosas y desternillantes que la Lisístrata de Aristófanes, comedia estrenada en la ciudad de Atenas en el 411 a. C. Seguro que la has leído o, por lo menos, has oído hablar de ella. Si no es el caso, no sufras, que la resumo brevemente:

Por aquél entonces la ciudad de Atenas se encontraba en guerra contra Esparta, otra gran potencia griega. Era una guerra que se estaba alargando mucho más de lo necesario y que, como toda guerra, estaba dando un montón de problemas, sobre todo para los ciudadanos de a pie, que veían sus cosechas saqueadas por los soldados-bandidos y a sus hijos muertos en el frente de batalla. En este contexto tan trágico, Aristófanes se propuso hacer lo que mejor sabía: una crítica irónica, paródica y desternillante de la política del momento, donde no faltaban referencias directas a políticos y militares reales y un montón de humor subido de tono.

La cuestión es que en la realidad paralela que plantea Aristófanes las mujeres —como no es difícil pensar que sucediera también en el momento histórico— estaban hartas del conflicto bélico. Sin embargo, este mundo aparte tiene un elemento clave que es el centro de la comedia: el personaje de Lisístrata. Mujer destacada entre las demás, decide que ya basta, que esto de la guerra no tiene sentido y que hay que terminar con esta estupidez de inmediato. Y, para lograrlo, reúne a las mujeres, no solo de su ciudad, sino de la ciudad rival, para orquestar un plan tan absurdo como genial. Como los hombres no les hacen caso cuando ellas les insisten en que frenen la guerra, deciden declararse en huelga oficialmente hasta conseguir su propósito. ¿En huelga laboral, de hambre, pensaréis? Nada más lejos. Se declaran en huelga de sexo: ninguna mujer griega yacerá con su marido hasta que se termine la guerra.

Así, pasan los días y se desata el caos en toda la ciudad. Los hombres vagan por las calles empalmados (y sí, con esta palabra y con otras mucho más soeces lo describe el autor) suplicando a las mujeres, que se encuentran atrincheradas en la Acrópolis, que les concedan unos minutos de consolación. Es sin duda uno de los argumentos más brillantes que nos ha ofrecido el drama griego, repleto de momentos hilarantes y diálogos completamente surrealistas sobre sexo. Ciertamente, aún me sorprendo al pensar cómo narices esta obra sobrevivió a lo largo de los siglos a la censura puritana.

Sin embargo, como ya he dicho, toda esta historia solo cobra sentido gracias a Lisístrata, la protagonista que da nombre a la obra. Ella es la mente pensante, la audaz mujer que lidera el movimiento revolucionario y que osa imponerse a las decisiones de los hombres y, aún más, se atreve a decirles cómo gobernar y cómo dirigir los asuntos de Estado.

Es una pieza central y un personaje nada menos que brillante, que ha sido elogiado por la crítica moderna como una auténtica heroína. Ha recibido la atención de multitud académicos, que, impresionados ante su inteligencia y su dominio de la retórica, han tratado de analizarla de todas las formas posibles. Han llegado a nombrarla, incluso, «una mujer con mente de hombre» porque, supongo, no creen que una mujer de mediados del siglo V a. C. fuera poseedora de tamañas cualidades.

Este era el estado de la cuestión hasta que en 1955 (hace nada, vaya, dado que la obra tiene más de dos mil años de antigüedad), un académico llamado David M. Lewis se atreviera a defender que tal vez tras este inmenso personaje de ficción se encontrara una mujer de carne y hueso, contemporánea a los hechos y conocida por toda la ciudad de Atenas.

Antes de explicaros por qué creo fervientemente en su afirmación, quiero añadir que no ha sido universalmente aceptada, «por falta de pruebas», aunque es, para mí, muy verosímil. La cuestión es que lo que más le gustaba a Aristófanes era reírse de sus conciudadanos, lo hacía constantemente. Apenas hay obras suyas en que no critique, se mofe o se burle directamente o a escondidas de algún personaje célebre, fuera cual fuera su estatus social. ¡Si incluso tiene una comedia enterita protagonizada por Sócrates!

Bien, vuelvo al grano. Esto es, que te encuentras tú, lector aficionado de comedia griega, zambullido en la lectura de esta obra, y llegas al verso 551. En realidad, en la mayoría de las traducciones es un pasaje como otro cualquiera (ya sabemos, cuán traidor es el traductor, ¿no?), pero si echamos un ojo al original griego nos encontramos con algo muy curioso:

Ar. Lys. 551-4

ΛΥ. Ἀλλ’ ἤνπερ ὅ γλυκύθυμος Ἔρως χἠ Κυπρογένει’ Ἀφροδίτη ἵμερον ἡμῶν κατὰ τῶν κόλπων καὶ τῶν μηρῶν καταπνεύσῃ, κᾆτ’ ἐντέξῃ τέτανον τερπνὸν τοῖς ἀνδράσι καὶ ῥοπαλισμούς, οἶμαί ποτε Λυσιμάχας ἡμᾶς ἐν τοῖς Ἕλλησι καλεῖσθαι.

[ed. Coulon et van Daele]

 

Lisístrata: Pero si el encantador Eros y Afrodita, nacida en Chipre, nos infunden el deseo entre los pechos y los muslos y provocan la placentera excitación y la erección a los hombres, creo que seremos nombradas Lisímacas entre los griegos.

[traducción propia]

«Lisímacas» en griego, significa «las que disuelven el combate» que, de hecho, es muy parecido al nombre de la protagonista, Lisístrata, que significa «la que disuelve el ejército». La mayoría de las traducciones optan por ofrecer la traducción literal, pero hay algo demasiado curioso en este pasaje como para dejarlo así. Y es que, de hecho, el nombre de Lisímaca es también un nombre de mujer griega.

Cuando nos ponemos a investigar este nombre acabamos encontrándonos con un personaje histórico real que no solo se llamaba así, sino que también vivió en Atenas, fue contemporánea de Aristófanes y, lo que es más fuerte, era muy bien conocida por toda la ciudad. Era nadie más y nadie menos que la sacerdotisa, a cargo vitalicio, de la diosa Atenea en su advocación como patrona de la ciudad. Esta Lisímaca, hija de Dracóntides, vivió entre los siglos V y IV a. C. y fue la sacerdotisa principal en el santuario de la Acrópolis durante sesenta años.

Teniendo esta información, podemos releer toda la comedia con un matiz nuevo muy interesante. Porque si consideramos las funciones de la sacerdotisa (custodiar el tesoro del templo de la diosa y supervisar el tejido anual del peplo sagrado, entre otras) hay escenas de la obra que cobran un nuevo significado. Que la trama tenga lugar por entero en el recinto de la Acrópolis, tal vez no es tan gratuito. Y la escena en que Lisístrata compara el gobierno de una ciudad con la tarea de coser (versos 565 y siguientes) a mí me suena de algo, qué quieres que te diga.

Por otro lado, si seguimos indagando en la obra, habiendo admitido que tal vez se retrate a mujeres reales en sus personajes, nos topamos con el personaje de Mírrina, una muchacha casada que es protagonista de una de las escenas más desternillantes de la comedia, cuando engatusa a su marido (cuyo nombre, no está de más comentarlo, tiene unas connotaciones sexuales evidentísimas, algo así de grosero como «Follencio, hijo de Cipote», pero en griego) fingiendo que pretende acostarse con él.

Qué curioso resulta, pues, que la vecina de la sacerdotisa Lisímaca en la Acrópolis fuera una sacerdotisa llamada Mírrina, la primera que se ocupaba del culto de Atenea Niké (Atenea de la Victoria), un cargo que había sido creado recientemente por la democracia y que le había sido concedido por sorteo entre las ciudadanas atenienses, a diferencia del de Lisímaca, que era hereditario. Esto nos pone en contacto con una interesante situación social donde la aristocracia, que siempre había tratado de reafirmar su poder con cargos políticos y religiosos, se encontraba con que el resto de los ciudadanos, gracias a la democracia, podía acceder a otros puestos similares. En resumen, lo que intento decir es que tal vez el personaje de Mírrina se trate de una representación, algo cómica, hay que admitir, de esta nueva generación de esnobs, que convive con las generaciones anteriores, con cargos antiguos y de mayor prestigio. Tal vez esto es irse ya muy lejos, pero os prometo que no estoy explicando nada que no haya defendido antes un experto académico.

Volviendo al personaje de Lisístrata/Lisímaca, para aquellos que todavía estén reacios a esta atribución, os traigo otro argumento. Sabemos que la sacerdotisa adoptó el cargo cerca del año 421 a. C., año en que también se estrenó una obra de Aristófanes de expreso tema político, La Paz. Esta comedia trata de las aventuras de Trigeo, un ateniense también harto de la guerra, en su búsqueda de la diosa Paz, que parece que ha sido raptada. Hay un momento de la obra en que el protagonista pronuncia este parlamento, suplicándole a la diosa desaparecida:

Ar. Pax. 991-2

ΤΡ. […] λῦσον δὲ μάχας καὶ κορκορυγάς, ἵνα Λυσιμάχην σε καλῶμεν·

[ed. Coulon et van Daele]

 

Trigeo: […] Deshaz los combates y los disturbios, ¡para que te podamos llamar Lisímaca!

[traducción propia]

Es posible que nos encontremos ante otra referencia a la sacerdotisa de Atenea pero, esta vez, varios años antes. Los que han investigado este tema no han sabido encontrar otra posible referencia que no sea esta y, de hecho, sería muy plausible, dada la costumbre de Aristófanes de mencionar personajes conocidos en sus obras.

No hay espacio ya para hablar acerca de las implicaciones que tiene el hecho de que una mujer griega en época clásica gozase de tamaña representación en la sociedad de su tiempo, pero puedo adelantaros que es, por lo menos, interesante.

 

Bibliografía

  • Blok, Josine H. et Lambert, Stephen D. (2009). The appointment of Priests in Attic gene. ZPE, 169 (2009) [página 105]
  • Connelly, Joan Breton (2007). Portrait of a priestess. Women and ritual in Ancient Greece. Princeton University Press, Oxford. [páginas 60-64]
  • Dillon, Matthew (1987). The Lysistrata as a Post-Deceleian Peace Play. TAPhA, 117 [página 101]
  • Dunbar, Nan V. (1970). Three notes on Aristophanes. Acharnians 593 and 1073-4, Peace 991-2, Birds 1229. The Classical Review, 20, 3, pp. 269-273.
  • Geogourdi, Stella (1993). Lisimaca, la sacerdotessa in Grecia al femminile, Nicole Loraux (ed.). Editori Laterza, Bari. pp. 156-196.
  • Lewis, David M.(1955). Notes on attic Inscriptions (II): XXIII. Who Was Lysistrata? ABSA, 50, pp. 1-36.

 


 

María Navarro López

María Navarro López. Es una joven estudiante y apasionada lectora. Graduada en Estudios Clásicos por la Universitat Autònoma de Barcelona (2020), actualmente está en el segundo curso de Estudios Literarios en la Universidad de Barcelona, carrera que compagina con el Máster de Formación del Profesorado, que cursa en esta misma universidad. Recientemente le ha sido concedido el Premio Areté a mejor TFG del ámbito de Estudios Clásicos en Cataluña (http://seec.cat/portfolio-item/ii-premi-arete/).

📩 Contactar con la autora: mnavarlo27 [at] alumnes.ub [dot] edu

🖼 Ilustración artículo: Cinesias Entreating Myrrhina to Coition…, Aubrey Beardsley, Public domain, via Wikimedia Commons

Artículos en Almiar María Navarro López

Artículos en Margen Cero


Revista Almiarn.º 114 / enero-febrero de 2021MARGEN CERO™

Lecturas de esta página: 1.998

Siguiente publicación
La novela de la escritora mexicana Lu Carmona es uno…