Un personaje galdosiano: Rosalía Bringas
por María Jesús Sanesteban Iglesias

 

A

 través de las lecturas de la obra de Galdós se nos presentan hechos históricos concretos, en unas novelas de manera transparente, indicándolo ya en el título, como son los Episodios Nacionales y en otras a través de lo que le sucede a los personajes.

En el caso de la obra que nos ocupa, La de Bringas, además del trasfondo histórico, el autor refleja el comportamiento social de las gentes de la Restauración. Durante la época de La de Bringas España se encuentra en un proceso de transformación de primera importancia.

La movilidad social hacia arriba en esta época resulta imposible, en general, para las clases populares, pero esto no impide que en el proceso de transformación de la sociedad se fueran creando nuevas fracciones de clase y hasta nuevas clases. La novela trata de la crisis y liquidación de los viejos principios, es decir, del final de todo un mundo de apariencias.

Mi deseo con este estudio es contraponer algunos de los personajes de la obra para poner de manifiesto las inquietudes sociales de la época, pero no lo haré centrándome en las diferentes clases sociales, sino en el empeño puesto por algunos personajes galdosianos de acceder a una escala social más alta, pretender «ser lo que no son» frente a otros personajes que desean vivir según sus posibilidades se lo permitan.

Después de esta pequeña introducción falta decir que de todos los personajes de la obra, dedicaré principal atención a Rosalía Bringas, aunque también me referiré a la situación de su marido, Francisco Bringas y a otro personaje femenino, Refugio, para demostrar cómo una persona necesita aparentar —Rosalía— y sentirse superior a otros personajes que desempeñan su mismo trabajo y tienen las mismas pretensiones en la vida. Galdós nos irá relatando la transformación de Rosalía Bringas, que pasa de ser una mujer que «tiene lo que puede» a vivir del crédito y para ello necesitará negociar con una mercancía, ella misma.

Galdós escoge un periodo en el que la sociedad española va constituyéndose cada vez más como un conjunto de estratos en los que la clase media adquiere cada vez más una mayor personalidad. El autor define esta clase como aquella que está constituida por quienes tienen medios de fortuna modestos y tratan de vivir como un aristócrata o un capitalista. O también por aquellos que tienen mayor riqueza que un obrero, pero viven gracias a su trabajo.

En resumidas cuentas, viene a ser la clase situada entre la aristocracia y la clase obrera. Y esta clase media se nutre precisamente de la sociedad burguesa: comerciantes, industriales, profesiones  liberales… y por cesantes. Este último será el amargado, el resentido, el descontento: como Francisco Bringas.

Francisco Bringas, o «El buen Thiers», como lo llama el autor, representa ese polo opuesto a la sociedad ambiciosa. Tiene que sufrir una ceguera para que su mujer pueda gastar y engañarlo, aunque en realidad es ella la que se engaña, Bringas es la contraposición de una sociedad que vivía por encima de sus posibilidades, engañándose a sí misma.

Como sabemos, Benito Pérez Galdós gustaba de los paralelismos y les daba cierta tendencia irónica. En esta obra no pasa desapercibido este paralelismo y así podemos relacionar a Francisco Bringas con el rey consorte Francisco de Asís y a Rosalía con Isabel II. Tanto el rey como Francisco Bringas tienen algo en común para Galdós: el estar ciegos, uno socialmente y, otro, físicamente.

Con igual tendencia irónica trata Galdós el paralelismo entre Refugio y Rosalía. Esta se considera diferente y superior. Cuando Refugio la visita, Rosalía siente «profanada» la «honrada casa» y apenas la saluda. Pertenecen a otra clase social y las dos lo saben, pero no tardaremos en ver el punto de coincidencia antes apuntado: el deseo de aparentar posibilidades superiores a la realidad.

En la vida y en la obra de Galdós, la mujer constituirá un capítulo muy importante. Figuras femeninas son protagonistas de sus novelas, como La de Bringas pero también otras como Tormento ; Fortunata y Jacinta y Lo prohibido, por citar algunas de las más conocidas.

En La de Bringas, Galdós hace un retrato genérico pero también bastante fiel de la sociedad femenina. Rosalía, que parece según dice el autor en la obra , una «ninfa de Rubens; carnosa y redonda» empezó a vivir en el Palacio Real, al ser nombrado su marido, en febrero de 1868. «oficial primero de la Intendencia del Real Patrimonio». En estas dependencias, donde se codeaba son señoras como la inefable marquesa de Tellería, fue desarrollando su naturaleza cursilona y adquirió la «pasión de vestir», la locura «de los trapos».

La mujer no tenía sino un fin: el matrimonio. Si no lo conseguía, pocas opciones tenía para escoger. La superstición, la rutina, la falta de religiosidad, la ostentación serán las notas características de estas mujeres que entran y salen de las páginas de la obra galdosiana. En la casa y en la calle, la mujer tenía que presentarse con decoro, tener una apariencia social y vestir conforme a su clase social. La apariencia va a ser una de las normas más estrechas y severas que tendrá que cumplir esta sociedad femenina, porque sin ella, sin la apariencia, apenas podrá sobrevivir entre «tanta estrechez», y entre «tantas obligaciones», muy superiores la mayoría de las veces a sus posibilidades económicas.

En este «quiero y no puedo» hay un aspecto que conviene destacar de la sociedad española de la clase media: la falsa religiosidad. La mezcla de devoción y materialismo, la falta de fe, la apariencia engañosa de religiosidad.

A Rosalía Bringas solo se la entenderá situándola en una sociedad dominada por la idea del lujo. El poder parece llevar consigo la necesidad de manifestarse por medio de signos e indicios, y muy especialmente los objetos de lujo. Los signos confieren posición y por eso Rosalía lucha obstinadamente, por afán de prestigio. Esto explica que no considere degradante, sino al contrario, la revolución en su conducta, la considera legítimo cumplimiento de su destino. En el penúltimo párrafo de la novela la veremos atravesando la Plaza de Oriente «serena y un tanto majestuosa». La convicción de vivir, según quería parecer y no según era, la satisface. Está condicionada por la sociedad en que vive y por la ley general del éxito: ascender, subir. Si la ley se cumple, nadie preguntará cómo lo consiguió, y menos se interesarán en contrastar la autenticidad de lo que se exhibe como genuino. Inicialmente, la imposibilidad de ser según desearía la presentan conforme la ve su amiga Milagros Tellería: como una cursi. Cursilería es pretensión sin logro, pretender aparentar lo que no se es y fracasar en el engañoso empeño. Cursi es marca de derrota, estigma para el fracaso. Lejos de ascender en la escala social, caer en el grotesco agujero del quiero y no puedo.

Benito Pérez Galdós, como hemos visto, es muy consciente del problema social concreto, referido a la sociedad española en un momento histórico, que presenta, pero no se limita a plantearlo en abstracto sino que lo expresa en forma de un relato artístico y crea figuras humanas que nos muestran la realidad social y nos introducen en las inquietudes del momento.

Así, al final de La de Bringas y repitiendo el gusto galdosiano por los paralelismos, el ignominioso desvanecimiento del sueño de Rosalía Bringas de una vida de elegancia de la alta sociedad (caracterizada por la inmoralidad y la extravagancia derrochadora) coincide con el destronamiento de Isabel II casi por las mismas razones.

A Rosalía, quien había difamado a Amparo en Tormento solo pretexto de una integridad moral que ella distaba mucho de tener, dedica Galdós esta apostilla:

      En esto de «vivir bien relacionada», la señora de Bringas no cedía a ningún nacido ni por nacer, y desde tan sólida base se remontaba a la excelsitud de su orgullete español, el cual vicio tiene por fundamento la inveterada pureza del espíritu, la ociosidad de muchas generaciones y la falta de educación intelectual y moral.

 


 

Contactar con la autora: chusanesteban [at] hotmail [dot] com

🖼 Ilustraciones: (inicio) Perez galdos,  Joaquín Sorolla Garcia [Public domain] | (en el texto) Crinoline parody, George Cruikshank [Public domain].

 

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