relato por
Víctor Parra Avellaneda
—¿Y tú has viajado?
—¡Mucho, mucho! He recorrido seiscientos planetas y dos mil soles.
—¿Y qué objeto se propone Andrés al imponeros esos viajes?
—Perfeccionarnos y perfeccionarse, adquiriendo una amplia noción del Universo.
—Di, Alda —y la voz del incrédulo doctor temblaba —, ¿has visto a Dios?
El alma se estremeció dolorosamente.
(El donador de almas)
Amado Nervo
No de otra suerte el alma que, asombrada
de la vista quedó de objeto tanto,
la atención recogió, que derramada
en diversidad tanta.
(Primero Sueño)
Sor Juana Inés de la Cruz
C
ada noche mi alma se desprende de mi cuerpo. He visto montañas en donde nadie creería encontrarlas, animales llenos de belleza deambular libres por selvas y bosques aún desconocidos, guerras ocurridas en las antípodas y música de palacios en reinos más allá de donde se pone el sol o donde aún los mapas no han mostrado trazos. Por eso vienen a mí personas de toda Alejandría buscando la iluminación de mis visiones oníricas, sobre todo los navegantes mercantes, quienes buscan las mejores rutas entre los ríos, riberas y mares.
Hipatia, por favor ilumina nuestro viaje y haznos saber si encontraremos dificultades. Si es así, dinos las precauciones que debemos tomar, me dice el capitán de una embarcación, ofreciendo dinero y unos pergaminos que él ha traído de sus tantos viajes.
Yo recibo las ofrendas y las examino con detenimiento.
Para saber lo que me pides, he de esperar a que venga la noche. Una vez el sol se pone y las estrellas alumbran la oscuridad, he de dejarme ir muy profundamente en un sueño. Este sueño que yo tengo se siente igual al entrar en las aguas del mar, en las que una vez dentro es posible ver los peces y arrecifes, le digo al capitán, tras de lo cual se despide con reverencias.
Al anochecer voy a mi lecho y en esta embriaguez me desprendo. Atravieso los muros de mi palacio y voy flotando sobre la ciudad de Alejandría. Veo sus casas, templos y edificios. Entonces voy por el aire, muy alto, hasta que todo se hace muy pequeño a la distancia. Al oriente, donde está la ruta del capitán, veo el puerto y distingo los océanos con sus oleajes. Del lado contrario, al poniente, veo acercarse una serie de nubes de tormenta, por lo que sé que caerá agua en unos días. Al inspeccionar otras zonas tampoco veo ejércitos en guerras por esa ruta.
Al amanecer llega ante mí el capitán.
No he visto peligro alguno en la dirección que tomarás. Así que puedes ir tranquilo a tu travesía, le digo y así recibe el capitán de buena gana mis indicaciones.
Después de él vienen a pedir consejo algunos campesinos y agricultores deseando saber si habrá época de bonanza para la siembra.
He visto una pequeña tormenta que seguro dará lluvias a estas tierras. Así que es buen momento para la siembra, les digo.
Los campesinos se despiden de mí con reverencias. Al paso de los días llueve y a los meses el capitán me trae como regalos alhajas y numerosos pergaminos con nuevas obras de ciencias, pues tal como lo dije, su trayecto fue tranquilo.
Mis visiones son de gran provecho para los de mi ciudad y se hacen conocidas por la región. De todas las cosas que experimenta mi espíritu ninguna me es más grata que el salir de la Tierra y observarla desde las alturas. Esto ha traído a mi morada la visita de astrólogos y de sabios con deseos de saber más acerca de los cielos. Uno de los sabios que ha venido desea compartir conmigo sus observaciones sobre las estrellas; otro filósofo más viejo me habla sobre el tamaño del mundo y yo les cuento que desde alturas inconmensurables he podido divisar cómo la Tierra tiene el aspecto de una gran esfera de nubes y aguas azules; he distinguido continentes que nadie ha visto y desde esta posición todas las voces suenan como los murmullos de los grillos durante la noche.
Les digo:
Ya fui a la Luna y descubrí que lo que desde la Tierra parecen mares en realidad son multitudes de cráteres; he ido a Venus y contrario a lo que todos creen, este astro no es una estrella ni mucho menos, sino un mundo como el nuestro, donde turbas de vapores tóxicos oprimen cada rincón del aire. He entendido que, de esta forma, las nubes tan densas actúan como un espejo reflejando la luz del Sol. Otro de mis destinos ha sido la corona solar.
En la congregación de visitantes, se encuentran también los cristianos que recientemente han dispersado su fe por toda la nación y por lo que he escuchado pretenden convertir a todo el mundo a su credo. Uno de ellos, con rostro escéptico, me escucha con atención y me pregunta si actualmente la posición de Marte interferirá en los asuntos del clima, más yo le digo que, al soñar e ir hasta esos rincones del universo tantas veces, he descubierto que los planetas no tienen ninguna influencia sobre la vida de las gentes, sino que somos nosotros los que hacemos de nuestra vida lo que queremos por decisión propia.
Lo que dice usted es acorde a la idea del libre albedrío, dijo el astrónomo cristiano.
Otros alrededor, de otras creencias, recibieron no con mucho agrado mis declaraciones. Hubo entonces, división de opiniones, sobre el libre albedrío y el destino ineludible que otros profesaban. La noticia de mis pensamientos llegó lejos, y atrajo a más curiosos. A los meses tenía ahora visita de sabios de distintas partes del mundo; algunos han llamado a mis afirmaciones de blasfemias y otros empiezan a sacar sus argumentos en contra, esgrimiendo sus predicciones de los acontecimientos futuros.
Uno de ellos, un astrólogo de Roma que ha consultado las tripas de un cocodrilo, me dice que la posición de Marte en este momento, junto con la de la Luna y la de Venus, son el presagio de una inminente sequía y de la muerte del rey porque viene en camino un asesino que vendrá desde Babilonia. Yo lo escucho pacientemente y les digo que no es así. Que ya he visto en los sueños de estas noches que no habrá ninguna sequía, pues estamos en la estación donde llueve, y que el rey no morirá, pues en mis visiones no he divisado a nadie entrar en el reino, mucho menos a un babilónico. Le digo eso, que no ocurrirá nada, y los astrónomos, algunos sacerdotes escépticos a mis declaraciones se muestran recelosos de mis palabras. Pasan los días y tal como dije, cae una lluvia de tormenta y el rey sigue con vida.
Se dividen las opiniones y la tensión entre mis visitantes crece, sobre todo entre los astrólogos, los filósofos de Grecia y los cristianos con sus ideas del libre albedrío y la divinidad de su dios. Puedo ver en sus miradas miedo, confusión. Entonces, uno de los predicadores me pregunta si podría decirle cómo luce la gracia divina, cómo luce el rostro de Dios en el espacio y si puedo ver a los ángeles mencionados en las Sagradas Escrituras.
Para responder a tu pregunta necesito dormir esta noche y que mi alma me lleve a esos rincones sagrados del firmamento, le digo.
Esa noche duermo, mi alma sale de la Tierra y atravieso distancias insondables. Veo pasar al lado mío estrellas, nebulosas en donde hay millones de otras estrellas como el Sol. No entiendo porqué, pero los colores del universo se han tornado rojo. En todo este trayecto no me encuentro con ninguna gracia divina, ni con ningún ángel. Solo veo ante mí un vacío que parece ser infinito; una nada más grande que cualquier eternidad imaginada.
Despierto y en la mañana comunico mis visiones a los evangélicos cristianos, quienes se muestran indignados por lo que consideran como blasfemias. Me gritan entonces que estoy negando a Dios y a los ángeles y a lo sagrado. Otro de ahí me pregunta si en mis visiones he visto al Sol girar alrededor de la Tierra. Mi respuesta es negativa también.
Tierra es la que gira alrededor del Sol, como algunos de los sabios de aquí ya han descubierto a base de sus cálculos matemáticos, les digo.
Mi respuesta causa indignación y furia. Por otra parte, un matemático me pregunta si he podido ver los sólidos platónicos y su perfección en las órbitas de los planetas. Yo le respondo que ni he visto a los sólidos platónicos, ni he visto la perfección simétrica de sus giros, pues en mis observaciones por el espacio lo que encontré es que los planetas giran en grandes elipses. Todos, sin distinción de credo o raza, exclaman sorprendidos mis respuestas. Unos ya no hablan más, pero otros dicen que eso es imposible, que lo que digo no tiene sentido.
¿Y qué hay de lo que ha escrito Aristóteles?, me pregunta un griego, y yo le respondo:
También estaba equivocado sobre la naturaleza del mundo. Quien ha tenido más razón ha sido Demócrito, digo.
Más vituperios, más ofendidos.
Dice uno, exaltado:
¿Demócrito o atomista? ¿Será posible que ese loco tuviera razón? ¡No puede ser! Otro astrónomo, un bizantino, me pregunta entonces:
¿Qué hay del gran Ptolomeo? No me dirá que él también está equivocado. Este sabio ha marcado la visión del mundo, dice.
Tras escucharlo, yo le dije lo siguiente:
Ptolomeo ha postulado que las órbitas de los planetas son epiciclos con lo que explica su cambio de brillo, también ha escrito que las estrellas están fijas en el firmamento, como pegadas eternamente; y sobre la Tierra y el Sol; sobre la primera dice que es el centro del universo, y sobre el segundo que gira alrededor de esta. Más, déjenme decirles a todos ustedes, que en mis viajes astrales, desprendiéndose de todo sesgo del cerebro mortal, he podido acceder a las visiones del mundo más allá de los cielos. Lo visto por mí alma no ha sido nada de esto. En primer lugar, la Tierra gira alrededor del Sol al igual que todos los planetas. Las órbitas de los planetas, como ya he dicho, son elipsoides, y las estrellas en el firmamento no son cosas fijas, sino que son astros iguales al Sol, inmensos en donde también hay otros planetas que giran alrededor de estos.
Cuando digo que la Tierra no es el único mundo con astros satélites, la cara de mis visitantes, se llenan de palidez; hay repulsión y a pesar de que les digo la verdad, porque es todo lo que he visto con mi alma, uno de los cristianos propone que lo mío en realidad son artificios del demonio. El no haber visto a su Dios, como ellos lo piensan es una prueba, y sobre todo el dar las ideas tan alejadas de lo que mencionan las escrituras.
Los cristianos presentes gritan lo siguiente:
¡Eres una pagana, Hipatia! ¡Lo que haces no es más que propagar tus malas influencias por esta ciudad! ¡Tú y tus seguidores no encontrarán la salvación! Tu rey, Orestes, duda de nuestra fe. ¡Pagana, pagana! ¡El diablo habla a través de tu boca!, dicen.
Entonces todos se van de mi palacio y me dejan sola. Durante esa noche, en mi trance de sueño profundo, mi alma viaja a través de las casas donde viven los filósofos y cristianos; veo entonces a sacerdotes hablando acaloradamente para atraparme al día siguiente y darme muerte por desollamiento, por ser una pagana, por negar a Dios y todas sus creencias. Mientras tanto, al visitar en mi alma a los astrónomos y otros filósofos, ellos planean sacarme de la ciudad pues temen mi muerte a manos de los cristianos. El mismo destino de Sócrates parece seguirme.
Harta de estas contemplaciones de intrigas, decido dar una última vuelta por el universo, sondeando el sistema solar y yendo más allá. Para mi maravilla, en una congregación de estrellas, en varios planetas, he podido ver seres con vida tan distintos a las personas de la Tierra. En sus mundos hay plantas de otros colores, predominando el morado, siendo la luz de su estrella no blanca sino azul; los habitantes de estos rincones hablan un dialecto ininteligible y tienen sus propios conflictos como los nuestros. En otros planetas, la vida aún no ha alcanzado la civilización y solo veo criaturas, como los animales de la Tierra, teniendo una vida apacible; en otros, el agua domina cada palmo y las formas de vida son marinas. Mi alma experimenta entonces un gozo indescriptible y por momentos olvido la confabulación que se trama contra mí.
Entretanto, durante este, mi último viaje desprendida de mi cuerpo, descubro a lo lejos a unos planetas dando grandes círculos alrededor de la nada. ¿Cómo pueden los astros de gran tamaño orbitar alrededor de la oscuridad? El fenómeno me extraña en demasía, me llena de intriga y voy hacia allá para estudiarlo más a fondo. Al acercarme a los planetas su giro se ralentiza. La luz de las estrellas alrededor se atenúa y al atravesar esa oscuridad de la cual los planetas están girando, veo cómo la luz se deforma como el vidrio fundido. Se estira, se contornea en curvas amplias y también en espirales pronunciadas. Quiero ir adonde esta deformidad pero ya no puedo moverme. Algo me oprime. Por más que intento desprenderme de esta prisión invisible mi alma está siendo arrastrada hacia donde giran los planetas. Me tira con fuerza y veo en ese momento a todas las cosas a mi alrededor, planetas, galaxias, estrellas, nebulosas, adquirir un aspecto ya irreconocible. El universo se está desdibujando. La oscuridad me succiona hacia su seno y percibo al tiempo convertirse en una eternidad.
Debo despertar, pero no puedo…
Víctor Parra Avellaneda. (Nayarit, México, 1998). Biólogo y escritor especializado en ciencia ficción y fantasía. Fue becario del PECDA Nayarit 2018-2019 en la categoría de cuento. Primer lugar en el Concurso de Cuento Amado Nervo (2020) y Mención Honorífica del concurso Páramo de Sueños (2020). Ha publicado sus relatos en revistas de alcance internacional como Axxón, Sci:fdI (UCM) , Espejo Humeante, Penumbria, Marabunta, La Colmena (UAEM), Alcantarilla, Neotraba, Letras Insomes, La Sirena Varada, El Narratorio, Página Salmón, Zur, Spelk (Estados Unidos), The Temz Review (Canadá), entre otras. Autor del libro de cuentos de ficción especulativa Más allá del horizonte (Ediciones del Olvido, 2022). Fue fundador y coeditor de la revista de literatura de ficción especulativa Primero Sueño (2020 a 2023), incluida, en 2021, en la Lista de Recomendaciones «Imaginación y Futuro» otorgado por Mexicona: convención online sobre literatura especulativa, fantástica, de ciencia ficción, fantasía y horror. Miembro de la Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCIFF), de la International Association of Science Fiction and Fantasy Authors (IASFA) y del Gran Colisionador de Textos Especulativos. Sus intereses son la virología, epidemiología, evolución especulativa y la ficción climática, temas que suele incorporar en sus historias, ambientadas en el occidente de México.
N. del A.: El relato aquí publicado apareció en su primera versión como microcuento en la revista Anapoyesis: Arte y Cultura, bajo el título Eppur si muove, editado por Daniela Lomartti.
(https://anapoyesisrevista.wordpress.com/2024/07/19/eppur-si-muove/fbclid=IwY2xjawEVSvZleHRuA2FlbQIxMQABHQiA0hFJ6R0NM3cs2fXXYWIhA8TGctT4HVbLsj6bAbNPOtyl4hVXftXycA_aem_uUX2dOn52RdRxDGjDQpMjg )
🖥️ https://www.facebook.com/profile.php?id=61559051035868&locale=es_LA
👉 Otras publicaciones de este autor en Almiar: Dragones alados azules · Otro mar · Oro azul
Ilustración: Imagen generada por el autor mediante Stable Difussion.
Revista Almiar (Margen Cero™) · 👨💻 PmmC · n.º 134 · mayo-junio de 2024
Lecturas de esta página: 120
Comentarios recientes