La fragmentación de la vida

reseña de la novela de Silvia Quezada, por Aída M.ª López Sosa

 

E

scribir sobre la obra de Silvia, debo confesar que me intimida, ya que si bien nos une la amistad y el cariño, de este lado también el respeto y admiración de quien he aprendido de manera formal en el diplomado e informal en charlas de café o de viaje. Quiero dejar a un lado mis afectos, del lado del corazón, y centrarme en las virtudes de su novela, en la forma como consigue concatenar las ideas y la información, en el estilo fragmentado de su escritura que nos hace entender el tiempo de otro modo sin que nos perdamos en el laberinto de las ideas, la información y la superposición de temporalidades. Bien decía el escritor francés Maurice Blanchot que escribir es entregarse a la fascinación de la ausencia de tiempo, yo lo extendería a los lectores que experimentamos esa ausencia de tiempo cuando estamos cautivos por un buen libro.

Silvia asegura que la Literatura se sirve de las ciencias y las artes, principalmente de la Historia y la Música, es precisamente en Habitaciones furtivas que cohabitan la memoria a manera de los pizzicatos que se tocan en las cuerdas de un instrumento, pellizcos narrativos que van contando y cantando para producirnos la experiencia estética de leer. Siempre he dicho que escribir fácil, es difícil, y lo digo porque la organicidad de la prosa de Silvia entabla un dialogo con cada lector, a quien desde el inicio le habla, cerrando así la primera unidad narrativa con la frase: «Ya sabes, tú que me lees, lo que decidí». Convirtiéndonos en testigos de los acontecimientos e invitándonos a seguirla en el descubrimiento de pistas que la irán acercando a la resolución de la misteriosa muerte de una poeta que incidentalmente descubre cuarenta años después del hecho a través de unos poemarios apenas legibles, cuyos versos están en el lugar preciso para la persona indicada, leitmotiv de la novela. Los que conocemos a Silvia sabemos que lleva los genes de sus progenitores literarios, sabemos que lee a Coral Bracho, a Jorge Luis Borges, a Carlos Fuentes, a Gabriel García Márquez, a Octavio Paz, a Juan García Ponce, a Salvador Elizondo, a Guadalupe Dueñas, a Inés Arredondo, que admira a Elena Garro como dramaturga y por supuesto a su poeta favorita, Rebeca Uribe, así como otros tantos que sería interminable mencionar, quienes le han dado la estructura, el lenguaje y las temáticas que aborda desde la creación. Habitaciones furtivas también tiene su génesis en el cuento redondo “Gris de lluvia”, de la misma autora, con el que titula uno de sus libros de cuentos. Silvia tiene la capacidad de ver la potencialidad de un cuento que al darle largo aliento lo transforma a otro género literario.

La estructura fragmentada de la novela tiene el reto de mantener la coherencia, Silvia nos da una cátedra de técnicas narrativas de las que hace uso para lograr la unidad de impresión que propone Édgar Allan Poe en su teoría del cuento, difícil de conseguir en una estructura no lineal como la de Habitaciones furtivas. Un libro para estudiar y analizar. La virtud de la estructura a pizzicatos de Silvia, tiene la belleza de un vitral donde cada color matiza la intensidad que quiere resaltar el artista, pero esos vidrios de colores están fuertemente unidos por varillas de plomo de manera que aunque tengan diferentes formas, tamaños y texturas la unidad de estos fragmentos nos dará la imagen total. Así escribió Silvia Habitaciones furtivas, los ligamentos narrativos le dan plasticidad, movimiento que se percibe por la avidez con la que se inicia sin poder abandonar la lectura, porque queremos, deseamos esa unidad de impresión de la que nos habla Poe. Con la generosidad que caracteriza a Silvia, nos facilita a los lectores cumplir el deseo con una prosa sencilla que no distrae, no entorpece y permite deslizarnos sin escalas hasta el final a través de la tensión entre pensamiento y lenguaje creando un espacio con la escritura, cuyo punto de partida es la motivación de lo que quiere encontrar.

Los narradores en primera, segunda o tercera persona u omniscientes, nos conducen a cada fragmento construido con diálogos, sumarios, crónicas, epístolas, notas periodísticas, descripciones de los espacios públicos y privados y la polifonía de voces femeninas y masculinas que retratan la forma de pensar de la época, un mosaico narrativo que resulta excitante, obligándonos a voltear la hoja una y otra vez para descubrir lo que la autora nos va a revelar. Silvia recrea México y Guadalajara en la primera mitad del siglo XX, nos hace caminar sus calles, sus edificios, admirar sus monumentos, tomarnos una copa en sus bares, doblar sus esquinas, conocer las vecindades que albergan las habitaciones furtivas donde ella vivió y que guardan los secretos de una mujer invisibilizada por más de siete décadas. De seis poemarios publicados, rescató cinco. Describe sus versos como epifánicos. Supo que si los había encontrado, era una señal para desentrañar la misteriosa agonía de la poetisa a quien se le halló inconsciente en un cuarto del motel Tony´s Court, alquilado por una mujer, quizá la asesina

En este punto me gustaría destacar la recreación de una época donde la poeta en torno a quien se escribe, Rebeca Uribe, padece los estigmas de la mujer años antes de que obtuviera sus derechos políticos y otros que han sido negados por el patriarcado. Silvia nos recuerda la vida trágica de seres, cuyo virtuosismo no los salvó de la censura y los llevó a un final trágico. Los asesinatos se justificaban, aun en la actualidad, por el lugar en donde sucedió el hecho, el estado civil de la mujer y por la preferencia sexual. Si las tres cosas se daban, no valía la pena perder recursos para esclarecer lo que se merecía por su vida inmoral. Si a lo anterior se sumaban intereses de personajes de la política o del medio artístico, entonces se volvía imposible conocer la verdad y no quedaría más que ficcionar para la literatura. El control de los medios impresos abonó a la impunidad que en nuestros días continúa a pesar de las redes sociales. Se esperaría que la occisa siendo asistente de una diva del Cine de Oro atrajera el interés de las autoridades, sin embargo, quizá fue eso mismo lo que la invisibilizó. Qué mejor que viajar a otro continente para olvidar las penas y silenciar los rumores como lo hizo quien la empleaba desde hacía cuatro años. Un encuentro desafortunado de dos mujeres artistas, una del Cine y otra de la Literatura, donde el abuso de poder velado pudo, quizá, llevar a la eliminación de la más débil.

Otro punto que quisiera mencionar es la presencia fantasmagórica de Rebeca Uribe en la horizontalidad novelesca. La energía que la mantiene flotando es de este mundo y es la habilidad de la escritora para acomodar las palabras, las frases y los párrafos de tal manera que logra que ese soplo sostenga el misterio hasta el final, bien vale decir que no es un punto final, que la novela no se agota en la última página, sino que es la invitación a mantenernos a la espera de la ficción de la secuela de la investigación académica que Silvia realiza desde hace más de veinte años y estoy cierta que continuará. Tuve la suerte de acompañarla en algunas de sus pesquisas en la tierra de Juan Rulfo y otros rincones de Jalisco. La magia de la novela me llevó a imaginar a Rebeca Uribe como uno de los habitantes de Comala, a fin de cuentas ambos fueron coterráneos, contemporáneos y literatos, quizá cruzaron sus miradas en Sayula o en Ciudad de México como ahora en Mérida, tengo la fortuna de coincidir con Silvia en esta habitación furtiva de libros.

 


 

Aída M. ª López Sosa

Aída María López Sosa (Mérida, 1964). Psicóloga y Capacitadora Certificada. Diplomada en Creación Literaria por la Sociedad de Escritores de México (SOGEM) y por la Secretaría de la Cultura y las Artes (SEDECULTA). Coautora en más de una veintena de antologías. Columnista en periódicos y creadora de contenidos para televisión, revistas nacionales y extranjeras. Integrante del equipo editorial de la revista literaria Elipsis, de Ecuador, y Tallerista de Minificción en «La Marina», de Ficticia Editorial. Ganadora del Primer Concurso Nacional de Cuento de Escritoras Mexicanas (2018). Primer lugar en el certamen Calaveras Literarias (2019) organizado por la Fundación Elena Poniatowska Amor A.C. Ganadora del Fondo de Ediciones Literarias del Ayuntamiento de Mérida con el libro de cuentos: Despedida a una musa y otras despedidas (2019). Ganadora del Premio Estatal de Literatura 2020. Incluida en el Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas y en el Catálogo del Cuento Mexicano. Miembro del PEN Internacional.

Contactar con la autora: aidamarialopez64[at]gmail [dot] com

 

📖 Habitaciones furtivas
Novela ▪ ISBN: 978-84-19046-38-3 (Consejo estatal para la cultura y las artes, Jalisco, 2022).

 

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Revista Almiarn.º 130 / septiembre-octubre de 2023MARGEN CERO™ – 👨‍💻  PmmC

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