Una conversación con la actriz y cantante
Rosalía Palet Bonavía (Rosita Fornés)

por
Beatriz Celina Gutiérrez

E

ntre los apellidos de personas que viajaban en el vapor Manuel Arnús, ha­llé los de la familia Fornés. Mi madre, y dos de mis entrevistados, me habían comentado que Rosita Fornés venía en ese barco. Es por ello, que me en­caminé en su búsqueda y una tarde llegamos a su casa. Ella conoce mi propósito y acepta gustosa la entrevista un 15 de diciembre del año 2004. Me acompaña el locutor de Radio Reloj, Rafael Ibarra Toledo.

Rosita nos invita a pasar a una salita, que atesora la historia de esta sencilla, bella y elegante mujer cubana. Se acomoda en un butacón, a su lado reposa una lámpara sobre una mesita y su luz llena aquel recinto intimista de una magia de amor inexplicable. Allí acaudala parte de su historia.

Unas semanas antes de nuestro encuentro, por vía telefónica, Rosita me había adelantado algunos datos de interés, diciéndome que vivió en Valencia hasta los trece años y que embarcó en el Manuel Arnús, con su madre Guadalupe Bonavía Fornosa, su padre José Fornés Dolf y su her­mano José Enrique Fornés Bonavía, el cual tendría por esa época dos o tres años de edad.

—Rosita, sabemos que usted nació en New York, ¿en qué ciudad, en Manhattan?

—Sí, en New York, en Manhattan. Mi familia vivía en Brooklyn, pero nací en un hospital que se llamaba el Woman Hospital, que estaba frente al Central Park, en New York.

—¿Sus padres eran catalanes? Hábleme de sus orígenes.

—Mi padre era catalán y mi madre madrileña, mi madre de Madrid y mi padre de Barcelona.

—¿Hasta qué edad vivió en Barcelona?

—Bueno, yo en Barcelona no viví; yo conocí Barcelona ya de artista, porque me hicieron el contrato para ir a trabajar allí a uno de los grandes teatros que había, que estaba en una calle céntrica de Barcelona y es cuan­do conozco esa bella ciudad, yo no viví allí, viví el tiempo que trabajé, que fueron tres meses y de allá pasamos a Madrid. En Madrid fue donde yo viví de pequeña un tiempo, fui para allá teniendo diez años y cuando regresé tenía trece años.

—Rosita, usted sabe que esta entrevista se la solicitamos por­que estamos escribiendo un libro sobre la historia del vapor Manuel Arnús.

—¡Ah sí!

—¿Recuerda por qué viajó en ese barco?

—Bueno sí, precisamente porque ese barco fue el último que salió de España de la parte de la República, porque estaban en plena Guerra Civil y ya Franco había tomado gran parte de España, pero ese barco estaba anclado en Barcelona, sale de Barcelona y llega hasta Valencia, que era donde estábamos viviendo mi familia y yo, mi padre y mi hermanito más pequeño. Entonces papá, como tenía muchas amistades, se entera del rumbo que iba a tomar ese barco y huyendo ya, porque estábamos pensando que Franco iba a tomar en cualquier momento tanto Barcelona como otras regiones del país. Mi padre era de ideas muy avanzadas y estaba en contra del fascismo, que era lo que traía Franco en aquel momento. Entonces, consiguió, costándole mucho dinero porque se tuvo que deshacer de todo lo que tenía ahorrado, lo que había ganado con su traba­jo, vendió prendas, en fin, hizo todo para sacar los pasajes y la ida en ese barco en el cual huyó mucha gente, muchos refugiados que vinieron para acá, para la América al saber que el Manuel Arnús pasaba por Valencia, pues todo lo preparó para el momento en que pasó el barco.

Embarcamos en él y después fue una odisea tremenda, un viaje que debía haber durado, no sé, quince o veinte días, duró cuarenta y cinco, casi dos meses, estuvimos viajando en ese barco.

Rosita Fornés junto a dos pasajeras en la cubierta del vapor Manuel Arnús

—Rosita ¿qué características tenía la tripulación, conversó con algún marinero u oficial durante su travesía?

—Bueno sí, sinceramente yo te puedo decir que nos hicimos amigos de toda la tripulación e incluso a veces mi hermano, el que me sigue a mí que es José Enrique Fornés, que hoy en día es arquitecto y profesor. Él ve­nía chiquitico y me acuerdo que venían y lo cargaban, le enseñaban cosas y le traían juguetes. Siempre eran muy cariñosos con él muchos de la tripulación, pero sí, se puede decir que todos y fíjate, yo recuerdo una cosa, nosotros aquel via­je tremendo que hicimos fue una odisea. Para pasar por el estrecho de Gi­braltar estuvimos días y días dando vueltas por el mar Mediterráneo, para que te voy a contar, bueno eso es otra historia, pero cuando pasamos ya, que penetramos al océano Atlántico para atravesarlo y llegar hasta Cuba, soportamos unos temporales horribles porque veníamos en una época un poco crítica, que es la época de octubre, noviembre, por ahí, septiembre, octubre noviembre y cogimos unos temporales… Al extremo que el barco se movía en una forma espantosa. ¡Qué hacían entonces los tripulantes! Alertaban a todos los pasajeros y les decían: «¡Métanse en los camarotes!». Y en los camarotes la gente se mareaba, mi padre se mareaba enormemente, mi madre se mareaba enormemente, hasta mi hermanito chiquitico que tenía dos o tres añitos nada más, mareadito también y yo huyéndole a eso me fui para la cubierta, para la cubierta tapada, cerrada desde luego y el barco se movía de proa a popa o de vapor a estribor; tan pronto estaba moviéndose de un lado como de otro, parecía realmente que se iba a hundir. Pero bueno, yo decía: «Yo tengo que salir y coger aire, yo no puedo estar aquí», porque además, desde luego me daban deseos de volver al ca­marote que teníamos, que era amplio, nosotros veníamos en segunda clase y nos trataron bastante bien, nos dieron un camarote muy bueno y todas esas cosas. Como toda la tripulación me conocía ya, me cogían, me llevaban para un saloncito y me decían: «¿Tú quieres comer?». ¡Claro!, no se podía ni ir al comedor porque no había comida, lo que hacían eran unos sándwich y yo les decía que sí, que tenía hambre.

Estaban todos los muebles sujetos con cadenas, para que no se co­rrieran, porque cuando el barco se mueve tanto, pues se mueven las mesas, los asientos todo, entonces me sentaban en un asiento cómodo que estaba sujeto y me traían mi sándwich y me preguntaban qué yo quería, lo que fuera; todos allí me cuidaban y me decían además: «¡No salgas para acá que tú sabes que eso es peligroso y estate aquí, cuando vayas a ir para el camarote nos avisas para que te acompañemos». Y así estuvieron todo el tiempo pendientes de mí. Eso lo recuerdo como una cosa muy bonita, porque no había ningún otro pasajero allí en ese saloncito, era un salón pequeño, que la gente lo tenían para cuando terminaban de comer o algo de eso, iban allí y se sentaban; los que eran fumadores fumaban y todas esas cosas porque había otro salón donde se daban las fiestas. Toda la tripulación era muy agradable, me acuerdo de amigos de papá y de mi mamá que también eran amables conmigo pues les caí bien, tanto es así que bueno, me pasaba la vida cantando, y me oían cómo can­taba.

El barco estaba dando vueltas por el mar Mediterráneo para arriba y para abajo, porque no podía pasar el estrecho de Gibraltar, ya Cádiz es­taba tomada por un señor que peleaba en el bando de Franco, se llamaba Queipo del Llano y entonces ese Queipo del Llano estaba amenazando constantemente por radio (nos lo ponían) que cuando pasara el barco lo hundirían y entonces la tripulación del Arnús empezó a despistarlo. Me acuerdo que en Cartagena lo metieron en un dique seco que estaba tapado, cubierto, lo disfrazaron, lo tuvieron allí quince días en ese dique seco y no podíamos salir del barco porque no querían que se dieran cuenta que es­tábamos allí; empezaron a pintarlo todo como si fuera un barco sirio, que venía de Siria y se llamaba Sirius, le pusieron ese nombre, le quitaron el Manuel Arnús, lo llenaron de banderitas para poder pasar por el estrecho como un barco de turismo, como si fuera un barco de turistas.

En aquellas idas y venidas, me acuerdo que en Cartagena… O en Almería… fue por donde pasamos también, no sé si fue en Cartagena o en Almería, en Almería creo que fue donde lo metieron en un dique seco porque no podían saber que estaba el barco allí, el Manuel Arnús, por­que además Cartagena estaba todavía tomada por los republicanos y me acuerdo que para recaudar fondos para las milicias que ya existían allí se dio una fiesta muy grande a bordo, y entonces vinieron artistas que estaban en Cartagena a actuar. En el barco viajaba una pianista muy buena, iba otra que también era concertista y me pidieron a mí que cantara. Figúrate yo tenía ganas de cantar y dije que sí. Después cuando salí ante el público me asusté, porque era la primera vez que yo me presentaba en un sitio, hicieron como un pequeño escenario, muy bonito en un salón grande que tenían para fiestas.

—¿Qué cantó, Rosita?

—Canté un tango que se llamaba Silencio (1). Tengo una anécdota muy buena: salí, imagínate, no había micrófonos, pero allí había muy buena resonancia y había ensayado y se me oía muy bien, pero como estaba ner­viosa… Quería sacar la voz, pero no podía sacar más y entonces un silen­cio… Todo el mundo en silencio para oírme y llegó uno que había en una puerta de salida del salón allá atrás y se quiso así asomar, precisamente no sé si era pasajero o era de la tripulación, no me acuerdo bien y dijo: «¡Ay, mira a esa muchacha! Pero mira… ¿Quién es la que está cantando y qué está cantando?». Y una señora que había allí le dijo: «Silencio» —y contestó—: «¡Ay, usted perdone!». Él creyó que lo mandó a callar, ya te digo, bueno pues me acuerdo que hice eso por primera vez, me presenté ante el públi­co y me dijeron que sí, que cantaba bonito, que siguiera, que estudiara, vaya, me dieron mucho aliento para que siguiera. Después pasamos esos tremendos temporales que ya te digo, la tripulación me dio unas muestras de cariño muy grande y me traían para que yo comiera algo y para que tomara refrescos también.

—Rosita, ¿en Almería el barco se pinta como si perteneciera a Siria y se le pone el nombre de Sirius?

—Sí, Sirius.

—Y así pudo atravesar lo que es el Peñón de Gibraltar, o sea el es­trecho de Gibraltar y llegar al Atlántico.

—Sí, el estrecho de Gibraltar, efectivamente, así pasamos y me acuerdo que pasamos de noche, con unos focos enormes, unos reflectores tremendos del lado de África y del de España iluminando el barco. Pusie­ron a toda la tripulación vestida, a los pasajeros los hicieron meterse en los camarotes; que yo me acuerdo que mi padre ahí se enfermó de los nervios porque andaba con los salvavidas probándonoslo por si de todas maneras tiraban una bomba o algo de eso y se hundía el barco; pero el barco pasó a todas luces iluminado y todo adornado, lleno de banderitas atravesó el estrecho de Gibraltar y así llegó aquí.

—¿Llega a Cuba con el nombre de Manuel Arnús?

—No, mira, esa es una cosa de la que no me puedo acordar. No re­cuerdo si llegó con el nombre de Sirius o de Arnús. El nombre ese se me quedó grabado, Sirius. Ese era el nombre que le pusieron al barco y una bandera de Siria que también tenían, pero en realidad era el Manuel Arnús. No sé si fue en Almería o en Cartagena, porque al tenernos primero… Yo no sé si es que después llegó como Manuel Arnús. Recuerdo que se dio una fiesta para recaudar fondos y después de eso es que lo pintan, lo es­conden en el dique seco y de ahí pasó a Almería que estuvimos nada más que de paso, ¿me entiendes?

—Lo más importante es que pasa el estrecho de Gibraltar con el nombre de Sirius.

—Si, de Sirius, mira pues es verdad, por esa razón puede ser… Se sabía que venía de España y a todo el mundo lo metieron preso al llegar aquí, nada más a las mujeres nos dejaron…

—Rosita, mire usted, tengo en mi poder una foto del mes de noviem­bre de 1936 donde le hacen un registro al barco y un editorial de la revista Bohemia de marzo de 1938 cuando solicitan que salga para España.

—Ah…

—En el terreno personal, ¿la marcó en algo este pasaje de su vida?

—No, porque uno en esa etapa de la vida, no sé, un poquito… No le da la importancia que verdaderamente tienen, piensa que todo se va a arre­glar, que todo va a salir bien; a mí no me marcó, no me marcó en nada, al contrario, quedó como un recuerdo agradable porque canté, eso fue lo que más me impresionó y claro sí cuando arreciaba un mal tiempo me asustaba un poco porque el barco hacía así, y así y así… Y entraba el agua y el palo mayor del barco se rompió, se partió, fíjate si había mal tiempo. El barco iba de babor a estribor, que parecía que se iba a virar, era espantoso. Pero yo la pasé bien porque además de eso me hice muy conocida allí, hablaba con todo el mundo y vaya, yo estaba pendiente también de mi mamá y de mí hermanito y todo eso y no sé… Lo recuerdo como un viaje agradable. No lo recuerdo como una cosa tremenda, todavía a esa edad no se tiene esa conciencia de las cosas y de las responsabilidades. Incluso pasé parte de la Guerra Civil y vaya, no llegó a pelearse en Valencia donde vivíamos, pero hubo cosas muy desagradables.

—¿Qué significó la Guerra de España para usted a pesar de su ju­ventud?

—Bueno, también yo estaba un poco inconsciente, yo oía hablar a mi padre y a mi madre y a las amistades que tenía papá y esas cosas, porque papá estaba… Era muy amigo de toda la gente que pertenecían al Partido Socialista, al Partido Comunista y al Partido Republicano también. Yo creo que esa guerra se perdió por la división tan grande dentro de la parte Republicana, porque estaba el Partido de los Republicanos, pero estaba también el Partido Anarquista, figúrate tú, el Partido Anarquista es una cosa que no ha tenido éxito en ninguna parte, el anarquismo no ha sido un… Es un desorden completamente y estaba también el Partido Socialista y el Comunista, es lo que sé, a veces me preguntaba yo, digo, bueno, ¿no es el Socialismo un camino hacia el Comunismo? Porque es así…

Bueno, yo me acuerdo de que allí se oía cantar mucho la Internacional y me la aprendí, yo me la sabía de memoria. Lo que si yo estaba en contra, como estábamos todos, en contra de Franco y yo no quería que nos cogiera Franco allí, ¿me entiendes? Porque Franco estaba respaldado por Hitler y Mussolini, pero uno, ya te dije, en esa época vive un poquito más fuera de las realidades, hay inmadurez, la conciencia no ha llegado todavía y todo está lleno de sueños porque yo era muy soñadora, imaginativa, y pensaba, no sé si tu veras ahora, se va a poder hacer esto y esto se va a acabar, lo malo va a desaparecer y vaya, yo tenía siempre un optimismo grande que te lo da la edad, así que para mí fue como que estaba corriendo aventuras, que estaba viviendo aventuras.

Rosita Fornés a los 15 años de edad

—Bueno Rosita, retomo los años del 36 al 39, se sabe que el barco estuvo en el puerto de La Habana por espacio de casi dos años, ¿nos puede decir algo al respecto?

—No, nosotros nos desentendimos del barco, yo no recuerdo haber seguido pendiente de lo que pasó con ese barco. Yo vuelvo a ver ese barco cuando voy a trabajar a México y voy a Veracruz, me enseñan el barco anclado todavía, pero desbaratado en el puerto de Veracruz, ahí es donde el barco se hunde, termina su… Es cuando me dicen: «Mira, tú viniste de España en ese barco, ahí está el Manuel Arnús».

—¿Oyó o leyó en la prensa de la época alguna negociación que hizo Cuba con México para trasladar el barco Manuel Arnús hacía el puerto de Veracruz?

—No, fíjate, yo tenía idea hasta ahora que tú me haces esa pregunta, la idea que he tenido toda la vida es que el barco Manuel Arnús estuvo aquí no sé, un tiempo más largo, o menos largo, pero que continuó viaje y llevó pasajeros hasta México, que habían ido pasajeros a México que no quisieron quedarse en Cuba o no sé cómo fue, no sé, no sé si fue a los pocos días, si fue al día siguiente, no sé, si fue a los tres meses o a los cuatro meses, no sé, no sé exactamente, hasta ahora no tenía noticias de que ese barco se había quedado aquí casi dos años antes de salir para allá porque además ¿quién lo condujo si estuvo dos años aquí?, ¿los españoles? El capitán que tenía era español, bueno, ¿el capitán se asilaría en Cuba? No sé, pero habría que formar otra vez otra tripulación para echar a andar ese barco, para que de aquí fuera para México, porque no lo fueron arrastrando. En México me lo enseñaron a mí cuando voy a Veracruz por primera vez porque yo voy primero contratada a México, primero a hacer una película y después a debutar en una compañía grande de revistas de teatro, muy bonita compañía y me voy quedando porque tengo mucho éxi­to, voy gustando, me quedo en México y entonces claro hubo momentos en que me llamaban para que fuera a una provincia a otra y me invitaron a ir a Veracruz para hacer unas presentaciones allí y por eso conozco Vera­cruz, y entonces sale mi historia y es que me dicen: «¡Mira el barco donde tú viniste de España cuando eras una chiquilla, una niña, está ahí enfrente, está ahí!», y digo: «¡Ay, sí, déjame verlo!». Y veo un barco que estaba ya destruido totalmente.

—Rosita, me parece que usted nunca había comentado sobre el Ma­nuel Arnús tanto, ¿qué nos puede decir sobre esto?

—No, lo he mencionado a veces al contar así que me han hecho entrevistas sobre mí vida y pude haber mencionado que yo vine en un barco que se llamaba Manuel Arnús punto, nada más, vine de España y al hablar de mi primera presentación en público y que canté y entonces lo mencionaba así, pero como te cuento a ti no recuerdo haberlo hecho antes. Tienes la primicia…

—Gracias. ¿Podemos decir entonces Rosita, que aquel suceso en la travesía quedó retratado en su memoria?

—Pues sí, porque mira todas las cosas que le pasan a uno de jovencito y de niño salen fijan más que las que le pasan a uno ya de adulto.

—La niñez lo marca a uno para siempre.

—Sí, por lo menos te queda en el recuerdo, yo viví aquella expe­riencia, tuve aquella experiencia y en fin lo recuerda uno agradablemente, porque fue una parte de la vida que viviste y se quedó en mi memoria, ya te digo, como una cosa agradable, no tremenda.

—Rosita, entonces, usted nació en Norteamérica, es hija de españoles, vivió en España y México y echó raíces en Cuba.

—Sí.

—¿Se considera norteamericana, española, mexicana o cubana?

—Cubana, siempre cubana, yo adopté a Cuba como mi patria. Yo he ido a Estados Unidos muchas veces, me lo conozco bastante, he estado trabajando en distintos lugares, cuando vivía en México fui muchas veces y siempre dije que era un país muy bonito, muy lindo, pero no me sentía que yo pertenecía a ese país, sino que era un país bonito y he tenido éxitos e incluso donde trabajé me hicieron propuestas maravillosas para poderme haber quedado allí a trabajar muy bien porque yo pude, pero bueno, yo no podía estar lejos de Cuba, cuando hacía un año que yo estaba trabajando fuera de Cuba… Porque viví en México siete años, porque en México me fue muy bien también, allí me casé y tuve a mi hija que nació en México, Chiquitina, ya la conoces y agradezco, yo decía que esa era mi segunda patria fíjate, México era mi segunda patria.

Yo he ido muchas veces a Estados Unidos, me trataron muy bien ya te digo no tengo ningún mal recuerdo, pero decía: «¿Quedarme a vivir aquí?». No, yo no viviría aquí, no me gustaba, no lo pensé nunca y donde quiera que fui a través de mi carrera artística fui como artista cubana porque incluso cuando me hacían interviú yo no decía porque yo no nací en Cuba, no, eso no lo aclaraba yo, yo soy cubana y cubana, no tenía que aclarar cuándo había nacido, ni en qué pueblo de Cuba había nacido, ni en qué ciudad; iba como artista cubana y donde quiera que fui, fui representando a Cuba. Sí, yo me siento cubana, completamente cubana.

—Rosita, aquí tengo en mi poder un artículo de periódico que mamá guardó con mucho celo, del mes de diciembre de 1939, que dice: «Comisión Pro Reconstrucción de España, Manuel Arnús», ya estando en el poder el gobierno de Franco.

—¡Mira eso, del año 1939!

—Mamá lo guardó, está comido por polillas, pero se puede leer. Ella, y mis abuelos conocieron a la tripulación del Arnús. Mire, en esta foto aparece uno de los tripulantes, que se llamaba Juan Bautista Auír, es del año 1938, desde Veracruz, él se la envía a mi abuela desde México.

—¡Desde Veracruz!

—Sí, y en esta otra foto aparecen oficiales y marineros del barco en el parque Japonés, en el reparto Almendares, junto a ellos están mi mamá, mi tía y familia.

—¿Esos son de la familia tuya?

—Sí, y marineros del Manuel Arnús.

—¡Marineros todos!

—Sí, y en esta otra foto están los marineros con mi familia cuando se bautizó a un niño en la finca Las Mercedes y en esta otra foto, aparecen mi prima y mi madre con el puño en alto vestida con los uniformes que se usaba cuando la Guerra Civil Española y que traían en el Manuel Arnús.

—¿Aquí, en Cuba?

—Sí, aquí en La Habana, en casa de mi tía.

—¡Mira… sí, con el puño en alto, claro!. ¿Ésta es tu mamá?

—Sí.

—¡Mira qué guapa era…! Es muy linda tu mamá. ¿Todos eran marineros?

—Sí, del Manuel Arnús. Bueno, Rosita, gracias por su tiempo, muchísimas gracias.

—De nada mi vida, de nada. Y ustedes, ¿qué piensan hacer, un programa o…?

—Es un libro que estoy escribiendo sobre el Manuel Arnús.

—¿Es un libro del Manuel Arnús?

—Sí, ya cuento con el testimonio de mamá y ahora el de usted.

—¿Y ese libro lo has ideado tú?

—Sí.

—¡Ah, qué bien, está muy bien! Bueno pues ya tú sabes…

—Muchas gracias por su tiempo Rosita.

—Bueno, gracias a ustedes, muchas cosas buenas.

—Igualmente, le avisaré cuando esté publicado el libro y la invitaré a su presentación. Hasta luego y gracias.

Con donaire, se incorporó del butacón apoyando su mano sobre el fino bastón, y acompañándonos hasta la salida con la incógnita de un nuevo nombre, Sirius…

El Manuel Arnús, Crónicas y Leyendas emergió en diciembre del año 2014 por la editorial Ruiz de Aloza, en Granada, España. Su presentación se realizó en la biblioteca Rubén Martínez Villena de la Oficina del historiador de La Habana. Rosita Fornés estuvo presente.

Rosita Fornés en la presentación del libro El Manuel Arnús

Rosita Fornés al lado de la autora del artículo, en la presentación del libro El Manuel Arnús, crónicas y leyendas junto a la doctora en Arte Carina Pino Santos y el hijo del fallecido Lázaro Machado, semaforista del Morro de La Habana.

 

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(1) Silencio. Letra de Pettorissi-Le Pera. Música, Carlos Gardel (Alegato contra la guerra grabado por Carlos Gardel, el 14 de febrero de 1933). Prime­ra canción que canta ante el público Rosa Fornés a bordo del Manuel Arnús, en 1936 rumbo a La Habana. Más tarde en 1938, a los quince años de edad, se inició como cantante en un programa competitivo llamado «La Corte Suprema del Arte», donde obtuvo el primer lugar. Unos meses después debuta como ac­triz cinematográfica en el largometraje Una aventura peligrosa, dirigido por Ramón Peón. Desde entonces, cultivó varios géneros del canto, del baile y drama. Devino en la vedette más famosa de Cuba, México y España. Es considerada una leyenda viva en la vida artística cubana. (José Antonio Jiménez, Fuente: Cancionero Centenario del Tango, 1880-1980, página 23).

 


 

Beatriz Celina Gutiérrez Gómez. Escritora y compositora. Tiene diferentes libros publicados en España y otros países. Actualmente vive en Sonseca, Toledo, Castilla la Mancha.

🖥️ Contactar con la autora: beatrizcgg1951 [at] gmail [punto] com

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🖼️ Ilustraciones del artículo: Todas las fotografías son cortesía de Rosita Fornés y han sido mejoradas mediante técnicas de IA. Derechos reservados. El collage de la cantante es copia de una imagen en pantalla de vídeo en YouTube (youtube.com/watch?v=vZwu9pUxu78&ab_channel=Tonypisani), licencia estándar.

 

artículo Rosita Fornés

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