Memorial de los abismos

C uando dos poetas se juntan en torno a una creación colectiva, compartiendo sesiones automáticas y consecutivas en forma de ensayos sobre diferentes temas, quizás sientan que es el momento de empezar a participar del milagro de la naturaleza. Así es la propuesta de dos autores atravesados por los espejismos del tiempo, aguardando la lluvia de la inspiración bajo los relámpagos de la noche, alentados por el deseo de compartir la locura de ver al mundo y sus criaturas yendo al revés, de la falsa verdad a la confesión fatal. Intentan poner en escena la tragedia de la vida, donde solo la poesía está salvo en el teatro de las apariencias y los engaños. Ella nos sirve el pan cotidiano y bebe la sangre secular. Lo que resta es demostrar fidelidad a la poesía y cubrir el gran vacío existencial desde el desabrigo del lenguaje. El texto elegido pertenece al libro Memorial de los abismos, escrito al alimón por César Bisso (Argentina) y Floriano Martins (Brasil)

A

fines de la década del noventa tuve la oportunidad de participar en una mesa de lectura en la sede de la Sociedad Argentina de Escritores. Aquella noche leí un poema que albergaba la palabra «cucaracha». No soy de aquellos que explican los poemas, pero esa palabra tenía un sentido trascendental dentro del texto. Al finalizar la lectura, una señora se acercó y me dijo, casi ofuscada: «cómo puede usar la palabra cucaracha en un poema, es asquerosa». Sorprendido por su comentario le respondí con esta pregunta: ¿la palabra o el insecto? Traigo al presente la anécdota porque me gustaría debatir sobre el uso y el sentido que le damos a ciertas palabras en la escritura poética, como fue en este caso. Tal vez, esa oyente tampoco habría aceptado las moscas en el magnífico poema de Antonio Machado o los bichos que viven en el esplendente libro de Patricia Severín, como yararás, zorrinos, langostas, cascarudos, por nombrar algunos. En la Grecia antigua, Isócrates mencionaba a los insoportables abejorros en su oratoria y los dioses no se sentían molestos. También había encomios hacia las pulgas y los piojos. ¿Es descabellado poetizar con insectos o animales que son despreciables por su aspecto? ¿O es que las palabras dichas adquieren otro significante en quien las acoge? Después pensé en otra probable consecuencia de aquel insólito entredicho: ¿y si esa señora no estaba conforme con el poema y no quiso decirlo? Tal vez, si se animaba, hubiera sido más beneficioso para ambos. Y la cucaracha se habría salvado de ser aplastada por la insensatez.

¿Y qué no diría de los fabulosos animales hechos realidad por la pluma de Lautréamont? ¿Los encontraría todos repugnantes? Bueno, quizás más repugnantes sean los personajes de Los 120 días de Sodoma, de Sade, todos animales bien pensantes y que ocupan lugares destacados en la sociedad. Ciertamente el significado le roba la silla a la palabra, e incluso la más bella puede adquirir una imagen repugnante. ¿Tiene la palabra aislada algún significado de existencia en el mundo del lenguaje? ¿Tiene algún sentido la palabra Dios aisladamente? Hay una máxima que dice que el mayor logro del Diablo es haber sugerido a los hombres que él no existe. Utilicé deliberadamente el término sugestión, porque de eso se trata. El acto de dar significado a las palabras, cuando creamos una oración o simplemente cuando juntamos sustantivo y adjetivo, es lo que se puede llamar la magia de la sugestión. No es, como muchos piensan, una afirmación. La declaración en sí es una tontería por escrito. Cuando nos resulta extraña la presencia de una palabra en una frase, lo que hacemos es aislar esa palabra de su contexto. El aislamiento es una de las causas de la desfiguración social que enfrentamos hoy. Vivimos en un mundo que esta señora ayudó a construir. Y no se trata solo de un prejuicio en relación con determinadas palabras, sino de algo mucho más grande, ya que el comportamiento social se mide por este prejuicio.

Concuerdo. El aislamiento nos está llevando a un camino sin retorno. Opinamos sobre cualquier tema, sin darnos cuenta que la palabra implica siempre un deber hacia el otro y una toma de conciencia sobre qué decimos u olvidamos decir. Recordé aquel episodio de la señora, porque nadie puede ser indiferente a nada, menos aún en este mundo declarativamente violento y banal. Una palabra fuera de contexto reproduce otra realidad. Algunas de ellas, en boca de ciertos personajes de la farándula del Poder, lastiman más los oídos del inconsciente colectivo que la legítima autonomía semántica que observamos en las exacerbaciones verbales del Marqués o en el fascinante desfile bestial del Conde. Insisto, ninguna palabra tiene valor por sí misma, como tampoco resulta despreciable por su significado o apariencia. Sin dejar de lado el lugar de la poesía, me parece más aberrante justificar hechos de corrupción, de prohibiciones, de crímenes; que son tolerados por una sociedad cada vez más desorientada. Primo Levi, escritor italiano que sobrevivió de los campos de exterminio que integraban el complejo de Auschwitz, cuenta en uno de sus textos que, para los nazis, «los hebreos son algo diferente, abominable e indefendible». ¿Pueden estas palabras conmover nuestra caótica frivolidad cotidiana? Vale siempre la pena recordar que gran parte de la sociedad sigue hablando sin pensar, no solo prejuzgando, sino también discriminando todo aquello que no integra su zona de confort.  Y volviendo al poema en sí, cualquiera que elijamos, creo que pocas veces su decir resulta confortable.  Nadie se divierte con él, porque apenas llega al lector u al oyente, el poema fluye, no tiene lugar posible donde afincarse. Su razón de ser es la libertad, no la caverna. Por eso la palabra de Sade nos sorprende desde un pensamiento desprovisto de todo tipo de comportamiento social y la poesía de Lautremónt resplandece como una espada clavada en las tinieblas de la humanidad. Atesoran el contrapoder: la imaginación.

Hay un poema en el último libro de Borges en el que, después de enumerar una serie de actividades que realizan personas como un cartero, una enfermera, un camarero etc., termina diciendo algo como esto: esta gente, que no se conoce, está salvando a la humanidad. También es otra forma de decir que la sociedad es ineficaz para resolver sus propios dilemas, es decir, que corresponde al individuo comprender, afirmar e inventar una solución a sus conflictos. Sin embargo, las formas de gobierno, así como las industrias del comportamiento, la moda y el entretenimiento, dan prioridad a los estereotipos, lo que lleva al individuo a una sobredosis de todo tipo de desviaciones psicológicas. Si bien es una ecuación cristalina y no requiere mayor esfuerzo para entenderla, lo cierto es que terminamos creando un alto grado de dependencia del Estado con sus normas de comportamiento y sus parámetros de normalidad. Esta semana leí con mayor atención un cuaderno de manuscritos de hace décadas, aún inéditos, de una poeta brasileña, y noté la ausencia de un códice, como si la poeta crease ajena a la tradición lírica, una escritura que a veces rayaba en lo ingenuo, y nos dio la impresión de que ella no había leído poesía alguna o que su lectura no interfería con la creación, sin contar con esa condición que solemos llamar influencia. Esto no es poesía pura, ya que estaban presentes otros modos de reflexión. La estructura misma de los poemas no estaba en función de la construcción de una arquitectura poética, sino de la longitud de las líneas de su pequeño cuaderno. Si no fuera por la fuerza demoledora y singular de sus imágenes, podríamos pensar que ni siquiera se trata de un poema. Me impresionó mucho ese despojo total de las reglas impuestas por un paideuma. ¿De dónde vendría esa voluptuosidad incontrolable de su poesía erótica de alto voltaje?

La problemática de la globalización trajo consigo el debilitamiento de las instituciones democráticas y, en contraposición, el acrecentamiento de gobiernos omnipresentes que intentan hacerse cargo de todas las intenciones y decisiones de los ciudadanos. Es una falsa red de protección, porque las ideas y valores se reducen a un nivel de hibridez que desmejora paulatinamente el esfuerzo personal. Asimismo, se nota una crisis de inmovilidad en el uso del lenguaje, donde cada vez resulta más difícil salir del entramado discursivo tribal y diferenciarse por medio de nuevas inventivas en estilos y formas. Siguiendo la voluptuosa línea creativa de la escritora brasileña, la cultura argentina cuenta en su haber con uno de los escritores más prolíficos e ingeniosos de habla castellana. Un autor más celebrado que leído por la cofradía. Me refiero a Juan Filloy, creador de miles de palíndromos y palabras polivalentes, entre tanta variedad de experimentos lingüísticos. Apostó por otro modo de erotismo: sentir el gusto a las palabras sin abordar ninguna estética, en silencio, autónomamente. Necesitamos reencontrarnos con estos desafíos, sobre todo en la escritura poética. Estar menos sujetados por los estereotipos sociales.

 

Ciertamente podemos hablar de un círculo secreto de poetas en nuestro continente cuya particularidad creativa los sitúa en una perspectiva ejemplar precisamente por ser auténticos outsiders. Es evidente que la potencia de su poética no los distingue, en términos de calidad, de otros nombres ya conocidos y respetados. De lo que estamos hablando aquí es de que estos poetas tocan la realidad de una manera sorprendente e inesperada si estamos acostumbrados a los trucos del lenguaje —y aquí me refiero a trucos en una conceptualización muy positiva y relevante, incluso indispensable— que son más comunes en el ambiente poético. Su recuerdo de Juan Filloy (Argentina, 1894-2000) es uno de esos maravillosos chispazos imprevistos, sobre todo si pensamos en la novela Caterna, de 1937, por la forma en que establece un tour de force entre disonancias como ética/estética, vida/muerte etc., lo que acerca su obra a una dimensión filosófica sagaz, tocando aspectos que nos hacen aceptar el conservadurismo, el autoritarismo y el terrorismo como partes insuperables de las sociedades humanas. Otro caso que podría animar nuestro espíritu es el de Rafael José Muñoz (Venezuela, 1928-1981), especialmente su libro El círculo de los tres soles, de 1968, cuyo sistema imaginario es más que simplemente innovador, pues evoca detalles de las relaciones entre el mito y la locura, la sintaxis fuera de lugar de los delirios más increíbles, que acaba tratando como ecuaciones absurdas. El propio poeta llegó incluso a decir que su libro fue escrito tocando piedras de iglesias perdidas, utilizando naturalmente el término en un sentido más allá de su carga religiosa. La poeta a la que me refiero, Leila Ferraz (Brasil, 1944), tiene obra casi en su totalidad inédita, que aún hoy se conserva en una serie de cuadernos manuscritos. También aborda la poesía de una manera única, ya que sus letras vibran con un erotismo que no se acerca a ningún canon literario. Estos tres poetas son creadores que quizás ni siquiera se pertenecen a ellos mismos. Y nos retan a reflexionar sobre la esencia de construir un mundo con las piedras de la imaginación, con esta cuestión ineludible de reconocer quiénes somos, cuánto nos define la vida, cuánto no debemos someternos a este laberinto de vicios impuestos en el nombre del bienestar corporativo. Sin olvidar que lo que llamamos gobiernos omnipresentes entrena el lenguaje de los ciudadanos —en rigor, contribuyentes, consumidores, esclavos— a un truco ideológico muy vulgar.

Por supuesto, es interesante revelar nombres y obras de tantos innovadores de la escritura que siguen aún ocultos o aislados por la indiferencia del sistema. Sus palabras son reveladoras porque han dejado de ser prendas de todo tipo de discurso ideológico o del pragmatismo de la imagen en el uso de la propaganda política o del mercado publicitario. La mención a Filloy surge porque hallé en sus novelas un estilo personal que le permitió emparentar realidad con ficción como filos de una misma navaja y, desde ese lugar, dilucidar el escabroso andamiaje de las instituciones ordenadoras de poder. Pero, sobre todo, porque fue un gran inventor de trucos con las palabras. Nos indicó cómo usar la magia en la escritura poética. Por eso creo que debemos animarnos a creer que la vida es otra cosa y que su valor íntimo está en los esfuerzos individuales. Valoremos nuestros atributos cognitivos para emanciparnos como sujetos y ser librepensadores, sin mordazas ni cancelaciones. La única forma de sostener un pensamiento crítico y profundo sobre la realidad es con el ejercicio de la palabra. No pido filósofos, sociólogos, psicólogos o sacerdotes que expliquen por qué debemos comprender el hacer y el andar de la sociedad, cuando somos subestimados como individuos. Tampoco políticos y economistas, que han consensuado un corpus de símbolos y códigos para someternos a través del tiempo con recetas y propuestas improbables. Antes, mencioné la debilidad de las democracias y ahora me pregunto ¿qué porcentaje de la población mundial comparte hoy un régimen democrático como sistema de vida y no solo como proceso eleccionario para elegir autócratas de turno? Es por eso que insisto en el valor de la palabra, como pensamiento o como armadura comunicacional en defensa de la creación. Es la mejor manera de cuidar nuestro planeta, nuestro lenguaje, nuestro modo de ser, salvando al sujeto de la vulgaridad de parecer, del engaño de pertenecer y de su incapacidad para resolver el mayor de los trucos que aún tiene por delante: cómo utilizar la escasa imaginación que le queda.

De hecho, nos hacen pensar que ya no existe una solución al atolladero que hemos creado para el lenguaje y el comportamiento humanos. No importa que la ciencia ficción dibuje innegablemente un mapa mundial donde las guerras son el resultado de una estrategia para crear formas de dependencia social y que los medios de comunicación atestiguan que el planeta sufrirá un colapso final debido a la violación ambiental sistemática, cuando en rigor la gente todavía recorre los caminos espurios de la miseria, de innumerables formas de esclavitud, y es manipulada por los hilos hipócritas de la moral y la fe. La verdad es un argumento falseado hasta el punto de que las sociedades ya han perdido sus referentes. Recientemente, un presidente brasileño evocó una vieja e inepta consideración sobre la Tierra plana. Lo curioso es el excesivo número de brasileños que declararon creer en tales disparates. La revelación de un nivel de conciencia tan insignificante se vuelve alarmante si consideramos que representa un perfil electoral decisivo. La manipulación de la verdad ha sido la mecánica más atroz y satánica utilizada por todos los componentes de la política en la mayoría de los países del mundo. Cuando ya no sabemos a qué o a quién creer, llegamos a un punto en el que el humanismo queda completamente desfigurado. Individuo o sociedad, ya no existe una directriz suficientemente creíble que nos permita alcanzar un nuevo modelo de sensibilidad o de libertad.

El mundo está sumergido en un gran cambio de paradigmas del cual muchos actores culturales no han tomado conciencia. El desarrollo masivo de la tecnología no tiene límites ni alcances para la experiencia humana. Hablamos de inteligencia artificial sin analizar en profundidad los efectos alteradores que muy pronto llegará a producir en el lenguaje y en el comportamiento de los individuos. La recopilación, almacenamiento, procesamiento y difusión de la información por vía informática incide de manera directa y constante en las relaciones sociales y culturales de las sociedades contemporáneas. Por consecuencia, los debates públicos sobre cualquier asunto parecen retrógrados, sobre todo en nuestros países en vías de desarrollo. Nos resulta muy complicado diferenciar cómo funcionan los procesos económicos sustentados en intereses nacionales con otros modos de producción que operan en el mundo actual. Para los chinos, yankees, rusos, japoneses, indios, británicos o europeos, la balanza comercial es la misma. El desajuste comienza en los recursos naturales de cada país y me refiero no solo al valor de la tierra y el agua, sino a la condición humana y la diversidad cultural, independientes entre sí. Las grandes potencias aspiran a considerar a todo el universo social como un único mercado y abastecerlo según sus prioridades geopolíticas, sus intereses financieros y sus barreras ideológicas. Pero, la dimensión de «lo nacional» es, aún, el mayor impedimento que se les presenta a estas ambiciones que no admiten fronteras. Es allí donde la cultura se transforma —para nosotros— en un manifiesto escrito a sangre y fuego. Pero, no debe ser entendido desde una razón maniqueísta, porque la historia no se divide entre un lado bueno y otro malo, no podemos ser tan sesgados o hipócritas. El mayor mal que ha caído sobre nuestras vidas tiene que ver con el miedo, la ignorancia, la prohibición. Y el mejor bien está oculto en nosotros mismos, en nuestra capacidad de fijar raíces en un pensamiento más vasto y durable, en una mirada más imparcial. No debemos caer en la inmediatez de lo irracional. Busquemos la palabra como rumbo, darle dirección, identidad, pertenencia y sentido común. De otra forma, seguiremos navegando sin remos en el tumultuoso mar de la frustración.

En general, encontramos la vida destruida por un evangelio erguido sobre los cadáveres del mito. Un calvario de virtudes exiliadas. Los huesos expuestos de todos los ideales que alguna vez fertilizaron la afectuosa morada de la humanidad. Una morada excepcional, es muy cierto. La gran mayoría de los hombres siempre ha estado de rodillas, metafóricamente o no. Como la señora que le tenía terror a las cucarachas, al punto de tachar o recortar la palabra escrita cuando la encontraba impresa en una página. Los escenarios políticos que enredan y desmotivan nuestras vidas son una plaga de cucarachas. Sin embargo, a su sombra, las tragedias —domésticas o institucionales— se multiplican gracias a esa señora. Ya no encontramos una razón de ser y la angustia nos hace evitar enfrentarnos a nuestros fantasmas más vulgares porque nos hemos perdido en medio de una mutabilidad de significados. Disidentes de nosotros mismos, hoy ya no sabríamos cómo salvar a la humanidad.

César Bisso & Floriano Martins/2024

 


 

Sobre los autores

César Bisso. (Argentina, 1952). Poeta y ensayista. Ha publicado los siguientes libros: La agonía del silencio; El límite de los días; El otro río; A pesar de nosotros; Contramuros; Isla adentro (Primer premio de poesía José Pedroni); De lluvias y regresos; Las trazas del agua (antología); Permanencia; Coronda (antología); Cabeza de Medusa (ensayo); Un niño en la orilla (Segundo premio municipal de poesía Ciudad de Buenos Aires); Andares; La jornada (Tercer premio Fundación Argentina para la Poesía); Haikus felinos; De abajo mira el cielo. Fue invitado a participar en diferentes ediciones de ferias de libros, festivales de poesía y encuentros culturales realizados en ciudades de Argentina, América Latina y Europa. Algunos de sus escritos han sido incluidos en diversas antologías publicadas en el país y en el extranjero; otros textos fueron traducidos al inglés, portugués, francés, alemán, italiano y árabe.

Floriano Martins. (Fortaleza, 1957). Poeta, editor, dramaturgo, ensaísta, artista plástico e tradutor. Criou em 1999 a Agulha Revista de Cultura. Coordenou (2005-2010) a coleção “Ponte Velha” de autores portugueses da Escrituras Editora (São Paulo). Curador do projeto “Atlas Lírico da América Hispânica”, da revista Acrobata. Esteve presente em festivais de poesia realizados em países como Bolívia, Chile, Colômbia, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Equador, Espanha, México, Nicarágua, Panamá, Portugal e Venezuela. Curador da Bienal Internacional do Livro do Ceará (Brasil, 2008), e membro do júri do Prêmio Casa das Américas (Cuba, 2009), foi professor convidado da Universidade de Cincinnati (Ohio, Estados Unidos, 2010). Tradutor de livros de César Moro, Federico García Lorca, Guillermo Cabrera Infante, Vicente Huidobro, Hans Arp, Juan Calzadilla, Enrique Molina, Jorge Luis Borges, Aldo Pellegrini e Pablo Antonio Cuadra. Criador e integrante da “Rede de Aproximações Líricas”. Entre seus livros mais recentes se destacam Un poco más de surrealismo no hará ningún daño a la realidad (ensaio, México, 2015), O iluminismo é uma baleia (teatro, Brasil, em parceria com Zuca Sardan, 2016), Antes que a árvore se feche (poesia completa, Brasil, 2020), Naufrágios do tempo (novela, com Berta Lucía Estrada, 2020), Las mujeres desaparecidas (poesia, Chile, 2022) e Sombras no jardim (prosa poética, Brasil, 2023).

🖼️ Ilustración artículo: Imagen por Steven Weirather [en Pixabay].

 

artículo La conversación (César Bisso y Floriano Martins)

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