Textos y fotografías por
Wilfredo Carrizales
A Ana Coromoto Salas
1
LA CASA se resquebraja y la lluvia sobreviene. Las moscas revolotean por las paredes desmayadas. Gotas quieren ser cristales en los momentos del deliquio. Unos espasmos van adueñándose de una tarde que se esconde tras sus nombres sin aristas.
La casa se asusta y desaparece bajo una ficticia bruma.
2
NADIE HA VISTO un chúcaro. En la tejavana muge la integridad de los recuerdos que son infructuosos. De chiripa, aún resuena un yunque y sus puntas se oponen a los instantes de las chispas. Lo exangüe se manifiesta con la rigidez donde se queja la arcilla.
El inverecundo murciélago arrastra su apodo hasta las orillas del conticinio.
3
CON LA FORMA de un huso se desliza un ratón por la cocina. El queso no queda incólume. El hambre es un bordón que resuena sin mandato del reloj. Afuera unas yerbas rezuman las fragancias de los porcinos. Como una escopladura, la herida en la alacena se alarga para señalar los instantes del estoicismo.
Se abigarran sobre el piso las propiedades de los insectos que se domicilian.
4
EL VATE toma su ablución para no sentir la nostalgia. Nunca visitará el lugar de las apariencias foráneas. Sublimemente siente el correr de la luz a través de los resquicios de la savia. Se introduce en el dédalo de su escritura y tuerce la besana en procura de un céfiro.
El canto de los pájaros no pretende ser anatema, pero la severidad asusta.
5
SE COLUMBRA la atalaya de la morada mientras las enredaderas exudan el placer de la canícula. Alguien anuncia la visita de los sapencos: bulle el aire cual una refriega. Concomitancia en las brechas de los destinos que suenan y mejoran. La advocación del señor de los chirlos cuelga de un nivel al alcance de cualquier mano.
Un taburete se agria con el propósito de una argucia en el sostén del buril.
6
BASTÓ EL ALJIBE para la buenandanza de los seditabundos. No es que no haya deidades. Resulta que en los asuetos se extravían y no llegan. El cobijo procede del bóreas y allí se afincan las columnas sin retuerzo. Abuhadas, se buscan las vidas en las bujías que no se encienden.
Un orate acomoda su vagido para cuando trepe a su alcor y ame la blandura.
7
VENTANA SIN POYO y los asuntos domésticos trastocados en bagatelas. La adustez fue de la iguana que no poseía ni albergue ni ajuar. Una cosa tan inmensa en la extrañeza y hermosa, severamente. ¿La bibliomancia pasaba por sus mejores momentos? La calígine cobraba su alquiler. Lo meridional andaba en ascuas.
Desde el buzón las aguas arrebujaban su oficio y salían, tiernas, al sereno.
8
NO SOLO el climaterio, también la chirivita: ambos dignificados en la bocateja. El enredo subyace a una pulgada del introito y es común que brame. Los abalorios se bruñen con el quehacer de lo profano. ¿Y si nos da por blasfemar sin temor a las cúspides del viento que censura? Uebos que se agrandan y no se ahuman.
Una borrasca se acondiciona a los pruritos de las estancias. Un codicilo brinca.
9
COGITABUNDOS frente al almagre de la casona. En el tejado, los propietarios: lagartos abrileños de vieja data y alijos de travesuras. Algún buscavidas en el hogar, a pesar del polvo y la ausencia de escobas. Alguien limpia los estantes: consigue añagazas y brevas que aculan. Entre andrajos, prosiguen otras simples faenas.
Una mañana los bogavantes abandonarán la alberca y se irán con el auspicio certero.
10
NI SIQUIERA imaginar a un execrable abedul. Tendremos atalaya en medio de la sala y muebles que se combinen entre sí y un espacio descubierto para enmendar aguamaniles. Si bullen los budines en los cajones nos podemos dar por servidos. Las mentiras de los abrojos proseguirán sus congruencias.
Lo que azulea se residencia sobre una torrecilla y desde allí se basta.
11
AUN MÁS que de alabastro, el domicilio se avienta y anuncia su confalón. Ni un ápice se amolda a la familia y así se ve ungida de argamasa y lastra el tiempo de las barajas. Inútil hablar del alelí que se propaga en su entelequia.
Surge un adalid dentro de la bruma y resuelve las campanas y no abjura.
12
EN LAS BUHARDILLAS se aparejan unas resolanas que ahuyentan las maravillas. Están provistas de un alquitrán que es su aval de ocasión. Lo craso se torna astenia y procura el acmé en su todo. Aparece, de súbito, un buscador y junto al sofá halla el croquis de una cabaña. Se interna en ella y por años se demora.
La mesa razona desde su anterior aromo y se le lustra la faz más notable.
13
AHÍ VIENE el borborigmo. Porta el azumbre y el incógnito busilis. El casero se afinca en el fogón y un pensamiento ápodo se tiende a su albedrío. Las plantas le son íntimas como las estancias de lo azaroso. (Por los andurriales, los fresnos se atropellan contra los pedruscos movidos sin insistencia).
Se babean unos bífidos por las escoriaciones del terreno. Una sola hormiga se queja.
14
LOS ABEJARUCOS lo aceptan: debajo del torreón un pozo se esconde de las penas. Los antojos se enlazan a un laberinto y el adivino azuza a su perro tras el botijo. Acojonante: ha lugar. Muchas tejas proclaman la algarabía aquende el lugar de los asilos. Ascienden las brechas con el fósforo que se pasma de los días.
Del rancho emerge un zumbido de codorniz que desconcierta al menudo inquilino.
15
EN EL LAR se ha hinchado la chimenea y aunque no es parte de la enfermedad, la humareda aturde en el arribazón. Por doquier se ve un empuje de ananás. Se despegan las alcayatas en la atmósfera que se deshace en ajos. ¿Y si en la cocina se atrofia un mortero y cae con la improvisada causa de su sazón?
La intuición de la alfaguara induce, pronto, al descubrimiento de falsas grietas.
16
LLAMAN DESDE EL ALFÉIZAR y se adivinan las hojas de los árboles y los libros y se aparejan los calzados que retumban por los umbrales. Hasta lo avieso trata de colarse, pero orugas lo detienen, aunque temprano se asomaban los bisojos. ¿Se apulgarán los lomos de los camastros para el avalúo de los sueños?
El botafumeiro hace de las suyas con el pecho y el alma abiertos. ¿Acaso más?
17
LA CASA irrumpe en su atrio y aleja a los intrusos: familiares de la desventaja. El berrinche fue cribado hasta la terraza de la ilusión. Alguna nodriza abucheó sin primicias y perdió pie en la crónica doméstica. ¿Encontraron los hijuelos las puntas de sus carbones tristes o, inextricablemente, vino el hálito de la disolución?
Se dice que la uva fraguó un licor en el extremo de su propia muralla.
18
ARISBLANCAS LAS PAREDES, ahítas de rastrojos y chucherías. El lastre era mayúsculo y minúscula la fe de ratos. Se atribuían escotillas a los risueños en cierne o a los paladines del arroz en agraz. Unas pláticas plasmadas en el límite de la interpretación de los ladrillos. De rombos acudía el trueno en procesión.
A lo largo de una acequia la reciedumbre reconoció al cordero.
19
CON EL SEMESTRE devino el albergue en morada y las polillas entraron en rebelión. Una leyenda hogareña se dividió en choque. El testamento cayó en lo rústico y se inmoló. ¿Después hubo apólogos o arrebatos de destrucción? La soledumbre se empleó a fondo. Ni fiesta ni maderas para adornos. Cara o cruz. Astros, ya.
Sobre los anaqueles, la bocallave que amplía el reducto de la hospitalidad.
20
ADVENTICIAS, las rejas trastean para la lidia. De consuno, se asoman los inefables por los balcones. Brotan los cascajos de los rincones del alba. Muchos bustos se guardan del reflejo de luna y los espejos se sujetan a las herraduras de extintos caballos. Se cree en las predicciones y los dones de los agujeros son crótalos para madrugar.
Donde resistieron las uñas se levantaron bóvedas y otras cubiertas del estaño.
WILFREDO CARRIZALES. Escritor y sinólogo venezolano nacido en la ciudad de Cagua, Aragua, Venezuela. Entre otras obras, ha publicado los poemarios Ideogramas (Maracay, Venezuela, 1992) y Mudanzas, el hábito (Pekín, China, 2003), el libro de cuentos Calma final (Maracay, 1995), los libros de prosa poética Textos de las estaciones (Editorial Letralia, 2003) y Postales (Corporación Cultural Beijing Xingsuo, Pekín, 2004).
zalesw [at] yahoo.com
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Revista Almiar • n.º 106 • septiembre-octubre de 2019 • PmmC • MARGEN CERO™
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