por
David Cueto González
Todos los más elevados principios están condenados a deambular sobre la superficie de la vida.
Lo único que se aprende siendo una víctima es a cómo hallar el valor para contarlo.
La soledad es el ruido resultante de mezclar el bullicio y el desierto.
El dolor es el viajero que siempre está en su casa.
Ser libre es convertir en verbos a los adjetivos.
Cuando todos los problemas del mundo se solucionen, ¿nos quedaremos vestidos o desnudos?
A todos aquellos que no pasaron por nuestras vidas también les debemos lo que somos.
Los afectos siempre nos encuentran huyendo.
Porque todos nos escabullimos, hay tantas cosas a las que tenemos que enfrentarnos.
Todos vivimos unidos porque nunca naufragamos solos.
Lo que ocultamos enseña a hablar a lo que decimos.
A la esencia de lo que somos solo la puede conquistar la estupidez.
La casualidad nos puede matar un día, pero nos salva de morir todos los demás.
Al recordar, presenciamos atónitos cómo todo se resiste a ser resucitado.
Morir es chocar contra el horizonte.
El olvido ya es el dueño de todos los lugares adonde llegaremos.
Los muertos fueron exactamente lo que nosotros somos.
Poniendo en pasado el tiempo de los verbos el presente no nos parece tan oscuro.
Después de beber… Cuando ya no recordamos la sed… Ahí está el presente.
La muerte deja en nuestro rostro una mueca que llena de seriedad a la vida.
Las ilusiones y las verdades solo se parecen en que terminan siendo vomitadas.
La ciencia nos convierte en dioses al pretender hacernos hombres.
Los hechos son las luces laicas que clarifican al mundo.
Mediante escándalos se comunican las creencias incompatibles.
Nuestra imbecilidad es una tierra cercana que jamás espera que la descubramos.
Nada hay más aterrador que contemplar cómo la mentira construye un mundo verdadero.
No hay mayor sorpresa que el desamor.
Si el amor es el motor del mundo es porque casi todos huyen de él.
En los instantes previos a encontrar el amor el azar se disfraza de destino.
La deriva es dulce y la libertad amarga.
Vivir es colonizar una península.
El azar es un imán desobediente.
No hay piel sana. Hay ausencia de heridas.
Lo que se repite de la historia es la vehemencia.
La indiferencia se alimenta de sucesos.
La civilización es un proceso que se esfuerza en decorar lo que se resiste a ser decorado.
Los hombres solo se vuelven iguales cuando se elevan o cuando son oprimidos.
Al roce más profundo de la vida se le llama el roce de la muerte.
David Cueto González. Es asturiano, pero vive en Madrid desde hace veintiún años. Cursó estudios de Cinematografía en la Rama del Guion en la escuela de cine TAI. Tras terminarlos, colaboró en la confección de un guion en una productora durante un año hasta que una persona del mundo literario que leyó sus aforismos le animó a escribir poesía. Ha publicado el poemario Las raíces de la ceguera (Editorial Devenir, 2020). Tiene dos libros de aforismos escritos, aún inéditos, a los cuales pertenecen los aquí publicados..
📩 Contactar con el autor: cuetodav [at] gmail[dot]com
🖼️ Ilustración: Imagen por Javier Sanz Gómez, de su muestra La lógica del absurdo ©. Ver exposición (en Almiar).
Revista Almiar • n.º 117 • julio-agosto de 2021 • MARGEN CERO™
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Algunos deslumbrantes alumbramientos, pero si me tengo que quedar con uno, me quedaría por su ingenio con:
El dolor es el viajero que siempre está en su casa.