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Trilogía del tiempo
y del espacio

(Cuento)


Cuando me puse en pareja con esta mujer que me soporta hace tantos años, ella ya tenía un hijo muy pequeño al cual llamábamos Nahuel.

Se trataba de un niño por demás normal. El único defecto, si es que así se lo podría llamar, era que él solía confundir los tiempos de la conjugación verbal. Para Nahuel el presente, el pasado y el futuro no se movían en ese orden. De las cosas que él decía, recuerdo: «Vos te fuiste mañana y viniste ayer». Esta frase, al parecer sin sentido, me dejaba perplejo, así que le pedí que me explicara mejor y él me respondió: «ya te la respondí cuando venga mañana».

Pasaron años esperando entender estos enigmas, y cuando una patota lo mató en las afueras de Buenos Aires, Nahuel comenzó a aparecerse ante cada uno de nosotros. Junto a esas apariciones fueron manifestadas un sin fin de respuestas.

El hombre se mueve, por lo menos muchos creen esto, en un espacio-tiempo circular. Por lo tanto, HOY puede ser MAÑANA y, quizás: MAÑANA vuelva a ser AYER.

Nahuel solía decir y lo creía muy cierto: «Vos te fuiste MAÑANA y viniste AYER», conclusión que indicaría que DESDE el FUTURO, alguien vendría hasta el PASADO y así, el tiempo no sería otra cosa que un círculo donde sus tres rostros, pasado, presente y futuro, no estarían corriendo uno detrás del otro, por un camino de eternidad, sino entrelazados tal como en las espirales del ADN. Eso podría permitir vivir en las tres fases al unísono. Ese modo de conciencia del tiempo nos permitiría viajar y conocer aun lo insondable. Ello nos situaría entre los llamados Espíritus Superiores.

Todos, alguna vez, hemos oído decir a ciertas personas «La vez pasada…» y luego uno comprueba que ese individuo hablaba de un evento ocurrido diez años atrás. También escuchamos a otros decir que algo ocurrió hace mucho tiempo y luego descubrimos que el hecho ocurrió la semana anterior. Todo lo cual indica la diferente percepción del tiempo cronológico de una persona a otra. En otras palabras, el tiempo parece estar supeditado a los avatares de la conciencia individual…

Esa conciencia personal, no trata al tiempo como una realidad a nivel universal, sino como a una simple manifestación mundana del mismo, lo cual, influye sobre su exactitud…

De manera que, a partir del después, entiendo perfectamente el antes, por lo tanto, Nahuel, bien podría haber muerto mañana, para nacer hoy.

Norberto Pannone


1) LO QUE LE OCURRIÓ A ANTOLINO CHÁVEZ

Antolino tomó el colectivo 33 en la esquina de Salta y Perú. En ese instante lo separaban de su lugar de trabajo unas veinte cuadras. Sabía que en veinte minutos estaría allí. Esto le daba un margen de diez minutos a su favor. Traducido: llegaría diez minutos temprano a su trabajo. En verdad, a él le gustaba llegar antes y eso lo hacía sentir bien, le agradaba mucho ser puntual. Era lunes y él sabía que ese era el día cuando más faltas se registraban, pero Antolino no deseaba estar en esa lista. El colectivo detuvo su marcha en la parada de Chacabuco y Rioja. Antolino descendió y enseguida notó que las luces de las oficinas estaban apagadas. ¡Qué raro! —pensó—, sólo faltan diez minutos para comenzar la jornada. Intentó abrir la puerta y no pudo, estaba cerrada y las cortinas bajas impedían ver hacia el interior. Antolino se sentía desorientado. Pasaba en ese momento un señor con un maletín negro y Antolino decidió preguntarle:

—Perdón, señor, ¿no sabe por qué estas oficinas están cerradas?

—Porque es domingo —contestó el hombre siguiendo su camino—, Antolino Chávez había llegado tan temprano que se había adelantado un día.

No podía entenderlo. ¿Cómo se puede acostar uno el domingo por la noche y levantarse el domingo por la mañana? ¿Vuelve el tiempo hacia atrás algunas veces? ¿Ocurre esto sin aviso? Misterio. Nadie lo puede explicar y acá va nuestro buen amigo rumbo a su domicilio, lleno de confusión y enojado contra los relojes y los calendarios. Al fin, llega a su casa, cuando está por tocar el picaporte siente, presiente que algo está por pasar, venciendo esa idea acciona el picaporte y no consigue abrir. La puerta está cerrada con llave, extrae las mismas y al intentar abrir, su llave, con la que todos los días del año abría esa puerta, no entra en la cerradura. En ese mismo instante aparece un desconocido y le increpa a Antolino:

—¡¿Qué hace señor?!

—Estoy intentando entrar a mi casa —responde Antolino.

—Querrá decir a MI casa —le replica el extraño.

—Perdón —dice Antolino—, ¿no es ésta la casa de los Chávez?

—Señor, los Chávez solían vivir aquí hace como diez años atrás —y el desconocido abre la puerta y entra y la cierra en las narices de Antolino.

Antolino comienza a caminar y sin saber porqué se dirige hacia las oficinas donde trabaja. Cuando llega las ve abiertas y entra para disponerse a trabajar. Su jefe lo ve y lo llama:

—¡Antolino!

Chávez se acerca al jefe y este le dice:

—¡Qué le ocurre! Llega con media hora de retraso.

—Es que tuve un pequeño inconveniente en casa y…

—¡Está bien! ¡Pero que no se repita!

Antolino termina su jornada laboral y llega a su casa. Tiene temor de tocar el picaporte pero al fin lo hace y entra, allí está su esposa sonriente y ella le dice:

—¡Qué temprano llegaste, mi amor! —le da un beso y al ver en él la cara de preocupación, le pregunta:

—¿Qué te pasa?

Antolino le responde:

—No es nada, sólo son problemas del trabajo. Está todo bien.

Y se arroja sobre su sillón favorito aferrándose a su costado, sin saber qué le va a sobrevenir al siguiente segundo.

2) EL DESCONOCIDO

Le sucedió en plena calle, lo hicieron detener allí, en esa esquina. El cartel indicaba Pasteur y Tucumán. Le pidieron documentos y él se llevó la mano al bolsillo interior de su sobretodo gris. Ahí fue que comprobó con verdadero estupor que no los tenía…

Ni lo dudaron. Lo hicieron ascender al móvil policial y se lo llevaron. Ya en la seccional le hicieron una serie de preguntas y todos esos datos fueron ingresados a la computadora. El operador de la PC leyó el informe solicitado por el oficial de servicio. No existía nadie registrado con aquel nombre y apellido, tampoco coincidía ese número de documento con el de alguna persona real. La dirección que dio el hombre a los policías, según era su domicilio, pertenecía a un terreno baldío. La fábrica donde, según él trabajaba, sí existía. Pero no había indicio o documentación alguna que probara que él trabajara allí: incluso, el oficial se ocupo de llamar a esa fabrica para cerciorarse si el demorado trabajaba allí. Nadie lo conocía, no figuraba en los registros y, por lo tanto, nunca había trabajado allí.

El comisario, fatigado por el trajín del día, miró al demorado y le dijo:

—Usted no existe.

—Perdón, ¿qué dice señor?

—¡Qué no existe! —repitió el oficial con mal humor—. No hay un solo dato en el registro de las personas de esta ciudad. Usted no figura en ningún folio y ha dicho que nació aquí.

—¡No lo digo, lo afirmo! —dijo el hombre, con evidente confusión—. Señor comisario, soy Saturnino Testoli, nací el 7 de julio de 1942, en esta ciudad. Trabajo actualmente en la fábrica textil de los hermanos Cabrioli. Vivo en una pensión de la calle Salta al 306, en la esquina de Salta y Belgrano, ahí está mi casa, no puede haber un baldío.

—Señor Saturnino —dijo el comisario—, por favor, yo mismo envié el móvil al lugar. En Salta 306 sólo hay un baldío. ¿Tiene alguna enfermedad o toma alguna droga que le afecta la memoria? Porque está claro, que no recuerda quién es ni dónde vive. Nosotros queremos ayudarlo, tal vez ese nombre y apellido sea falso. Haga un esfuerzo, trate de recordar.

—Señor comisario, no lo estoy engañando, ni a usted ni a su gente: yo soy Saturnino Testoli, aquí y en la China…!

—Muy bien —dijo el comisario—. Aceptemos eso como verdad. Ahora hay un detalle pendiente, déme una prueba real de ello. Muestre sus documentos.

—No sé que ocurre, los llevaba conmigo unos minutos antes que me detuvieran. Cuando sus agentes me los solicitaron ya no los tenía, por eso estoy aquí. Indagué por todos mis bolsillos…

—Mire, señor Saturnino o cómo sea que se llame, recién hemos hablado con los hermanos Cabrioli, ya vienen para acá. Usted afirma ser empleados de ellos y ellos, a su vez, opinan lo contrario, tendrá la oportunidad de carearse con ellos, espero que de ese encuentro surja alguna verdad.

Un rato después, los hermanos Cabrioli se enfrentaron con Saturnino… El comisario hacía su indagatoria.

—Bien, señores, aquí tienen al Sr, Cabrioli, quien dice ser empleado de ustedes. ¿Es cierto esto?

—¡Jamás hemos visto a este hombre!

—Sr. Testoli ¿qué tiene que responder a eso?

—¡Que no entiendo por qué motivo estos señores niegan que yo trabajo con ellos!

—De ser cierto que trabaja en esa empresa, debe existir algún registro en el lugar.

—No hay tal cosa —se apresuraron a contestar los hermanos Cabrioli—, todos nuestros empleados están en blanco. ¡No existe ningún empleado en negro en nuestra fábrica!

A todo esto, ya Saturnino se estaba convenciendo que no existía, la policía se trasladó a la textil de los Cabrioli y comprobó que allí nunca había trabajado Saturnino.


El comisario debía tomar una determinación y hablaba con un oficial al tiempo que le decía: «Este hombre es algo peor que un desconocido indocumentado, es un ser que no existe, no sé… un fantasma, un espectro… no sé…».

Todos los ojos se volvieron hacia Saturnino. De repente, ante la mirada de todos, aquel hombre que decía ser Saturnino Testoli, un hombre corpulento de un metro noventa de estatura y cerca de cien kilos de peso, se comenzó a esfumar frente al estupor de todos hasta no quedar de él rastro alguno. Pasado el tremendo momento de sorpresa, el comisario se apresuró a decir a su personal que no comentaran este asunto. Los hermanos Cabrioli también estuvieron de acuerdo y se retiraron.

Como hacia allí dentro bastante calor, el desconocido se había quitado su sobretodo, el cual estaba sobre el respaldo de la silla que ocupara. El comisario, en un gesto casi instintivo, comenzó a revisar los bolsillos del abrigo y en uno de sus bolsillos internos halló un documento de identidad a nombre de Saturnino Testoli. En la hoja donde constaba la fecha de nacimiento decía: Saturnino Testoli; nacido el 7 de julio de 1942 y fallecido el 7 de julio de 2006. El comisario comprobó lo que ya sabía: que el año en que estaban, era el año 2006 y era el día 7 de julio…

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Norberto Ismael Pannone. Poeta, narrador, ensayista y novelista de Junín, provincia de Buenos Aires. Miembro Fundador del Centro Cultural del Tango en Junín (1960). Publicó el libro de Aforismos, Poesías y Cuentos: Historias para Leer en Serio, que se halla en la Biblioteca de habla Hispana de París, en la Biblioteca Nacional de la Lengua Española en Barcelona (España) y en la Biblioteca Española de Bilbao. Además publicó diversos libros, entre ellos: Reflexiones de un machista en decadencia (aforismos), Las Curaciones Paranormales y la fe (ensayo científico de investigación), Entre Soles y Lunas de abril (aforismos, poesías y cuentos), A Fondo Blanco (poesías). Participó como expositor en la Feria Internacional del Libro en los años 2001/2002/2003. Desde el año 2000 ejerce la presidencia de la Seccional SADE de Junín, integrando (desde 2005) la Comisión Directiva de SADE Nacional. Se desempeñó como jurado en varios concursos literarios. Miembro activo de Letrango, agrupación nacional de Letristas de tango de la ciudad de Buenos Aires. Ha ganado diversos concursos literarios. Actualmente edita trabajos en varios medios nacionales y de otros países. Además es autor, compositor y cantante.

WEB DEL AUTOR: www.norbertopannone.blogspot.com

ILUSTRACIÓN RELATO:
Fotografía por Pedro M. Martínez ©