Mar de espejos
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Juan
C. Galván Vela
Breve me parece el tiempo
cuando me cuentas tus anhelos, la mirada perdida atenta a las olas
que se arrastran hasta la playa, fija la vista por momentos en el
grupo de danzarinas que, dispersas en el muelle, persisten en memorizar
el arte bello de ser mujeres, arte en el que se afanan por dominar
una danza, juego de gimnasia al que, sin embargo, no prestan la seriedad
de un rito.
Sonríes
siempre, jovial y atenta a las imágenes de tu fantasía; en un monólogo
planeas escenas de nuestra vida futura, o haces proyectos para el
también matrimonio ya cercano. Cuán común es en ti la felicidad. Describes
el decorado de la casa y deseas una hija para mayor dicha, yendo y
viniendo juntos siempre, juegas así con tus palabras lo mismo que
con los pies, inmersos en la arena, balanceándote, sujetas las piernas
con los brazos, la cabeza sobre las rodillas, llena de sueños.
Bajas
entonces corriendo hasta el grupo que insiste en el ritmo del baile.
Te unes a ellas e imitas sus movimientos con la alegría de todas,
que te rodean en un círculo giratorio. Palmeando con ritmo bajo la
magia musical de sus sonrisas, bailando y bailando hasta ampliar más
la pista, agitado tu cabello por el viento. Vuelves la mirada y con
una sonrisa gritas a las danzarinas: ¡Ánimo, sois tan bellas!
Los
días transcurren contemplando a veces el grupo mientras proyectas
ese matrimonio, arrullándote en sueños junto con el oleaje y es de
esta forma cómo me uno a tus gestos, a través del recuerdo con el
que hoy te aproximo, con el cual te acerco cuando salgo de pesca,
bajo el sol que debiera abrigar nuestro hogar, feliz de ejecutar el
trabajo, contento por lo cercano de la ceremonia, sin importarme el
tiempo o el hambre, satisfecho con tan sólo recordarte.
El
día en que más pesca obtuve, desapareciste con el grupo. El muelle
quedó desierto de aquella sonrisa, del aplaudir, del bailar, sin tu
ágil movimiento, sin el círculo giratorio con palmas a un ritmo mágico,
porque junto con las danzarinas también desapareciste.
Un
sujeto se unió al baile, me contaron luego, siguió con mirada turbia,
con babeante boca, con tacto repulsivo tu rítmico cuerpo, tu figura,
la sonrisa que se fue borrando de tu gesto, el terror plasmado en
el rostro convertido luego en pánico. Las danzarinas huyeron hacia
la playa, entre los avíos de pesca, por el muelle; con miedo se dispersaron
hacia sus hogares, o a cualquier sitio con tal de escapar.
El
movimiento llegó a su fin...
Pero
el hombre imitaba el baile, giraba en torno tuyo, acosador, con la
mirada y su gesto morboso que recorría tu cuerpo, contemplando con
extravío tus formas, hasta que una de sus manazas te atrapó, se posesionó
de tu cuello y apretó despacio... lento... lento; destrozó tu ropa,
tus secretos, toda tú en el fin... hasta que ambos desaparecieron.
Tú
con el oleaje del mar que sigue arrastrándose con el viento y la brisa
que llega hasta la playa. Te he buscado sin obtener respuesta, dejo
que el mar se lleve tu recuerdo, tus sueños, lucho porque aquellos
planes sean borrados con la marea, todo sin conseguirlo.
El
agresor se perdió en el alcohol, en la droga, en el morbo de recordar
aquella danza y tu recuerdo y tu destrucción. Seguí sus pasos, pisé
su sombra, pregunté en los caminos por ése que se robó mi amor. Hasta
que un día le volví a encontrar, repetía la imagen aquella con los
pies inmersos en la arena, jugando a soñar y a revivir anticipadamente
un amor en matrimonio, que nunca fue suyo, y que tampoco pudo ser
nuestro.
Le
tomé del cuello, le golpee, herí su cuerpo y cansado le dejé rodar,
porque sabía que mi furia no podrá calmarse y ni aún con su muerte
va a devolverme la presencia, la risa, el gesto tuyo y la danza, tu
imagen toda.
El
mar me regresó una vestimenta, conocida, unos despojos sin el cuerpo
amado. Luché tantos días por encontrar tu huella sobre la arena, pero
el oleaje del mar las borró, o quizá fue el viento fresco que llega
hasta la playa, en donde todavía te espero...
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JUAN
CARLOS GALVÁN VELA
(Pueblonuevo, Gto. México 1960) es periodista, narrador, poeta y docente.
Ha recibido una veintena de preseas como autor literario y por su
ejercicio periodístico tras 21 años de trayectoria. Tiene libros colectivos
de cuento y poesía. Fue becario de la Universidad Quetzalcoatl de
Irapuato; Premio José Pagés Llergo (1999), por trayectoria en periodismo,
así como en cuento Francisco J. Mújica (1988).
juandedios333(at)hotmail.com
ILUSTRACIÓN
RELATO:
Fotografía por
Pedro M. Martínez Corada ©
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