En el abismo
Carolina
Hodgson
Venía conduciendo
absorto, sin reparar en el paisaje
de las montañas; la tarde le parecía infinita, hacia algo de frío,
la brisa traía olor a pinos y nostalgias; Óscar no se percataba de
nada, a su alrededor la carretera se había convertido en hipnótica,
deseaba llegar a aquel paraje y recordar aquellos momentos que trazaron
su destino.
Detuvo el auto
al borde del abismo, gritó su nombre que el eco repitió mil veces,
no sabía por qué quería regresar, era una necesidad inconsciente.
Hasta unos días atrás evitaba recordar los sucesos vividos al lado
de ella, pero estaba allí clavada dentro de su pecho. Su recuerdo
era imborrable, la escena de aquella noche era indeleble. La amaba,
de eso estaba seguro, se preguntaba por qué nunca supo demostrárselo...
por qué... por qué nunca se lo dijo.
Aquella noche
se habían amado intensamente, como tantas veces. No recordaba porqué
empezó la discusión, venían a su memoria aquellos ojos negros llenos
de dudas y lágrimas, esos ojos llorosos que bailaban en sus recuerdos,
luego su sonrisa irónica, sus reclamos y su voz repitiendo: «Ya no
puedo más, el amor no puede ser clandestino, al amor hay que liberarlo
en ese instante». Él pensó que era otra discusión como tantas otras,
se sentía con las manos atadas, la costumbre y la monotonía habitaban
sus días. Cómo cambiar y enfrentar sus sentimientos abiertamente.
Ahora era demasiado
tarde para reparar su cobardía, se sentía culpable de haberse enamorado
de aquella joven, de no saberla amar. Él, un hombre mayor, había vuelto
a nacer a su lado. Se preguntaba si fue miedo a su edad o al qué dirán,
hoy todos lo sabían pero nada era igual, algo en el pecho le ardía,
era la angustia, quería terminar con la agonía de verla lanzarse al
vacío y ver aquel cuerpo que tanto amó tendido sin vida, despedazado
en el fondo del abismo.
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CAROLINA
HODGSON hace
una verdadera declaración de intenciones en su siguiente cita textual:
«Crecí dentro de una revolución y aprendí tanto, que la poesía surge
por sí sola: amo a mi patria, Nicaragua es poesía. En pleno cambio,
de la niñez a la adolescencia mientras hacíamos lo propio de la edad,
surcaba por los cielos azules de mi patria el temible pájaro negro
que estremecía al mismo lago y el sonido era tan fuerte como el de
un estruendo volcánico. Respiraba una especie de temor y a la vez
de amor patrio: defender lo justo y respetar a mi pueblo. Escribo
como una especie de liberación; las palabras son emociones sentimientos
y sensaciones que rondan cautivas, al pasarlas al papel pueden volar
libres...».
antares12121(at)hotmail.com
Lee varios
poemas de esta autora, publicados en el
n.º 18 y en el
n.º 22 de Mar de Poesías (Revista Almiar).
*Ilustración relato:
Teleférico, fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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