El
mundo
y la
mariposa
(y otros hiperbreves)
Emanuel S. H. Marín
El mundo y
la mariposa
El mundo
se movía frenéticamente y lo único que permanecía inmerso en
la quietud era una pequeña mariposa. Luego la mariposa comenzó un
frenético vuelo, y el mundo quedó inmerso en una profunda calma.
El paisaje
Hacia meses que intentaba pintar aquel paisaje
que tanto lo cautivaba. Pero le resultaba imposible, la magnitud de
su belleza le parecía cada vez más imposible de contener en su lienzo.
Día tras día, semana tras semana había intentado lograrlo, pero cada
vez que parecía hacerlo observaba nuevamente el paisaje y sentía su
pintura imperfecta.
Al pasar los meses estaba tan exhausto que decidió
rendirse, pero a pesar de ello seguía yendo a la misma hora y permanecía
el mismo tiempo que antes. Y sin saber porqué lo siguió haciendo por
semanas, descubriendo cada fragmento y luego uniéndolo al resto ya
descubierto. Hasta que llegó el día en el cual instintivamente levantó
su brazo, y observando el paisaje en la plenitud de su belleza, con
una gran sonrisa, firmó su nombre en el aire.
Un reloj adelantado
Un reloj se había adelantado varias horas con
respecto a todos los demás. Era el de una persona que había estado
vagando por calles desiertas, almorzando en restaurantes vacíos y
llegando a citas en donde nadie lo esperaba. Podría haber atrasado
su reloj y todo hubiese vuelto a la normalidad, pero no lo hizo.
Por eso vivió el resto de su vida solo, ya que
nadie comprendía su vida. Y así fue como tuvo un entierro solitario,
ya que nadie supo que había muerto. Sólo con el transcurso del tiempo
la gente supo de su fallecimiento, y luego más tarde esas mismas personas
fueron las que descubrieron la obra de aquel extraño ser adelantado
a su tiempo.
La guerra
y la moribunda
Buscaba enemigos y allí la encontró, moribunda.
Con dificultad ella abrió los ojos y lo miró, sus miradas se cruzaron
y permanecieron observándose hasta que él se dio cuenta que la amaba.
Pero fue entonces cuando su cuerpo de soldado en guerra le apuntó
con su rifle, y finalmente... disparó.
La inspiración
Cuando preguntó dónde quedaba la Unión Soviética
le dijeron que había dejado de existir. Entonces razonó aterrorizado;
si esta puede dejar de existir, todo un continente puede desaparecer,
o todos los países del mundo menos el de él, y de éste todas las provincias
menos la suya, y a su vez todas las ciudades que la componen menos
su ciudad. ¿Y si todo esto que piensa es verdad? ¿Y si su casa es
lo último que queda? ¿O la habitación en donde... ¡¿O tan sólo él?!
Tomó su lapicera y una hoja de papel y comenzó
a escribir, no vaya a ser cosa que él desaparezca y ya no quede nada
más.
El dolor del
artista
Por años pinté solamente su cuerpo. Cada uno
de los rincones de su figura fueron minuciosamente observados para
lograr captar la perfección de su belleza. Pero ahora que se marchó,
sólo puedo dormir entre bocetos desparramados que no logran evocar
su verdadera imagen.
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Emanuel
S. H. Marín,
poeta y narrador
argentino. Nació en 1985 y reside actualmente en Necochea, provincia
de Buenos Aires. Ha publicado sus microrelatos y algunos de sus poemas
en diversos medios electrónicos; Escritores.cl (Chile), Letralia (Venezuela),
Editorial Alkubia (España), Misioletras (Argentina), Archivos del
Sur (Argentina), Isla Negra (Argentina), La Web del Microrelato (España)
y Escritos desde la cueva (Argentina).
Contactar
con el autor: pupurhey[at]yahoo.com.ar
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* Ilustración relato:
Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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